Opinión

Los swingers

Pensar en practicar el intercambio de parejas me provoca repugnancia, más allá del pudor

Intercambio de parejas
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Probablemente aún haya gente que desconozca el significado de esta palabra. Y mucha más que no sea devota de esta práctica que, según algunos, es más que habitual. Es mi caso. No solo no he practicado nunca el intercambio de parejas, sino que pensar en esa posibilidad me provoca repugnancia, más allá del pudor y tantos otros sentimientos poco agradables. Pero, según parece -o al menos eso aseguran periodistas especializados y usuarios-, son muchos los que encuentran en este comportamiento la herramienta para fortalecer y hacer durar sus parejas. Cuesta trabajo creerlo, pero he leído diversas entrevistas de algunos de ellos donde hablan de respeto, de códigos y de anteponer el amor de la pareja y sus deseos, por encima de cualquier cosa. Como detesto los prejuicios y entiendo que la empatía es el ABC de la convivencia, tengo que tratar de aceptar lo que cuentan y no sacar mi argumentario a pasear en contra de sus relatos. También he escuchado a muchos sexólogos decir que cualquier cosa que se pacta en pareja, vale. Pero, no sé por qué, siempre que me encuentro con comportamientos, digamos amorosos, fuera de lo convencional, recuerdo la relación de Simone de Beauvoir y Sartre y dudo. Su relación era la “esencial”, las demás las “tangenciales” y Sartre quería, además que se lo contaran todo, para que hubiera la máxima transparencia en esa relación suya, que incluía las ajenas compartidas o no… Y ella (que salvo cuando le pedía participar no veía cuanto acontecía entre su amado y sus relaciones “tangenciales”) solía decir “¿es preciso que me des todos los detalles?”. El mundo ha cambiado, las relaciones también, pero yo agradezco sobremanera compartir la vida con una persona como yo, tan poco abierta a las novedades.