
Investigación
Los niños sufren más dolor crónico que los adultos
Cuatro de cada diez menores lo padece, un 10% de ellos de manera grave e incapacitante, pero se les diagnotica y trata menos

Cuatro de cada diez niños, unos 3,2 millones, sufren dolor crónico en una intensidad que afecta a su calidad de vida. Se trata de una cifra muy superior a la de los adultos (26%), y que está creciendo en todo el mundo. Además, el 10% de ellos, unos 300.000, tienen "dificultades muy graves de funcionamiento físico y psicológico", según ha señalado Jordi Miró, director de la Cátedra del Dolor URV - Fundación Grünenthal en el Congreso de la Sociedad Española del Dolor (SED).
Sin embargo, tanto las familias como los profesionales sanitarios tienden a creer menos a esos niños y, por consiguiente, existe mayor infradiagnostico y muchos de ellos no están tratados, "entre otras cosas porque no hay programas especializados específicos para el manejo del dolor crónico en la población infantil y juvenil de las mismas características y recursos que sí existen para adultos", ha explicado el especialista.
En la infancia y adolescencia los dolores más prevalentes son los de abdomen, cabeza y extremidades, y las niñas los sufren más que los niños. De hecho, el dolor abdominal funcional afecta al 30% de los niños en edad escolar y es el trastorno más habitual que se consulta a los pediatras y a los especialistas en gastroenterología.
El dolor abdominal funcional no tiene una única causa. "En la base del problema existe un mal funcionamiento de lo que se llama el eje microbiota-intestino-cerebro. Sobre una base genética que predispone a padecerlo en la infancia actúan factores que son desencadenantes, como infecciones gastrointestinales, el consumo de antibióticos en los primeros meses de vida, alergias alimentarias o desequilibrios en la microbiota, aunque también pueden actuar factores psicosociales", argumentaba en una infomación reciente recogida por LA RAZÓN Juan José Díaz, presidente del Comité Científico Ejecutivo de los Congresos de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Otra de las causas del infradiagnóstico del dolor crónico en la infancia es la "falta de formación de los profesionales sanitarios y de la población general, que tiene tendencia a pensar que los niños no pueden sufrir dolor como los adultos o que el dolor les afecta menos". También influye "la dificultad de objetivarlo con una prueba de imagen", ha advertido la presidenta de la SED, María Madariaga.
Marcadores neurobiológicos
En este sentido, en el citado congreso se ha presentado una investigación pionera que relaciona cada tipo de dolor con una huella de inflamación en tejidos cerebrales, lo que abre la posibilidad de objetivar el dolor y el desarrollo de nuevas terapias.
"La implicación más importante de nuestro trabajo es la evidencia emergente del papel de la inflamación cerebral en pacientes con dolor crónico. Queda por determinar si este enfoque puede utilizarse para detectar objetivamente la presencia de dolor", ha afirmado Marco Loggia, director del Laboratorio de Dolor e Imagen en Neuroinflamación del Hospital General de Massachusetts, en Estados Unidos, y lider del estudio.
"Curiosamente, hemos observado que la señal neuroinflamatoria parece diferir en función del estado del dolor, con distintas distribuciones espaciales. Esto plantea la posibilidad de identificar 'firmas' neuroinflamatorias específicas de cada dolencia que podrían ayudar en el diagnóstico y, potencialmente, en la adaptación de las estrategias de tratamiento", ha añadido.
Ayuda al diagnóstico de la fibromialgia
Las implicaciones son amplias: "Si tienen éxito, estas herramientas pueden ayudar al diagnóstico, sobre todo en enfermedades que tradicionalmente se diagnostican por exclusión, como la fibromialgia. Y pueden ayudar a validar experiencias de pacientes a los que a menudo no se cree o se estigmatiza, al aportar pruebas objetivas de cambios biológicos subyacentes", ha resaltado Loggia, segúnb recoge Ep.
Madariaga ha apuntado que, "además de los niños, las mujeres suelen tener más problemas para que se reconozca su dolor a nivel de diagnóstico y bajas médicas, sobre todo en patologías en las que no hay menos pruebas objetivas, como fibromialgia y otros cuadros de dolor nociplástico, dolor generalizado, fatiga crónica, hipersensibilidad a estímulos y alteraciones cognitivas".
Esta línea de investigación, según Loggia, "podría animar a empresas farmacéuticas a explorar tratamientos dirigidos a la neuroinflamación para el dolor, con fármacos nuevos o reutilizando compuestos existentes que ya han demostrado modular la inflamación cerebral en otras enfermedades, como la esclerosis múltiple", destaca.
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