La opinión de Marta Robles
Dobles deseos
Los padres de un niño enfermo harían cualquier cosa por curarlo y, en tanto sana, por alimentar su esperanza.
Déjenme olvidarme por un momento de las malas noticias y ponerle un rayo de esperanza a lo más insoportable: el sufrimiento de un hijo. No existe nada tan atroz como contemplar con impotencia el dolor de un ser querido. Cuando se trata del de un hijo, desgarra hasta el infinito. Los padres de un niño enfermo harían cualquier cosa por curarlo y, en tanto sana, por alimentar su esperanza.
Por eso me ha conmovido la iniciativa de la Fundación Pequeño Deseo: una vela doble para que soplar el día del cumpleaños sea un instante mágico y garanticé no una, sino dos oportunidades de que se cumplan los deseos.
En la presentación de esta vela asombrosa, a la que acudieron personas tan solidarias como los chefs Samantha Vallejo-Nágera y el hijo del chef estrella Michelin, Mario Sandoval, o los ilusionistas de renombre Jorge Blass, Inés la Maga, Yunke oJandro, este último recitó una máxima que me llegó al corazón: «La diferencia entre estar vivo o muerto no es respirar, es tener ilusión».
Y es tan cierto, como que el mundo anda lleno de muertos vivientes, incapaces de intuir luz al final del camino, que han perdido ya la fe en tiempos mejores y viven, con desgana, unas existencias desoladoras.
Devolverles la ilusión a los niños enfermos tal vez no contribuye a que mejoren sus síntomas, pero sí a que les resulten más llevaderos. Todo es distinto cuando imaginan que un día se obrará el milagro que anhelan y podrán abandonar hospitales y tratamientos para llevar una vida normal. Cuando esa ilusión reaparece en sus hijos, los padres desconsolados recuperan parte de la suya y vuelven a creer en la magia. Me gusta esta vela de doble deseo. Me gusta duplicar las posibilidades de que los sueños se puedan hacer realidad.
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