La opinión de Antonio Pelayo

Ante la Cuaresma

El Papa Fransisco nos invita a que descubramos estos cuarenta días como tiempo de conversión y de libertad

El Papa Francisco preside una misa este domingo en la Arena de la Estepa en Ulán Bator, la capital de Mongolia
El Papa Francisco presidiendo una misa en Ulán Bator, la capital de MongoliaNg Han GuanAgencia AP

Dentro de tres días cae el Miércoles de Ceniza que, para muchos cristianos de épocas no tan lejanas, se reducía, lamentablemente, a unos días de ayuno, abstinencia y algún que otro pequeño sacrificio. Como todos los años, el Papa nos ha dirigido un mensaje que lleva como título "A través del desierto Dios nos guía a la libertad", evocación de los cuarenta años que trascurrieron desde que el pueblo de Israel salió de Egipto hasta su llegada a la tierra prometida "que mana leche y miel".

Pero hoy la libertad "ya no es escapar de la esclavitud del faraón porque más terrible que su dominio despótico -escribe Francisco-, son los ídolos: poder todo, ser reconocidos por todos, tener lo mejor por encima de todos; cada ser humano advierte la seducción de esta mentira dentro de sí mismo. Es un camino viejo. Podemos apegarnos así al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición, incluso a algunas personas. En vez de movernos nos paralizamos".

Partiendo siempre de esa comparación, el Papa asegura que "a diferencia del faraón, Dios no quiere súbditos, sino hijos. El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no caer de nuevo en la esclavitud".

Bajando a lo concreto, el mensaje nos invita a hacer opciones contracorriente que cambien nuestro estilo de vida cotidiana, a la hora de comprar, gastar y vestir, a la de incluir a esas personas que no vemos o son despreciadas, al cuidado del territorio en que vivimos, los pequeños gestos de nuestra convivencia en familia y en la sociedad. Una conversión que tendrá como consecuencia "el destello de una nueva esperanza", en palabras papales. Hay que descubrir la Cuaresma como tiempo de conversión y de libertad. Tenemos por delante cuarenta días.