Informe

La OCDE preconiza la prevención pero no la prohibición de pantallas para adolescentes

Un informe reciente apunta que privar a los niños del móvil, una medida muy planteada últimamente, sería algo «ineficaz e inadecuado» en vistas de su uso generalizado

Niños con el teléfono móvil a la puertas de un colegio.
Niños con el teléfono móvil a la puertas de un colegio. Jesús G. FeriaLa Razón

A la ingente cantidad de informes que alertan sobre el impacto de las pantallas en niños y adolescentes que han aparecido en los últimos meses se acaba de sumar ahora la OCDE, preconizando un complicado equilibrio entre la prevención necesaria y la prohibición desaconsejable.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico considera «imperativa» una acción preventiva ante la constatación de que una exposición de tiempo excesiva de los adolescentes es dañina para su salud y bienestar, dado el nivel de presencia en sus vidas de dispositivos digitales, que ha pasado a ser prácticamente generalizado. Esa acción no debe confundirse con una prohibición, a la que el organismo tacha de «ineficaz e inadecuada» en el informe que ha presentado este jueves en París, ya que señala que son, al mismo tiempo, «herramientas preciosas para el aprendizaje, la creatividad y las relaciones sociales». La OCDE se muestra más que escéptica con la vía de la prohibición como se ha planteado últimamente en Australia. Ya no sólo porque todo eso está ya integrado desde una edad muy precoz y resulta difícil invertir la tendencia, sino también por lo necesario que es adquirir competencias digitales en el mundo actual. El punto de partida que hace el organismo es la descripción de la situación con cifras: el 95% de los adolescentes de 15 años de sus países miembros tienen, con datos de 2022, un móvil con acceso a internet; y el 50% de ellos pasa al menos 30 horas a la semana con aparatos digitales. Entre los niños de 10 años, un 70% posee un móvil que está conectado a la red.

Los autores del estudio destacan que el tiempo que pasan con esos dispositivos «supera con mucha frecuencia el tope de dos horas diarias» que preconizan las autoridades sanitarias en países como Alemania, Australia y Estados Unidos. De forma general, el tiempo que pasan delante de las pantallas aumenta con la edad, pero para una misma edad también ha crecido en los últimos años; y uno de los problemas es que los niños muchas veces no tienen los conocimientos para moverse en ese entorno con seguridad y no anticipan las consecuencias de lo que hacen ni las intenciones que se ocultan detrás de muchos contenidos online.

La OCDE informó que los hallazgos encontrados en el informe están respaldados por testimonios de primera mano de profesionales en el campo, incluidos maestros, médicos y trabajadores sociales. La organización hace hincapié en que el bienestar de los adolescentes en este entorno digital depende sobre todo de las actividades que hacen allí, de sus comportamientos y de las relaciones que establecen. Y esto a su vez viene determinado por condicionantes como el origen social, el marco familiar, el de los amigos y el escolar en el que se mueven. Así, por ejemplo, los que proceden de un medio económico favorecido son más susceptibles de utilizar los recursos digitales para su instrucción que los de familias con pocos medios.

Con estos datos, el organismo hace un llamado a la
prudencia ante las voces catastrofistas ya que «para la mayoría de los adolescentes los dispositivos digitales tienen un efecto positivo o neutro en su salud y bienestar», y señala que la utilización problemática se manifiesta en «una minoría de individuos vulnerables». Ese uso problemático queda en evidencia cuando los chicos no consiguen controlar el tiempo que pasan conectados en detrimento de sus tareas cotidianas. Esto conduce a comportamientos equiparables a la adicción, que acarrean riesgos de depresión, ansiedad, soledad, dificultades escolares, problemas con el propio cuerpo o alteraciones del sueño, unas patologías que afectan más a las chicas que a los chicos. El documento también destaca que los países de la OCDE ya están, en su mayoría, desarrollando políticas para proteger a los niños, impulsar la educación digital y mitigar riesgos como el ciberacoso, la desinformación y las preocupaciones por la privacidad de los datos.