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Hogar
Mantener la cocina limpia es una de las tareas domésticas más exigentes. Este espacio tiende a ensuciarse con relativa facilidad. La grasa, las bacterias y la humedad se convierten en enemigos persistentes que, si no se eliminan adecuadamente, pueden afectar tanto a la higiene como la salud de quienes habitan la casa.
Durante la preparación de alimentos, es habitual que pequeñas salpicaduras de aceite, vapor y restos de comida terminen depositándose en superficies como muebles, azulejos, campanas extractoras o encimeras. Si no se realiza una limpieza regular y profunda, esta grasa se adhiere, generando manchas difíciles de quitar, malos olores y, lo que es más preocupante, un caldo de cultivo para bacterias y gérmenes.
La acumulación de grasa también puede poner en riesgo la seguridad alimentaria. Las bacterias encuentran en estas superficies un entorno ideal para proliferar, derivando en enfermedades si contaminan los alimentos.
Afortunadamente, no es necesario recurrir a productos químicos caros para devolver el brillo y la higiene a los muebles de la cocina. Existen remedios sencillos y económicos, utilizando ingredientes habituales en cualquier hogar. Uno de los métodos más efectivos combina jabón neutro y bicarbonato de sodio. Para potenciar el resultado, se puede añadir unas gotas de aceite esencial de limón, que ayuda a dar brillo a los muebles.
El poder desengrasante del jabón neutro permite eliminar la suciedad sin dañar las superficies, mientras que el bicarbonato de sodio actúa como un suave abrasivo, capaz de desprender la grasa incrustada sin rayar los materiales.
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