Sínodo
«Sueño con una Iglesia sin peajes de buena conducta»
El Para cierra la primera fase del Sínodo hacia una reforma «de puertas abiertas»
Una eucaristía. De la misma manera que arrancó el pasado 4 de octubre la primera vuelta del Sínodo de la Sinodalidad que se retomará en otoño del año que viene, ayer concluyó esta sesión. Francisco presidió la misa dominical en la basílica de San Pedro acompañado de los 464 participantes en el foro vaticano que durante prácticamente un mes ha realizado una ITV a la Iglesia y que remató sus sesiones de trabajo este sábado con la aprobación de una síntesis final que incluye sugerencias tales como estudiar el acceso de la mujer al diaconado, cambiar el sistema de elección de obispos o actualizar la liturgia para que sea más accesible a la gente.
En este contexto, el Papa pronunció una homilía en la que no entró en ninguna de estas cuestiones concretas, pero sí reafirmó su apuesta por una reforma eclesial. «El Señor nos guiará y nos ayudará a ser una Iglesia más sinodal y más misionera, que adora a Dios y sirve a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, saliendo a llevar la reconfortante alegría del Evangelio a todos», compartió el pontífice argentino ante un templo repleto de fieles. En esta misma línea, expuso que «la Iglesia que estamos llamados a soñar» es «una Iglesia servidora de todos, servidora de los últimos».
Así, Francisco aseveró que apuesta por «una Iglesia que no exige nunca un carné de ‘buena conducta’, sino que acoge, sirve, ama, perdona». A renglón seguido, subrayó la necesidad de trabajar para «una Iglesia con las puertas abiertas que sea puerto de misericordia». No se tratan de reflexiones nuevas en Jorge Mario Bergoglio, ya que lleva insistiendo en ellas desde el comienzo de su pontificado hace diez años, pero sí resultan significativas en tanto que de puertas para adentro en los debates de la asamblea se han abordado cuestiones como la acogida a los homosexuales, la participación de los divorciados en la Iglesia o el liderazgo de la mujer. De hecho, algunos de los puntos con menos votos a favor por parte de los padres y las madres sinodales son precisamente los relativos a estos asuntos, algo que al Papa, a buen seguro, podría no haber pasado desapercibido.
En definitiva, planteó la necesidad de conformar «una Iglesia adoradora e Iglesia del servicio», o, en otras palabras, centrada en la oración y en la caridad, «que lava los pies a la humanidad herida, que acompaña el camino de los frágiles, los débiles y los descartados, que sale con ternura al encuentro de los más pobres». Para el Sucesor de Pedro, «no existe una experiencia religiosa que permanezca sorda al clamor del mundo, una verdadera experiencia religiosa». «Hoy no vemos el fruto completo de este proceso, pero con amplitud de miras podemos contemplar el horizonte que se abre ante nosotros», añadió el Papa en su homilía, a la vez que animó a los participantes del Sínodo a seguir ahondando en la escucha y el diálogo.
Más allá de la aventura sinodal, el pontífice también puso su atención «en los que son víctimas de las atrocidades de la guerra; en los sufrimientos de los migrantes; en el dolor escondido de quienes se encuentran solos y en condiciones de pobreza; en quienes están aplastados por el peso de la vida; en quienes no tienen más lágrimas, en quienes no tienen voz». «Es un pecado grave explotar a los más débiles, un pecado grave que corroe la fraternidad y devasta la sociedad», denunció el Papa.
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