Cargando...

Opinión

Los senderos de Francisco

El “poverello” de Asís no deja de ser fuente de inspiración para todo aquel que quiera seguir al Jesús del Evangelio

El Papa Francisco tras su elección en 2013 Gtres

La “Dilexi te” (Te he amado) primera Exhortación Apostólica de León XIV, hecha pública el jueves pasado, está firmada el 4 de octubre festividad de San Francisco de Asís. Sus páginas están repletas de citas del Papa Francisco cuya última encíclica fue “Dilexit nos” (Él nos amó) sobre el amor del Corazón de Cristo y que en los postreros meses de vida estaba preparando un documento sobre la atención de la Iglesia a los pobres. ”Sobre el amor a los pobres” es precisamente el subtítulo de este primer pronunciamiento solemne del pontificado que se inició hace sólo cinco meses.

El “poverello” de Asís no deja de ser fuente de inspiración para todo aquel que quiera seguir al Jesús del Evangelio que –no lo olvidemos– nació pobre en un establo de Belén y en su vida pública reconoció que no tenía donde reposar su cabeza. "En el rostro herido de los pobres – afirma el número 9 de la Exhortación- encontramos impreso el sufrimiento de los inocentes y, por tanto, el mismo sufrimiento de Cristo".

Sus 121 puntos están divididos en cinco capítulos que partiendo del fuerte vínculo que existe entre el amor de Dios y el amor a los pobres, a través de ellos Dios sigue teniendo algo que decirnos sobre su acción que se compadece ante la pobreza y la debilidad de toda la humanidad.

Después de recorrer la bimilenaria historia de la atención de la Iglesia hacia los pobres ( con testimonios de los Santos Padres como San Juan Crisóstomo o San Agustín y de otros más recientes como San José de Calasanz o Madre Teresa de Calcuta) el Papa enuncia la dictadura de una economía que mata (título de una libro de Bergoglio), la falta de equidad, la violencia contra las mujeres, el hambre y la desnutrición que sufren millones de personas, la emergencia educativa y el drama de las migraciones. Sobre este último asunto la Exhortación asegura que “donde el mundo ve una amenaza, la Iglesia ve hijos; donde se levantan muros, ella construye puentes porque en cada emigrante rechazado es Cristo mismo quien llama a las puertas de la comunidad”.