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Psicología

Dos cosas que no debes decirle a tu pareja, según un psicólogo

La sinceridad es un pilar en cualquier relación, pero no toda verdad fortalece el vínculo: a veces, callar es también un acto de amor

Dos cosas que no debes decirle a tu pareja, según un psicólogo La Razón

En la mayoría de las relaciones se da por hecho que la honestidad lo cura todo. “Si hay amor, hay que contarlo todo”, solemos pensar. Sin embargo, la psicología lleva años desmintiendo esa creencia. La verdad, cuando no se administra con empatía, puede convertirse en una forma sutil de agresión. Ser sincero no siempre significa decirlo todo; a veces, implica saber cuándo es mejor guardar silencio.

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La clave, según los expertos, está en la intención. Si lo que vas a decir busca construir, puede ser una muestra de cariño. Pero si solo pretende tener razón o desahogar una molestia, probablemente cause daño. Dos ámbitos especialmente delicados en los que conviene pensar antes de hablar son el cuerpo y la conducta cotidiana de la pareja.

1. Comentarios sobre el cuerpo

Pocas cosas resultan tan sensibles como el cuerpo. No se opina sobre cuerpos ajenos, tampoco el de alguien de confianza ni tu pareja. Es natural notar cambios: unos kilos de más, una arruga nueva, un peinado distinto y, a veces, comentar lo que se ve parece inofensivo, incluso bienintencionado. Pero la evidencia psicológica apunta a lo contrario.

Un estudio publicado en Family, Systems, & Health muestra que más de la mitad de las personas que reciben observaciones sobre su aspecto físico por parte de su pareja se sienten peor después de la conversación, sin importar si el comentario se formula en tono de humor o de preocupación.

Según la psicoterapeuta Esther Perel, el cuerpo es un territorio íntimo, profundamente ligado a la autoestima y la identidad. “Cuando una pareja opina sobre el cuerpo del otro, aunque lo haga con amor, puede estar tocando fibras de inseguridad o vergüenza que ya existen”, explica.

Además, casi todos somos conscientes de nuestros propios cambios. Todo el mundo tiene espejos en su casa. Si tú lo has notado, lo más probable es que tu pareja también lo haya hecho. Recordárselo no suele motivar: más bien refuerza la autocrítica. Si es un problema que va más allá y puede comprometer la salud, no dudes en hacerlo, pero siempre desde el respeto y la comprensión. Si el comentario no ayuda y no es necesario, quizá sea más amable no decirlo.

2. Críticas que no construyen

Convivir implica observar defectos, diferencias y pequeñas manías. Pero no todas merecen ser señaladas. Comentarios como “Siempre llegas tarde” o “Otra vez gastando de más” rara vez mejoran algo; en la mayoría de los casos, solo generan defensividad y distancia emocional.

Un trabajo publicado en Behavior Therapy comprobó que el tono y la intención con que se expresan las críticas pesan más que el contenido mismo. Si la frase se percibe como un reproche, reduce la satisfacción en la relación; si, en cambio, se formula desde la empatía o la búsqueda de solución, fortalece el vínculo.

John Gottman, uno de los mayores investigadores en dinámica de pareja, lo resume con una fórmula sencilla: “Las críticas que empiezan con ‘tú siempre’ o ‘tú nunca’ son el principio del fin”. En lugar de atacar, propone hablar desde la propia experiencia: “Me siento frustrado cuando llegamos tarde” tiene un impacto muy distinto a “Siempre te retrasas”.

La autorregulación emocional juega aquí un papel esencial. Antes de hablar, conviene detenerse y preguntarse: “¿Digo esto para mejorar algo o solo para desahogar mi enfado?”. Si la respuesta apunta a lo segundo, el silencio momentáneo puede ser más saludable que la sinceridad impulsiva.

Ninguna relación puede sostenerse sobre la mentira, pero tampoco sobre la franqueza brutal. La honestidad solo funciona cuando se acompaña de tacto, empatía y un propósito constructivo. No se trata de ocultar, sino de cuidar. De elegir el momento, el tono y la intención. En ocasiones, callar no significa engañar: significa respetar los límites emocionales del otro y preservar la conexión. La intimidad no depende de contarlo todo, sino de saber qué merece ser compartido. Y, en una relación, pocas habilidades son tan poderosas como esa.