Ciencias humanas

¿Son las emociones el motor de nuestra evolución?

El neurocientífico Antonio Damasio publica «El extraño orden de las cosas», donde expone su teoría de una evolución guiada por los sentimientos

Antonio Damasio
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El neurocientífico Antonio Damasio publica «El extraño orden de las cosas», donde expone su teoría de una evolución guiada por los sentimientos.

La cultura, el arte, la ciencia, la tecnología, la política... Todo aquello que a lo largo de siglos nos ha proporcionado una identidad, ¿cuál es su origen? Una de las respuestas habituales es que todas estas prácticas surgen a partir de la capacidad de comunicarnos: del lenguaje. Sin embargo, ¿puede que, en realidad, fueran el dolor, el sufrimiento o el placer los auténticos motores de nuestra evolución? Ésa es la premisa de «El extraño orden de las cosas» (Ed. Destino), obra escrita por el portugués Antonio Damasio, profesor de neurociencia y director del Instituto del Cerebro y de la Creatividad en la Universidad del Sur de California en Los Ángeles.

«Cuando analizas las prácticas o instrumentos de la cultura, todas ellas tienen como objetivo proteger la vida de una organismo. Ves que su motivación es hacer la vida posible», explica Damasio a LA RAZÓN, que ayer acudió a Barcelona para presentar su nueva obra. Es el proceso conocido homeostasis, la posibilidad de regular nuestra vida. «Los sentimientos serían la representación de la homeostasis, del estado de la vida dentro del cuerpo», afirma el científico, conocido como el «neuólogo de las emociones» y Premio Príncipe de Asturias 2005 en Investigación Científica y Técnica.

Así, la relación entre los sentimientos y la cultura se debe a que «los sentimientos operan como centinelas. Son sistemas que nos señalan qué es lo que funciona o no funciona dentro de un organismo». El ejemplo más paradigmático es el dolor, el sufrimiento que puede surgir por motivos físicos o no. Pero también la posibilidad de tener placer o bienestar. Por ello, «tanto los sentimientos positivos como los negativos nos guían para que, junto al intelecto, encontremos la posibilidad de reducir el sufrimiento y aumentar el bienestar».

Ahora bien, no sólo nos han guiado sentimientos altruistas en nuestra evolución; también sentimientos destructivos. ¿Cuáles han pesado más a lo largo de nuestra historia? «Una combinación de ambos. Pero lo que es interesante es comprobar cómo, a lo largo de la evolución, algunas emociones negativas han perdido su poder», responde. Es el caso de la ira, «que era muy importante como mecanismo de defensa: un animal enfadado ante la amenaza del adversario. Desde el punto de vista evolutivo, ha sido muy útil. Pero hoy, la rabia y la ira son muy negativas y sobre todo improductivas. Generan aún más conflictos y dificultades». De hecho, pone un ejemplo que hoy está en boca de todos: el populismo. «Es un tipo de retórica dominada por la ira. Y la solución es siempre más difícil a través de la ira».

Quizá, las emociones no son sólo propias de seres complejos como nosotros, sino de organismos unicelulares, sin mente ni consciencia. Por ejemplo, las bacterias: compiten o cooperan según sus intereses vitales, perciben la presencia de otros organismos y se comportan socialmente. Hablamos de hace 4.000 millones de años. Los sistemas nerviosos no llegaron a la Tierra hasta hace 500 millones de años. «Lo más hermoso es que no sólo las criaturas complejas tienen una vida social. Lo vemos en las bacterias, pero también en los insectos. Los humanos hemos aplicado esas facultades y las hemos desarrollado».