Londres

El discreto encanto de lo retro

Los estilismos de «Velvet», que recrean los años 50, conquistan a la audiencia

El discreto encanto de lo retro
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La televisión también tiene su Gran Vía –o su Paseo de Gracia, como se prefiera– con gigantescos escaparates donde el consumidor, llamado en el gremio audiencia, elige un producto entre múltiples ofertas. En ambos casos, el acto reflejo es el mismo: casi siempre se opta por lo que entra por los ojos. Así ocurrió el pasado lunes con «Velvet» y no sólo por su reparto. A crítica y espectadores no les pasó inadvertido el despliegue visual en múltiples direcciones –vestuario, maquillaje, ambientación, decorados, dirección de arte– que llevó en volandas a los espectadores, sobre todo a las del sexo femenino, al universo de la moda de finales de los 50 y principios de los 60. Con los ojos de par en par –eso sí, uno de ellos puesto en los smartphones, la reivindicación retro tenía sus límites– la audiencia se ofrecía para la percha donde lucir los diseños de la serie. Pocas veces Paula Echevarría, Manuela Velasco, Natalia Millán y Marta Hazas, entre otras, generaban tanta envidia. Está por comprobar si las Galerías Velvet vuelven a ser un negocio emergente en el siglo XXI e inundan las calles de Madrid con sus modelos.

Vampirizar a los grandes

«No hemos fusilado a ningún modista de la época en concreto» –afirma Helena Sanchís, la directora de vestuario de «Velvet»–, «pero sí que se ha ''vampirizado'' el trabajo de grandes maestros como Dior, Balenciaga, Yves Saint Laurent y Pertegaz». Sanchís insiste en que es una ficción, en que en la España de los años 50 sólo unos pocos vestían así y, sobre todo, que el vestuario habla por los personajes, de su presente económico y cultural. «Había que recrear dos mundos: el de las jóvenes costureras que están trabajando en el taller, con diseños dulces, románticos y alegres en los que se solían combinar dos piezas –falda y blusa o chaqueta que tenían texturas diferentes–, y el de los propietarios de las Galerías Velvet y sus clientes, más glamuroso y sofisticado». La paleta de colores a utilizar también ha sido cuidada hasta el más mínimo detalle: «Se ha priorizado la gama de tonos empolvados porque en la televisión es muy peligroso meter mucho color, se satura la imagen. Lo mismo ocurre con los estampados, aunque hay excepciones». Una de ellas fue el vestido color «velvet» con escote halter y falda de vuelo que vistió Paula Echevarría en el primer capítulo de la serie.

Tanto mimó Sanchís el exquisito envoltorio de las actrices que hasta les hizo llevar ropa interior de la época –quizá el mejor secreto y casi nunca mostrado en pantalla–, para que realzar los diseños. Puede parecer un asunto baladí, pero el argumento que ofrece la figurinista es toda una clase de moda resumida en un puñado de frases. «La ropa interior que se ponían en esos años cambiaba la línea de las mujeres: las fajas para lograr una cintura supermarcada, los sujetadores picudos para resaltar el pecho... Esas prendas resultaban fundamentales para el resultado final, extremadamente femenino y muy elegante, aunque suponía un sacrificio para las féminas», explica. Aunque en España hablar de series con hechuras de superproducciones es casi una temeridad –los presupuestos se ajustan tanto como los de unos grandes almacenes en tiempos de rebajas–, para «Velvet» se han confeccionado, y lo que queda, más de doscientos vestidos y trajes a medida, tanto masculinos como femeninos. A eso hay que añadir una ímproba labor de rastreo con una parada obligatoria y mítica para el sector audiovisual español, la Sastrería Cornejo, además de El Rastro madrileño y las boutiques «vintage» de París o los diseños de coleccionistas de Londres. Entre todos, pusieron a disposición de la ficción entre 800 y 900 diseños. Los complementos como zapatos, sombreros, bolsos y guantes también son originales.

Como directora de vestuario, Sanchís va a tener que vivir en sus propias carnes uno de los aspectos claves de la narración que marca el futuro de los protagonistas: la Transición, que para algunos fue traumática, de la alta costura al «prêt-à-porter» que se inició en aquellos años. Ante la posibilidad, nada desdeñable, de que la calle recoja el guante de «Velvet» y reclamé estos diseños, Sanchís afirma: «Ojalá, porque eran unos modelos muy femeninos y muy elegantes. La moda en los 50 era una maravilla, aunque no es menos cierto que el «prêt-à-porter» supuso una liberación para la mujer».