Yo Creo

«He confesado y he impuesto la ceniza al equipo de Masterchef»

Marcos García, sacerdote venezolano de 44 años, vive su participación en el concurso culinario de televisión como «una ventana para lanzar un mensaje de esperanza y evangelizar»

Marcos García, fraile dominico
Marcos García, fraile dominicoJesús G. FeriaLa Razón

Un dominico en Masterchef. Por primera vez un religioso entra en el plató de concurso que ya acumula once temporadas. Y lo hace por méritos propios, como demuestra el hecho de continuar después de 14 programas. Venezolano de 44 años, no llega de nuevas a la tele. Fue periodista antes que fraile. Cuando no está entre fogones forma parte del equipo de promoción vocacional y juvenil en el vicariato de la Provincia de Nuestra Señora del Rosario en España y es un cura más de la parroquia de San Pedro Mártir, a las afueras de Madrid.

¿Cómo acaba un fraile como usted en un sitio como éste?

Tengo varias familias colombianas y venezolanas amigas y suelo ir a cocinar a sus casas. Ya sabes que los latinos somos de compartir la vida en la cocina. Mientras preparas una arepa una te dice que ha dejado a su novio, el otro te cuenta que su hijo se va a graduar… En una de esas reuniones, apareció una periodista y me sugirió que me presentara al concurso. Entre bromas, me acabaron inscribiendo. Y me llamaron. En los casting yo no dije que era fraile hasta que fui pasando fases y, entonces les planteé que era sacerdote y que estaba pendiente de una cirugía lumbar para ver si se desanimaban. Pero el remedio fue peor que la enfermedad y así acabe en Masterchef.

¿Y por qué ponerse bajo la lupa de los focos?

Un programa como éste es una ventana importante para enviar un mensaje de esperanza. Y también de evangelizar. Antes muchos los chicos tocaban a las puertas de los conventos queriendo ser monjes. Hoy los jóvenes no están en las pantallas, en las redes y somos nosotros los que tenemos que hacernos ver en esos espacios. Un fraile, una monja, un cura o un matrimonio católico tiene que estar allí donde está la vida.

¿Hay recetas de microondas para conseguir vocaciones?

Hay ingredientes. Lo primero, es poner un toque de alegría, acompañado del testimonio desde tu realidad, desde lo que eres, desde tu debilidad. El Señor te llama con tu todo, no solo con tus talentos. A veces pensamos que la vocación es solo para perfectos. Cristo no quiere seguidores a los que no les corra la sangre por sus venas. No dice: «Sígueme que voy a hacer de ti un robot o un pinocho para manejarte». El Señor nos quiere humanos y libres. Solo desde ahí puedes despertar en el joven el enamoramiento por Dios, porque has elegido desde la libertad tu opción de vida. Es similar a estar casado. Se puede atravesar la muchacha más linda o el tío más guapo, pero sabes que por encima de esa atracción está la pasión a tu pareja y el amor a tu familia. A los sacerdotes nos tienen que ver como hombres de fe, con una profunda esperanza y una inagotable caridad y misericordia que interpele al que está enfrente a preguntarse por el sentido de su vida.

¿Sus superiores dudaron en darle permiso para Masterchef?

Evidentemente en un primer momento se mostraron preocupados porque implicaba exponerme a mí y a la Iglesia. Sin embargo, un fraile que fue mi superior en Venezuela decantó la balanza al ‘sí’ cuando dijo: «¿Qué tenemos que ocultar? Somos hombres comunes y corrientes que hemos optado solamente por seguir al Señor y eso es lo que puedes y debes mostrar». Desde ese momento, el prior y mi comunidad me han apoyado al cien por cien. Es cierto que durante los meses de grabación han tenido que suplirme y les he complicado un poco la vida.

¿Tiene callo suficiente como para sufrir el juicio público?

No se puede caer bien a todo el mundo. Con eso hay que contar, y mi experiencia como comunicador algo ayuda. Pero, sobre todo es importante saber lo que tú eres y quién eres frente al Señor. Podemos mentir al mundo, pero ante Dios estamos desnudos.

Además de concursante, ¿ha ejercido de capellán?

Al principio yo fui muy prudente, por temor a que pensaran que el cura venía de listo a adoctrinarlo. Sin embargo, me he llevado muchas sorpresas porque algunos eran alumnos de colegios religiosos y se acercaban a mí para preguntarme dudas de fe, para compartir sus inquietudes... Como no podía celebrar la eucaristía durante los días de grabación buscaba mis tiempos de silencio para orar y meditar y ellos se daban cuenta, me preguntaban, se interesaban… Ha sido una experiencia de primera evangelización. Del equipo de cámaras, maquillaje y vestuario, también me han pedido que les confesara. Incluso impuse la ceniza a unos cuantos el Miércoles de Ceniza. En resumen, he recibido mucho. Puedo decir que Masterchef es una escuela de aprendizaje, no solo ante los fogones, sino porque salgo ganando por la experiencia de tantas vidas con las que me cruzo. Además, me han ayudado a romper con ese estereotipo de que en España nadie cree ya en Dios.

El CIS habla de una caída en picado de los creyentes…

Quizá no hay una feligresía tan fiel y constante como antes. Estamos en un periodo de transición que se presenta como una oportunidad para la Iglesia si la sabe aprovechar bien.

Se ha tomado en sentido literal eso de ser la sal del mundo…

Hay que tomárselo muy en serio, porque la sal no solamente sirve para dar sabor, sino también para sazonar, mantener, para curar, para sanar. El Papa Francisco no dice por casualidad eso de que no quiere cristianos con cara de vinagre. Tenemos que dar sabor a este mundo. Tiene que haber una renovación de la Iglesia, dejar a un lado la pereza y el desánimo y ser más atrevidos. Es verdad que se han cometido errores gravísimos como los abusos sexuales, pero aprendamos de ellos, pongamos mano dura en esta cuestión, borremos cualquier signo de complicidad y sigamos adelante.

Habla de Francisco, ¿qué menú le prepararía?

Un buen asado porque sé que tiene buen saque. No se lo haría al estilo argentino porque seguro que no estoy a la altura, pero sí tengo el punto cogido al asado colombiano, con su maíz, su plátano maduro y su papa salada. Lo acompañaría además con algún plato venezolano, de mi tierra. Por ejemplo, una ensalada parrillera de zanahoria, repollo y yuca.