Arquitectura
El modelo Barcelona: la exitosa persiana 'made in Soria' que maravilla a medio mundo
Un proyecto que empezó en 2009, cuando unos estudiantes presentaron en un concurso académico un rediseño de la tradicional persiana alicantina, omnipresente en los balcones mediterráneos desde los años 60
En un pequeño taller de Duruelo de la Sierra (Soria), a más de 1.200 metros de altitud y rodeado por un mar de pinos centenarios, se fabrica uno de los productos más insólitos del diseño español reciente: la persiana Barcelona. Lo que nació como un proyecto universitario en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, pensado para dar dignidad a los balcones del Raval, se ha convertido en un fenómeno internacional con pedidos que llegan desde Canadá, Australia o Hong Kong.
Todo empezó en 2009, cuando los estudiantes Pau Sarquella y Diana Usón presentaron en un concurso académico un rediseño de la tradicional persiana alicantina, omnipresente en los balcones mediterráneos desde los años 60, pero barata y de corta vida útil. La idea era sencilla pero potente: mejorar ese diseño con madera de calidad, redibujar las lamas para evitar filtraciones de agua y proporcionar una posición intermedia que dejara pasar luz y aire sin renunciar a la intimidad. Aquello era mucho más que una persiana: era un ejercicio de arquitectura aplicada a la vida cotidiana.
El prototipo gustó, pero nadie encontraba la manera de fabricarlo en serie a un precio razonable. El invento fue de taller en taller hasta dar, años después, con los hermanos Altelarrea, carpinteros de oficio en Duruelo de la Sierra que, como tantos en la comarca, habían visto hundirse la industria del mueble tras la crisis de 2008. La propuesta de los arquitectos llegó en el momento justo: necesitaban arriesgar para no desaparecer.
El camino no fue inmediato. Más de un lustro se dedicó a experimentar, modificar viejas sierras, clavar juntas imposibles y repetir procesos hasta dar con una fórmula viable. Las máquinas, heredadas en muchos casos de los años 60, fueron adaptadas como piezas únicas hasta lograr una producción mínimamente estable. La exigencia era clara: usar madera de pino soriano y emplear pinturas de alta resistencia procedentes de Alemania.
El resultado fue una persiana sólida pero ligera, disponible en colores inspirados en la arquitectura modernista barcelonesa: verdes, ocres y beige que dialogaban con fachadas históricas pero también con proyectos de vivienda social contemporánea.
El despegue en tiempos de pandemia
La pandemia de 2020 marcó el punto de inflexión. Con la vida trasladada a los hogares y las redes inundadas de imágenes de decoración, la persiana Barcelona empezó a circular de boca en boca (o mejor dicho, de foto en foto). Paralelamente, los créditos del ICO permitieron al pequeño taller reinvertir y aumentar su capacidad. Las ventas se multiplicaron y, poco a poco, llegaron los encargos del extranjero.
Hoy producen más de 18.000 metros al año, una cifra notable si se tiene en cuenta que el equipo apenas lo forman los tres hermanos, un hijo estudiante que ayuda en vacaciones y uno o dos jóvenes del pueblo. La escasez de mano de obra y las limitaciones de maquinaria impiden crecer mucho más, aunque la demanda existe.
Un producto global
Las persianas se venden a 79,86 euros el metro cuadrado, un precio intermedio: más caras que las tradicionales alicantinas, mucho más baratas que los productos de lujo. Se instalan en promociones de vivienda social, en proyectos de rehabilitación y en residencias particulares. También se adaptan como elementos de interiorismo, celosías, pérgolas o techos técnicos. La versatilidad ha sido uno de los secretos de su éxito.
Lo que sorprende de la persiana Barcelona no es solo su diseño, sino el recorrido que tiene: un objeto nacido en una clase universitaria, rescatado por carpinteros de un pueblo golpeado por la crisis y convertido en emblema de cómo la unión entre creatividad, artesanía y materia prima puede generar un producto competitivo a nivel mundial.