Religión
El Palmar de Troya: una procesión para reflotar «un montaje»
La secta erigida en Sevilla busca captar nuevos adeptos tras cinco décadas de escándalos protagonizados y admitidos por sus falsos Papas
Jornada de puertas abiertas, o semiabiertas, en el cuartel general de la autodenominada «Iglesia santa, católica, apostólica y palmariana», que también se presenta como la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz en Compañía de Jesús y María. El grupo religioso, capitaneado desde 2016 por el suizo Joseph Odermatt, que se considera a sí mismo Papa bajo el nombre de Pedro III, celebrará hoy a su manera la fiesta nacional del 12 de octubre. Su manera de honrar a la Virgen del Pilar será una magna procesión con todas sus tallas a las ocho de la tarde en el Vaticano ‘fake’ ubicado a unos 50 kilómetros de Sevilla. Los palmarianos darán la bienvenida a todo aquel que se acerque, eso sí, siempre que ‘comulguen’ tanto con su indumentaria preconciliar como con su credo. Así, pues, se reservan el derecho de admisión, por ejemplo, a «los hombres homosexuales se tomen de la mano». La selecta invitación la envían a través de sus redes sociales, bromeando sobre su impronta herética: «Prometemos dejar que te vayas. No te encerraremos, como mucha gente afirma».
«Legalmente, es una confesión religiosa debidamente inscrita en el Registro de Entidades Religiosas, pero podemos afirmar sin equivocarnos que se trata de una secta. Así nació y así ha continuado siéndolo hasta el día de hoy». En estos términos se expresa Luis Santamaría del Río, el teólogo considerado el mayor experto en sectas de España.
Fue en marzo de 1968 cuando cuatro chicas dijeron haber visto a una Virgen en una finca cercana al Palmar de Troya. Entonces, se generó un movimiento devocional que el cardenal José María Bueno y Monreal, como arzobispo de Sevilla, frenó en seco en 1970, llegándolo a calificar de «histeria colectiva» y prohibiendo cualquier acto religioso. Sin embargo, algunos fieles hicieron oídos sordos, entre ellos, Clemente Domínguez que en 1978 se autoproclamaría Papa, bajo el nombre de Gregorio XVII, y legítimo sucesor de Pablo VI. Dos años antes ya había sido excomulgado por la Santa Sede y posteriormente canonizaría, entre otros, a Francisco Franco y a José Antonio Primo de Rivera.
«Desde el primer momento ha sido un grupo donde el engaño, la manipulación y el sometimiento bajo una falsa apariencia de catolicismo tradicional han sido los rasgos más distintivos», asevera Santamaría, que subraya cómo desde sus inicios se sirvieron de las «técnicas clásicas de persuasión coercitiva propias de las sectas».
Los escándalos protagonizados en sus cinco décadas de historia han mermado su credibilidad. Desde las escapadas nocturnas gais hispalenses del ciego Gregorio XVII y sus reconocidos abusos sexuales, hasta el abandono de su sucesor, Gregorio XVIII, que acabó apostatando para posar desnudo en la revista ‘Interviú’ con una ex religiosa convertida en su pareja y una confesión en firme: «Todo es un montaje económico y social».
Hoy, la entidad se encontraría en horas bajas, tanto en cuanto a ingresos, como en afiliación, con cerca de mil fieles y apenas un centenar de miembros comprometidos entre los falsos cardenales, obispos, sacerdotes y monjas. Es en un intento de resurgir, atrayendo nuevos miembros, donde se enmarcaría la ‘magna procesión’. de hoy. «A estas alturas de la vida mucha gente no entiende a qué personas puede atraer el mensaje arcaico y hasta ofensivo de la Iglesia Palmariana», aprecia el especialista en sectas, que justo después apunta que «en el ambiente de enfrentamiento y polarización que en ocasiones se da también dentro de la comunidad católica, puede haber un sector quizás más receptivo a lo que en principio solo serían ideas delirantes». «No olvidemos cuál fue el caldo de cultivo que propició el éxito inicial del Palmar de Troya: los nostálgicos de una Iglesia anterior al Concilio Vaticano II, los que se sintieron defraudados con una jerarquía a la que consideraban traidora de la verdadera identidad católica», explica.
Teniendo en cuenta que presumen de ser los auténticos católicos, ¿puede hacer algo la Iglesia para frenar esa usurpación? «La Iglesia católica en España ya reaccionó en su momento dejando claro ante sus fieles y ante la sociedad que aquel grupo emergente se situaba consciente y voluntariamente fuera de la comunión eclesial. Más allá de eso no puede (y creo que tampoco debe) hacer más...», responde Luis Santamaría. De hecho, pone en valor la formación que las diócesis promueven en materia de prevención, tanto en relación a los palmarianos como respecto a otros grupos, y destaca la publicación de ‘A las afueras de la cruz’ (BAC), el manual elaborado por él y avalado por la Conferencia Episcopal en el que analiza un centenar de sectas de origen cristiano.