Alimentación

Huevos: ¿Es seguro lo que comemos?

Inmovilizadas en Vizcaya 20.000 unidades contaminadas por fipronil. Los expertos alertan de que los grandes riesgos alimentarios del futuro serán de origen químico

Los huevos ecológicos y camperos cada vez se consumen más, pero siguen siendo bastante minoritarios
Los huevos ecológicos y camperos cada vez se consumen más, pero siguen siendo bastante minoritarioslarazon

Inmovilizadas en Vizcaya 20.000 unidades contaminadas por fipronil. Los expertos alertan de que los grandes riesgos alimentarios del futuro serán de origen químico.

España ingresó oficialmente ayer en la «crisis del huevo» que involucra ya a otros 18 países europeos y Hong Kong. A última hora del pasado viernes, el Sistema Europeo de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF) comunicó a la Agencia Española de Consumo Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan) la llegada, procedente de Francia, de una partida de 20.000 unidades de huevo líquido pasterizado contaminadas con el insecticida fipronil y destinadas a un establecimiento de Vizcaya. Aecosan informó a las autoridades sanitarias vascas, que inmovilizaron la partida de forma inmediata.

El sistema de alertas continental demostró una vez más su eficacia, pero no evitará que la Comisión Europea, como anunció antes de ayer, revise sus medidas de seguridad alimentaria. El 20 de julio, el sistema RASFF tuvo conocimiento de que millones de huevos procedentes de granjas de Bélgica que, a su vez, exportaban a toda Europa, habían sido contaminados con fipronil, un insecticida destinado en este caso para acabar con el ácaro rojo en las gallinas y cuyo uso está permitido en animales domésticos, pero no en aquellos destinados a la cadena alimentaria. El escándalo continúa: dos directivos de la empresa holandesa ChickFriend, propietaria de la explotación, ya han sido detenidos; mientras, ayer se conoció que el Consejo Superior de Salud belga ya alertó de la presencia del fipronil hace más de un año a las autoridades del país.

Según los expertos, la probabilidad de que un ser humano se intoxique por consumir huevos contaminados por este insecticida son muy remotas. La OMS lo clasifica en el nivel 2, dentro de los productos moderadamente peligrosos. Como explicaba a este diario Alfonso Carrascosa, experto en seguridad alimentaria del CSIC, las concentraciones de fipronil en estos alimentos son 100 veces menores que las que podrían causar síntomas como nauseas o vómitos. De hecho, habría que consumir alrededor de 1.000 huevos contaminados de golpe para notar sus efectos adversos. Ahora bien, ¿podemos tener la seguridad de que los alimentos que ingerimos son seguros?

«El sistema alimentario es muy complejo. El mercado europeo es abierto. Constantemente están produciéndose, comercializándose y consumiéndose alimentos. Pero, hoy, por hoy, Europa es uno de los territorios con mayores y mejores controles», afirma a LA RAZÓN Juan José Badiola, catedrático de Salud Animal de la Universidad de Zaragoza y miembro de la Red Europea de Riesgos Emergentes para la Cadena Alimentaria Europea de EFSA. El experto, que fue clave a la hora de paliar los efectos en nuestro país de la encefalopatía espongiforme bovina, comúnmente conocida como la enfermedad de las «vacas locas», asegura que aquella crisis ha sido clave para que los controles sean ahora más estrictos. Ahora bien: «¿Seguridad al 100%? Caminar por la calle es seguro. ¿Te puede atropellar un coche? Podría ocurrir». No en vano, según la OMS, los alimentos contaminados pueden causar más de 200 enfermedades.

Nuestro país, explica, cuenta con un sistema de vigilancia y control «diario y cotidiano», llevado a cabo por inspectores de las consejerías de sanidad autonómicas, que son las que tienen las competencias en la materia. En el caso de las granjas, los dueños deben registrar todos los pasos que dan –piensos, insecticidas, medicamentos administrados a los animales, etc– en sus libros de explotación, que estarán sujetos a inspecciones. Hay que recordar que, en lo que respecta al mercado del huevo, España es más exportador –unas 150.600 toneladas al año– que importador –36.400 toneladas–, lo que no hace fácil la entrada de más partidas contaminadas.

Mientras, en los mataderos funciona de forma diferente: «Cuentan con veterinarios que tienen que estar tomando muestras continuamente. Hasta que el animal llega al matadero, son los inspectores de las consejerías quienes tienen que velar por la seguridad alimentaria; una vez que se cierran las puertas, el responsable es el Ministerio de Sanidad», dice Badiola

En lo que respecta a los pescados, las revisiones se llevan a cabo en las propias lonjas. En este sentido, uno de los enemigos a batir es el anisakis, el parásito que se cobija en algunos peces. Un reciente estudio del CSIC alertaba de que, sólo por el consumo de boquerones en vinagre, España registraba unos 8.000 casos anuales.

Badiola señala que se siguen detectando –aunque cada vez menos– casos de tuberculosis en animales silvestres, como jabalíes y ciervos. «Es un problema muy serio: son animales de caza y pueden transmitirla a su vez a otros animales», explica. Asimismo, casi se ha conseguido erradicar la triquinosis, aunque todavía siguen detectándose algunos brotes en jabalíes.

Sin embargo, la red europea de la que forma parte Badiola trabaja en la previsión de riesgos futuros en la cadena alimentaria. Y, aunque no pierden de vista las enfermedades orgánicas, el principal peligro es químico. «El fipronil es un buen ejemplo. Los pesticidas siguen siendo un riesgo importante». Según la patronal Aepla, España facturó en 2016 unos 1.100 millones de euros con estos productos, convirtiéndose así en el mayor productor de Europa. Sin embargo, las autoridades han alertado del mercado negro de estos insecticidas. De hecho, las estimaciones de WWF hablan de alrededor de 185.000 animales muertos en nuestro país en los últimos 20 años por el uso de pesticidas y venenos ilegales –como en el caso de Bélgica–, «de facil acceso por el tráfico clandestino».

Pero el resto de contaminantes químicos también constituyen una seria amenaza, como son «los metales pesados –el mercurio en el atún, por ejemplo– o las micotoxinas». Estas últimas, según explica Aecosan, son sustancias producidas por el moho que pueden crecer sobre los alimentos, representando «un riesgo serio para la salud humana y animal»: inducción al cáncer, problemas gastrointestinales y en el riñón...