Conflictos
En qué consiste la "guerra cognitiva" de Rusia contra Occidente
Se trata de obtener la victoria sin luchar o con un menor esfuerzo militar del que se requeriría en otras circunstancias.
La guerra cognitiva es una forma de guerra que se centra en influir en el razonamiento, las decisiones y, en última instancia, las acciones del oponente para asegurar objetivos estratégicos sin luchar o con un menor esfuerzo militar del que se requeriría en otras circunstancias. China, Rusia, Irán y Corea del Norte utilizan cada vez más la guerra cognitiva contra Estados Unidos (y Occidente, en general) para influir en su toma de decisiones, según un informe del Instituto para el Estudio de la Guerra norteamericano.
“La guerra cognitiva es mucho más que desinformación. Utiliza diversas herramientas, incluyendo el uso de la verdad selectiva y parcial en los mensajes, a menudo integrado con acciones económicas, diplomáticas y militares, e incluso con operaciones de combate de gran envergadura. Se distingue por centrarse en lograr sus objetivos mediante la influencia en la percepción del mundo y la toma de decisiones del oponente, en lugar del uso directo de la fuerza”, subraya.
Explica el informe que “el método ruso se centra en la idea de que las guerras se pueden ganar o perder en la mente del oponente. El principal esfuerzo del Kremlin es moldear las decisiones de sus oponentes para lograr objetivos inalcanzables únicamente con las capacidades físicas de Rusia. La estrategia que más importa no es la de su guerra, sino la estrategia para que veamos el mundo como Moscú desea que lo veamos y tomemos decisiones según esa percepción de la realidad generada”, agrega.
Un dato interesante del informe: Rusia no es débil, pero sí lo es en relación con sus objetivos. El Kremlin utiliza la guerra cognitiva para acortar distancias entre sus objetivos y sus medios. El principal es generar una percepción de la realidad que le permita obtener mayores ganancias en el mundo real que las que podría obtener con la fuerza que realmente genera y con un menor coste.
Para ello, Moscú “utiliza todas las plataformas que transmiten narrativas ( medios de comunicación, conferencias, marcos internacionales, canales diplomáticos, individuos) como herramientas de su guerra cognitiva (...) que utiliza también herramientas físicas, que incluyen ejercicios militares, sabotajes, ciberataques, operaciones de combate y exageraciones de las capacidades militares”.
No siempre las campañas rusas triunfan y Ucrania lo ha demostrado en dos ocasiones, en 2014 y en 2022. Moscú estaba convencido de que, gracias a la guerra cognitiva, sus tropas serían recibidas como “liberadoras” y aclamadas por la población. Ocurrió justamente lo contrario. Las campañas habían fracasado y es una muestra de que lo que parece infalible se puede combatir, siempre que se haga con inteligencia y preparación.
Como conclusión, el informe recomienda que Estados Unidos (y Occidente en general) no deberían intentar defenderse simétricamente de la guerra cognitiva rusa. El primer paso para contrarrestarla es no seguir sus reglas, dado que la estrategia de "control reflexivo" del Kremlin depende de la capacidad de Rusia para provocar un reflejo o una reacción en su oponente. La clave para neutralizar la iniciativa rusa reside en reconocer cuándo el enemigo intenta implantar premisas para moldear nuestro razonamiento y rechazarlas.
“Las estrategias rusas pueden predecirse y dirigirse gracias a su previsibilidad. La mayoría de estas estrategias respaldan los objetivos estratégicos del Kremlin. Las narrativas y viñetas específicas cambian según el momento, el lugar y el método de difusión del mensaje, pero las premisas generales que Rusia intenta establecer a través de estas narrativas no cambian. Los objetivos estratégicos generales del Kremlin, que respaldan sus narrativas, tampoco cambian”, enfatiza.