Hogar
Una ingeniera en alimentos revela por qué este utensilio es una de las superficies más contaminadas de la cocina
Su estructura retiene humedad y partículas microscópicas, justo lo que muchas bacterias necesitan para multiplicarse
En casi todas las cocinas hay un objeto que pasa de mano en mano sin que nadie le preste demasiada atención. Vive pegado al fregadero, participa en todas las comidas y se empapa día tras día de agua y restos de comida. Y, según la ingeniera en alimentos Montse Meléndez, puede llegar a estar más contaminado que muchas zonas del baño.
La escena es muy familiar: se recoge la mesa, se apilan platos, vasos, sartenes, y ese pequeño artículo entra en acción. Frota, arrastra grasa, se mete en las esquinas de los recipientes y luego vuelve a su rincón, a veces olvidado en un charco de agua con jabón. Lo vemos como un aliado de la limpieza, pero la experta recuerda que, mal gestionado, puede convertirse justo en lo contrario: un vehículo para repartir bacterias por todo el menaje.
La experta en seguridad alimentaria lleva tiempo alertando de que ese gran olvidado merece mucha más atención de la que le damos. No habla de la encimera, ni del cubo de basura, ni siquiera del paño de cocina. Habla del estropajo, de la esponja con la que fregamos los platos cada día y que puede ser una de las superficies más contaminadas de la cocina.
El problema no está solo en lo que se ve. A simple vista, el estropajo puede parecer limpio: algo de espuma, olor a detergente y ningún resto de comida grande pegado. Pero, como explica la ingeniera, lo que cuenta está dentro. La estructura porosa de la esponja retiene humedad y partículas microscópicas de alimento, justo lo que muchas bacterias necesitan para multiplicarse.
Por eso insiste en que el estropajo no es un objeto para usar hasta que se deshace. En muchas casas se estira su vida útil durante meses, casi por inercia, hasta que pierde forma o directamente se rompe. Desde el punto de vista de la seguridad alimentaria, ese gesto de aprovecharlo al máximo es un error.
Hay señales que no conviene ignorar. Si al acercarlo a la nariz desprende un olor desagradable, agrio o a humedad vieja, por mucho que parezca limpio a primera vista, ha llegado la hora de cambiarlo. Lo mismo ocurre si el color está muy apagado o con manchas oscuras que no desaparecen, si la textura se ha vuelto demasiado blanda y deshecha o si tiene restos incrustados que no salen ni frotando profundamente.
Cómo desinfectar el estropajo
Además de sustituirlo con más frecuencia, la experta recomienda llevar a cabo una rutina de desinfección. Aclararlo un poco bajo el grifo con agua caliente y jabón ayuda a reducir la suciedad visible, pero es insuficiente si queremos mantener bajo control la cantidad de microbios que se acumulan. Su propuesta es sencilla: reservar, como mínimo una vez a la semana, un momento para desinfectar la esponja, y hacerlo incluso más a menudo si se friega varias veces al día o si en casa hay personas vulnerables.
Los métodos, en realidad, están al alcance de cualquiera. Uno de los más prácticos consiste en humedecer bien el estropajo y meterlo en el microondas durante un minuto o dos, siempre comprobando antes que no tenga ninguna parte metálica. El calor concentrado ayuda a reducir de forma notable la presencia de bacterias. Otra opción casera es hervirlo en un cazo con agua durante unos minutos y dejarlo luego escurrir y secar.
Lo que la ingeniera desaconseja con claridad es dejar el estropajo permanentemente en remojo, flotando en un vaso o en un cuenco junto al fregadero. Esa costumbre, que mucha gente asocia con tenerlo limpio y a mano, en realidad mantiene la esponja en un entorno constantemente húmedo y rico en nutrientes, justo lo que favorece el crecimiento bacteriano. La alternativa que propone es mucho más simple: escurrirlo bien tras cada uso, eliminar los restos de comida visibles y dejarlo en un lugar aireado, donde pueda secarse entre fregado y fregado.