El "Woodstock" de la Iglesia

La JMJ de Lisboa: el reto de reconectar con los jóvenes

Francisco aterriza este miércoles en Lisboa para cautivar a la Generación Z a través del mensaje social de la Iglesia

Unos 1.200 jóvenes de la Diócesis de Getafe (Madrid) partirán para preparar la Jornada Mundial de la Juventud
Unos 1.200 jóvenes de la Diócesis de Getafe (Madrid) partirán para preparar la Jornada Mundial de la JuventudEuropa Press

Cuando Buenos Aires acogió la primera Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) fuera de Roma en 1987, Jorge Mario Bergoglio ni tan siquiera era obispo, tan solo un jesuita algo incómodo que acababa de dejar su cargo como rector del Colegio Máximo de San Miguel. Hoy, como Papa, ha presidido tres de estas citas multitudinarias que hay quien denomina el «Woodstock» católico. Y va a por la cuarta. El 2 de agosto aterrizará en Lisboa donde permanecerá hasta el domingo para acompañar a no menos de un millón de jóvenes que vivirán unos días de encuentro, oración y fiesta a orillas del Tajo. Prevista para hace un año, el Vaticano pospuso la convocatoria para no contar con restricción alguna vinculada con la pandemia.

Aunque Francisco no llegue hasta el miércoles, Portugal ya se ha llenado de peregrinos, hasta tal punto que los organizadores podrían verse desbordados por las previsiones iniciales de asistentes. España es el país con más participantes. Oficialmente hay 75.000 inscritos, pero podrían superarse los 100.000 durante la clausura el próximo fin de semana. De momento, este lunes contarán con su propio pistoletazo de salida con una masiva misa en Cascais que culminará con un concierto en el que Nacho Cano llevará parte de su musical «Malinche».

Más allá de estas cifras, en la Iglesia preocupa la desconexión con la Generación Z en el día a día de las parroquias. Se calcula que en algunas diócesis de nuestro país, la participación en la misa entre los jóvenes no llega al 1 por ciento, con la correspondiente crisis vocacional para un relevo de sacerdotes y religiosos. En Portugal, hay un 24,4% de curas menos que hace veinte años. Al igual que sucede con los partidos políticos, los sindicatos, e incluso, las ong, también comparten esa desafección y alergia a todo vínculo institucional, con el añadido de una oleada de secularización en el mundo occidental.

En España, la respuesta a este éxodo ha venido de la mano de métodos de evangelización de importación americana, como Life Teen, y los retiros Emaús y Effetá, que promueven conversiones con una impronta emocional significativa. Sin embargo, si hay un fenómeno en auge dentro de la pastoral con jóvenes en nuestro país y que ya trasciende fronteras es Hakuna. Nacido de la mano del sacerdote Jose Pedro Manglano hace una década en la JMJ de Río de Janeiro como respuesta al «hagan lío» que lanzó Francisco, ya se han constituido como asociación privada de fieles. Con la adoración al Santísimo y la música como ejes y la espiritualidad del Opus Dei como uno de sus pilares, están presentes en un veintena de países y su tirón es tal que, a través de sus canciones, han conquistado las listas de Spotify con más de 14 millones de reproducciones. En Lisboa contarán con su propio concierto.

No fue casualidad que el propio pontífice argentino convocara en 2018 un Sínodo de loa Jóvenes al que acompañó la posterior exhortación apostólica «Christus vivit» en la que instó a promover una reforma encaminada a que la Iglesia se libere «de los que quieren avejentarla, esclerotizarla en el pasado, detenerla y volverla inmóvil» para que deje de estar «a la defensiva» y no se convierta «en un museo».

Así pues, la JMJ lisboeta busca aterrizar estos postulados con una reformulación del programa de actos, principalmente las catequesis. Durante tres días, los jóvenes acudirán por la mañana a diferentes templos de la ciudad para escuchar a diferentes obispos. Tal y como explican los organizadores del encuentro siguiendo las indicaciones de la Santa Sede, se habrían dejado a un lado temas morales para centrarse más en el diálogo que Francisco propone de la Iglesia con el mundo, del aterrizaje del mensaje de Jesús con los problemas de hoy. Así, los temas elegidos para estas tres jornadas son la ecología integral, la amistad social y la misericordia, o lo que es lo mismo, Doctrina Social de la Iglesia que habla del compromiso creyente con el cambio climático, el diálogo con las otras religiones, la entrega a los más vulnerables, el perdón por encima del juicio… Además, también se habría solicitado a los obispos que redujeran el tiempo de las intervenciones en favor de incluir más testimonio y diálogo con los jóvenes. O lo que es lo mismo, menos sermones y más coloquio para unos peregrinos cuya atención no es apta para lecciones magistrales sino para el vertiginoso ritmo de los «shorts» de TikTok y las «stories» de Instagram.

Una propuesta cien por cien Bergoglio en un intento de vincular la fe a la realidad para evitar mostrar, como el mismo pontífice expresó en su exhortación, que los «papaboys» son «bichos raros», ajenos al entorno en el que se mueven. De hecho, en un vídeo publicado esta misma semana, Francisco incidía en la necesidad de que los jóvenes católicos sean protagonistas de una transformación del planeta: «Me gustaría ver en Lisboa una semilla del mundo del futuro. Un mundo donde el amor esté en el centro, donde podamos sentirnos hermanas y hermanos. Estamos en guerra, necesitamos otra cosa».

En esta misma línea, se busca huir de todo proselitismo, tal y como señaló el neocardenal Carlos Aguiar, obispo auxiliar de Lisboa y principal organizador de la cita, en unas declaraciones que han sido malinterpretadas por algunos medios católicos como si se trata de una proclama descafeinada de la fe: «Nosotros no queremos convertir a los jóvenes a Cristo ni a la Iglesia católica ni nada de eso, en absoluto». Más tarde, tuvo que aclarar y subrayar que « «la JMJ es una invitación a todos los jóvenes del mundo a una experiencia de Dios».