Nuevo Papa

León XIV se ofrece como mediador de paz: «¡Negociemos!»

Parece que es ya una línea de acción de la diplomacia vaticana que pilota personalmente el nuevo Pontífice

El Papa León XIV recibe en audiencia a los peregrinos que participan en el Jubileo de las Iglesias Orientales, este miércoles. EFE/ Vatican Media *****SOLO USO EDITORIAL/SOLO DISPONIBLE PARA ILUSTRAR LA NOTICIA QUE ACOMPAÑA (CRÉDITO OBLIGATORIO) *****
Audiencia del Papa con motivo del Jubileo de las Iglesias OrientalesVatican MediaAgencia EFE

Cuando se cumple una semana de que fuera elegido como Sucesor de Pedro, León XIV ya ha marcado cuál va a ser el principal eje de su Pontificado: la paz. Y no parece que simplemente se convierta en una referencia recurrente en sus discursos, sino que parece que ya es una línea de acción de la diplomacia vaticana que está pilotando personalmente. Ya el lunes pasado dio un paso al frente para telefonear al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski. En la conversación, ambos acordaron mantener el contacto y planificar un encuentro personal en un futuro próximo y el mandatario europeo invitó al Pontífice a visitar el país para llevar «una esperanza real al pueblo ucraniano».

Lo cierto es que Ucrania cuenta con la presión del Vaticano para que Putin devuelva a los niños que secuestró en estos tres años de invasión, gracias a la misión que encargó Francisco al cardenal italiano Matteo Zuppi. De ahí que no fuera baladí que León XIV se refiriera precisamente a los menores el pasado domingo en su primer Este jueves, el Papa Prevost fue un paso más allá en su grito para frenar los conflictos abiertos en el planeta presentándose como el mediador para tender esos puentes de los que habló en su primer «urbi et orbi». «Para que esta paz se difunda, emplearé todos mis esfuerzos. La Santa Sede está disponible para que los enemigos se encuentren y se miren a los ojos. Con el corazón en la mano, digo a los responsables de los pueblos: ¡encontrémonos, dialoguemos, negociemos!», entonó León XIV en una audiencia con los participantes en el Jubileo de las Iglesias Orientales, en el Aula Pablo VI.

Sabedor de la credibilidad de que goza la geopolítica vaticana, como el actor de referencia más respetado a la hora de solventar guerras enquistadas, el Pontífice sacó pecho para remarcar que la Santa Sede está a disposición «para que los enemigos se encuentren y se miren a los ojos, para que a los pueblos se les devuelva la esperanza y se les dé la dignidad que merecen, la dignidad de la paz».

Aterrizando en los puntos más calientes del planeta, el Papa enumeró alguno de estos frentes abiertos, «de Tierra Santa a Ucrania, del Líbano a Siria, de Oriente Medio a Tigray y el Cáucaso». «¡Cuánta violencia!», lamentó. En esta misma línea, denunció «el horror» que padecen los ciudadanos en estos lugares que acarrean «masacres de tantas vidas jóvenes» que mueren «en nombre de la conquista militar». «Pienso en la variedad de sus orígenes, en la historia gloriosa y en los amargos sufrimientos que han padecido o padecen muchas de sus comunidades», sentenció. «Recemos por esta paz, que es reconciliación, perdón, valor para pasar página y volver a empezar», planteó a un auditorio que, una y otra vez, secundó con aplausos su plegaria.

León XIV reflexionó en voz alta, enfatizando que la guerra «nunca es inevitable». «Las armas pueden y deben ser silenciadas, porque no resuelven los problemas sino que los aumentan; porque pasará a la historia quien siembre la paz, no quien coseche víctimas», comentó. A renglón seguido, planteó que «los otros no son ante todo enemigos, sino seres humanos: no villanos a los que odiar, sino personas con las que hablar».

«La Iglesia no se cansará de repetir que callen las armas», insistió, con la vista puesta en «los cristianos que, sobre todo en Oriente Medio, perseveran y resisten en sus tierras, más fuertes que la tentación de abandonarlas». Por si fuera poco, demandó que «hay que dar a los cristianos la posibilidad, no sólo de palabra, de permanecer en sus tierras con todos los derechos necesarios para una existencia segura». «Por favor, ¡defendamos esto!», apuntó. «¿Quién más que ustedes puede cantar palabras de esperanza en el abismo de la violencia? ¿Quién más que ustedes, que conocen de cerca los horrores de la guerra, tanto que el Papa Francisco llamó mártires a sus Iglesias?», se preguntó, sabedor de que muchos de los que le escuchaban en el Aula Pablo VI están padeciendo en primera persona las consecuencias de la guerra.

Junto a su llamamiento a la paz, León XIV pidió al Dicasterio para las Iglesias Orientales que le ayuden a definir unas «normas» mediante las cuales los obispos latinos puedan «apoyar concretamente» a los católicos orientales en la diáspora y preservar sus tradiciones vivas.

Además de establecer circunscripciones orientales donde sea posible y oportuno, es necesario «promover una mayor concienciación entre los cristianos latinos», planteó el Papa agustino en una de sus primeras medidas como gobernante de puertas para adentro de la Iglesia.

El Pontífice realizó este encargo, convencido de la «gran necesidad» de recuperar «el sentido de misterio que permanece vivo en sus liturgias, liturgias que involucran a la persona humana en su totalidad, que cantan la belleza de la salvación». «La Iglesia los necesita. ¡La contribución que el Oriente cristiano puede ofrecernos hoy es inmensa!», compartió, al tiempo que animó a «redescubrir, especialmente en el Occidente cristiano, el sentido de la primacía de Dios». De hecho, no dudó en elogiar «los valores tan típicos de la espiritualidad oriental: la intercesión constante, la penitencia, el ayuno y el llanto por los propios pecados y por los de toda la humanidad». Para el nuevo Papa, es «vital» conservar sus tradiciones «sin atenuarlas», para que no sean corrompidas por la mentalidad del consumismo y el utilitarismo».