Narcotráfico

Los narcos que surgieron de la «paz»

Cientos de guerrilleros que se quedaron «en paro» trabajan ahora para las redes de narcotráfico

Los narcos que surgieron de la «paz»
Los narcos que surgieron de la «paz»larazon

Cientos de guerrilleros que se quedaron «en paro» trabajan ahora para las redes de narcotráfico.

El 27 de septiembre de 2016 es una efeméride marcada a fuego en la historia de Latinoamérica. Tras más de medio siglo de conflicto armado, la guerrilla de las FARC y el Gobierno de Colombia firmaban un histórico acuerdo de paz del que llevó un tiempo dimensionar todas sus aristas. Una de ellas está emergiendo precisamente ahora, en los últimos seis meses, y repercute de forma directa en el problema del narcotráfico en Europa. Los investigadores han detectado un incremento de la entrada de cocaína que relacionan de forma directa con el fin del conflicto colombiano. La ecuación parece sencilla. Cientos de guerrilleros que durante muchos años trabajaron para las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia se quedaron, de repente, en paro. Una realidad social a que el gobierno colombiano aún no ha dado respuesta. Pero este hecho es el que ha empujado a muchos de esos guerrilleros «prejubilados» a trabajar para el narcotráfico. Esa repentina «bolsa de empleo» fue absorbida con agrado por parte de las organizaciones dedicadas a estas lides que, además, se hicieron con el control de gran parte de los terrenos ahora desmilitarizados –y poco o nada controlados por el Ejército colombiano–, que se convirtieron en zonas de cultivo y producción de cocaína. «La demanda no baja; saben que todo el aumento que haya en la producción le dan salida», explica un experto de la lucha antidroga, que se muestra alarmado porque este daño colateral del acuerdo de paz «está inundando de cocaína Estados Unidos y Europa». Y es que, la producción, según han cuantificado los investigadores, ya ha aumentado hasta un 30 por ciento; el mismo porcentaje en el que se ha incrementado la entrada del estupefaciente más codiciado al viejo continente.

Pero, ¿quién le da entrada en nuestro país? Pues bien, los narcos que operan en España poco se parecen a los que podemos ver en series de Netflix y las organizaciones son muy heterogéneas. Basta con encontrar un buen «método» y cualquiera probaría suerte. Pero dar con la tecla supone no sólo la idea (formas de importación de productos legales) sino la logística y, por supuesto, contar con gente corrupta en los puestos estratégicos. En este sentido, reconocen el problema que hay actualmente con los trabajadores de puertos y aeropuertos y, en un pequeño porcentaje, con miembros de las Fuerzas de Seguridad.

En este tipo de negocio los colombianos van a lo seguro y por eso tiran de «marcas» de confianza que les ofrecen garantías. Sito Miñanco, detenido esta semana en el marco de la «operación Mito», era para estas organizaciones un valor seguro por su bagaje pero de su «rango» hay muchos, según los investigadores, que rehusan a ofrecer más datos al encontrarse las investigaciones en marcha. Al igual que Miñanco, operan algunos clanes gallegos que se hicieron famosos en los 90 por bañar de cocaína toda Galicia aprovechando la infraestrcuctura que ya tenían montada con el contrabando de tabaco. Pero los más activos ahora no son tan famosos.

«Cualquiera que tenga un sistema, una forma de alijar (embarcaciones, planeadoras...no es tan fácil tener acceso a esa logística y menos funcionar a escondidas) y consiga la financiación necesaria puede lanzarse a hacer una operación». Prueban con pequeñas cantidades y, cuando ya están engrasadas todas las piezas del mecanismo, se lanzan con una buena entrada. Si les sale bien pueden retirarse y pasar el resto de su vida invirtiendo y blanqueando sin tocar más droga. Así, negocios ruinosos permanecen misteriosamente abiertos durante años, proliferan las especulaciones inmobiliarias y el dinero sin declarar salpica todas las esferas de la vida cotidiana de esta gente, que se acostumbra a pagar de forma sistemática en «cash». Por este tipo de imprudencias con el dinero en efectivo caen muchos de estos capos, aunque los expertos aseguran que es complicado vincular el blanqueo a una operación de estupefacientes, sobre todo ante algunos jueces.

«Gente que vive de la droga hay mucha pero el que se hace millonario con esto es quien, en el argot de los narcos, participa en “una vuelta”». Éstos cobran su parte en droga, mucho más rentable que si se llevan el mismo porcentaje acordado en dinero. El segundo escalón sería un inversor. Cualquiera puede participar en una operación. «Buscan a gente con liquidez y les hacen una oferta: me dejas 50.000 y dentro de dos meses te vuelvo con quince veces eso, 750.000. ¿Quién dice que no? No te vas a enterar de nada ni vas a ver droga jamás. Sólo haces el préstamo y le sacas toda esa rentabilidad». Así consiguen los narcos financiación y así comienza una operación. Y, con la suma de todos esos inversores contactan con los colombianos para comprar el estupefaciente. Si el sistema de introducción es nuevo o la gente está en periodo de prueba, comienzan con pequeñas entradas: dos kilos, diez, veinte... Cuando están seguros, hacen la entrada fuerte. El riesgo parece elevado pero no lo es tanto, a tenor de la siguiente multiplicación. Por ejemplo, si tratan de meter 1.000 kilos y la droga es interceptada, pierden 2,5 millones de euros. Pero si «coronan», si la operación llega a término, obtienen un beneficio de 30 millones. Esto supone que pueden permitirse 12 caídas; que una docena de veces les salga mal. Aunque las vías y los métodos de entrada oscilan de forma directamente proporcional a la presión policial (los narcos van cambiando de estrategias en función de cómo de controladas estén las fronteras); los puertos, siguen siendo el principal coladero. En Europa, se llevan la palma Rotterdam (Holanda), Amberes (Bélgica) y, en España, el de Valencia y Algeciras porque son los que registran mayor tráfico de contenedores de España (y están entre los 30 de mayor tráfico del mundo). En los puertos de Amberes y Algeciras, sólo en los últimos dos meses se han incautado cerca de 13 toneladas de cocaína en dos aprehensiones. «Estas cifras hablan solas. Están entrando cantidades que nunca se habían visto. Si alguien se arriesga a meter cinco toneladas de una vez es porque sabe que llega», insisten. En ambos casos, la droga venía en cargamentos de plátanos. Es muy habitual que salgan del puerto de Turbo (Colombia) y crucen el Atlántico. Sólo cruzarlo, el kilo de cocaína se revaloriza de forma exponencial.

Mientras siguen «jugando» al gato y el ratón –la Policía siempre un pequeño paso por detrás de los narcos– y las organizaciones siguen refinando sus métodos de introducción, continúan entrando toneladas de cocaína en España. Las autoridades trabajan para diseñar algún sistema de control efectivo que pueda poner algo de orden en la «caótica ciudad» que es un puerto de las dimensiones, por ejemplo, de Algeciras sin perjudicar a los comerciantes legales que no podrían tener sus mercancías paradas durante días (sobre todo productos perecederos) para que se pudieran inspeccionar los miles de contenedores que llegan.

Y todo esto sigue ocurriendo porque hay demanda. En este sentido, es curioso que no surja debate moral en torno al consumo de cocaína. Al igual que se habla de cómo, en la práctica, financiamos la explotación laboral infantil en países asiáticos al comprar prendas de ropa o ponemos nuestro granito de arena a las guerras que se libran en África por el coltán sólo con el simple hecho de comprar un teléfono móvil, el consumidor debería reflexionar sobre las guerras de facto que implica el narcotráfico en países latinoamericanos; sangrientos conflictos con los que se colabora con la «personal» decisión de ponerse una ralla de cocaína un fin de semana.

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