Entrevista

Más de 30 años escuchando a los neoyorquinos: «Hay muchos terapeutas obsesionados con culpar a los padres de todo»

El psiquiatra Mark Epstein mezcla el budismo y la psicoterapia en su consulta de Tribeca

El psiquiatra americano Mark Epstein
El psiquiatra americano Mark Epstein a su paso por MadridDavid Jar

Mark Epstein lleva 35 años escuchando los problemas de los neoyorquinos en su consulta de Tribeca. No es un psiquiatra al uso, suele compartir los detalles de su vida personal con los pacientes. Sobre todo les cuenta de qué manera le ha ayudado a él la meditación y la filosofía budista en los avatares que todos enfrentamos en un momento u otro. Lo cuenta todo en «El zen de la terapia» (El hilo de Ariadna), un libro que le trajo a Madrid para su presentación el pasado mes de marzo.

¿Qué tipo de meditación recomienda a sus pacientes?

En principio, ninguna. Solo si me preguntan, si ya están interesados o si no me puedo aguantar las ganas de lo claro que lo veo. Lo que les cuento es cómo me ha ayudado a mí, aunque no les enseño.

Usted tiende a comentar con los pacientes su vida personal, algo que no es muy común en un terapeuta.

Siempre he tenido mi consulta en el sótano de la casa donde vivo. Así llevo 35 años en Tribeca. La gente viene y, a veces, se encuentran con mi mujer o mis hijos. Saben que vivo allí, así que, ¿por qué no ser abierto y transparente sobre quién soy? Me he dado cuenta de que la gente quiere una relación real con su terapeuta.

¿Ha cambiado el malestar de los neoyorquinos en estos años?

Son los mismos, no ha cambiado nada. La mayoría tiene problemas acerca de sus relaciones y de las pérdidas, ya sea del trabajo, la pareja, los padres, la salud... Mucho duelo y muchas relaciones. También asuntos que tienen que ver con la creatividad y la necesidad de hablar del proceso artístico.

¿El budismo también puede contribuir al proceso creativo?

Totalmente. Para hacer descubrimientos tienes primero que trascender las ideas fijas que tienes sobre ti mismo y lo que haces. El budismo enseña a permanecer abierto a lo desconocido y, al mismo tiempo, a mantenerte en tu proceso aunque no sepas dónde va.

Usted escribe cómo le impresionó su encuentro con Ron Dass.

Cuando conocí a Ron Dass tenía 20 años y él 40. De las primeras cosas que me dijo fue que yo no era quien creía que era. Para mí fue alucinante, como una liberación, ya no tenía que ser quien creía ser. Además, el corolario a esa frase sería que tampoco tienes que saber quién eres. Crees saberlo, pero lo que tienes en la cabeza son solo pensamientos. Trabajaba tanto para construirme una identidad... y era solo un personaje. Eso me dio mucha libertad porque, de todas formas, estaba muy inseguro sobre quién era.

¿De qué forma le ha ayudado a usted el budismo en su vida?

Antes de que muriera mi padre de un glioblastoma, el tipo de tumor cerebral que te mata, pude hablar con él. Era un profesor de Medicina muy célebre y prestigioso, jefe de Departamento de la Universidad de Harvard. Cognitivamente no tenía afectación alguna, así que sabía perfectamente que no había nada que hacer. Nunca habíamos hablado de espiritualidad o budismo. Él era totalmente científico y, aunque estaba orgulloso de mí, no era un tema entre nosotros. Cuando fue diagnosticado decidí hablarle de lo que el budismo creía que iba a ocurrirle y estuvo de acuerdo. Le dije que la sensación interna que tenía desde pequeño, ese sentimiento que no se modifica, ese algo invisible, ilocalizable, los budistas creen que puede ser desgajado del cuerpo cuando este muere. Es lo que considero el alma.

Dice que nadie sale de la infancia ileso y que hay que perdonar a los padres. ¿Hay mucha tendencia a culpar a los progenitores de todos los males?

Es verdad que hay muchos terapeutas enfocados exclusivamente en lo que los padres hicieron mal en la crianza y en culparlos, como si todo lo que no fue bien sea irrevocable. Yo no estoy de acuerdo, ni desde una perspectiva espiritual ni disciplinar. El budismo cree que tu mente iluminada ya está ahí, lo que hay que hacer es deshacerse de toda la basura que la rodea para que emerja. Incluso si la infancia ha estado rodeada de dificultades, tu potencial sigue intacto para poder despertar. Hay muchos que vienen a terapia que tratan demasiado a la fuerza de perdonar a sus padres.

Todos un poco, ¿no?

Es que no creo ni que sea necesario. Hay un camino de enmedio, la compasión para el niño que fuiste y tu sufrimiento y para los padres, que, aunque fueran terribles, seguro que lo hicieron lo mejor que pudieron. Aunque bebieran o estuvieran atormentados.

Ellos también tuvieron padres.

Exacto. Intentar perdonar por encima de nuestras posibilidades puede esconder un intento de borrar el pasado. Creo que es mejor aceptar nuestra historia como historia y tratar de vivir en el presente. Hay personas cuya identidad gira en torno a sus heridas y se apegan a ellas.

¿Qué le parece el uso de drogas psicodélicas en terapia?

Creo que la gente espera demasiado de ellas, tal y como ocurrió con el Prozac o con la meditación. Habrá quien extraiga algo bueno y otros tendrán experiencias terribles o se engancharán a la experiencia.