Borrado láser
Tatuajes: el precio a pagar por los errores de tinta
Decisiones equivocadas de juventud o impulsos «postparty» dan alas a los negocios de borrado láser de dibujos en la piel. Visitamos uno de ellos de la mano de «dos arrepentidos»
El arrepentimiento es una constante en la vida y en cuestión de tatuajes tampoco se queda fuera de juego. Los errores de tinta se pagan caros y más aún en España, el sexto país del mundo con más personas con la piel marcada. A nivel mundial, el 38% de las personas tienen un «recuerdo» cutáneo de este arte milenario que ha generado algún que otro estropicio estampado en la epidermis. Tal es la moda de inyectarse tinta que cada vez proliferan más los negocios que hacen lo contrario: extraer los pigmentos para devolver la piel a su estado original.
Jorge Manuel Hernández es una de estas «víctimas» de malas decisiones de la juventud. Él tiene seis tatuajes de diferentes tamaños y temáticas repartidos por el cuerpo, desde un mapamundi a una hormiga, pasando por otro más grande que ha decidido borrar de su cuerpo: «Si pudiera volver atrás no me haría ninguno», nos cuenta mientras se prepara para una sesión de láser para borrar uno de ellos en el abdomen donde puede leerse «Tu envidia es mi triunfo».
«Me da vergüenza, no sé cómo se me ocurrió hacérmelo», reconoce mientras Lucía, técnico láser de Tattoo Cleaners, comienza a puntear sobre su piel. Esta clínica fue la primera en España que comenzó a eliminar con láser tatuajes y ya lleva más de 40.000 «fulminado». «La duda que tenemos los que queremos quitárnoslo es si va a ser peor el remedio que la enfermedad. He visto que a algunas personas le han quedado una marca enorme o una cicatriz, así que he tardado bastante en decidirme. He visto los resultados con láser y la verdad es que son muy buenos», cuenta este militar canario que compatibiliza el Ejército con trabajos como modelo y actor.
«De hecho, más allá de que no me gusten los tatuajes que llevo es que me suponen una traba para encontrar trabajo como actor, me han rechazado en varias ocasiones por este motivo», confiesa. También reconoce haber sufrido «rechazo social» por el hecho de llevar el cuerpo grabado con tinta: «He tenido novias a las que le daba vergüenza presentarme a sus padres por lo que pudieran pensar de mí».
Sudor y orina
Mientras Lucía «dispara» sobre la piel de Jorge Manuel nos cuenta que «el láser lo que hace es generar calor con el cual se rompe la partícula de la tinta para drenarla por el sistema linfático a través del sudor o la orina, por eso es importante beber mucha agua después de la sesión, así como hacer ejercicio para sudar más».
Pero para esto no existen reglas ya que cada organismo responde de una manera. De ahí que haya quienes necesitan apenas un par de sesiones y otros que para borrar el tatuaje tienen que pasar por esta «tortura» más de 10 veces. «A mí me han dicho que necesitaré unas 12 sesiones. En tatuarme habré invertido unos 800 euros y para quitarme solo uno pagaré unos 700, así que me ha salido cara la broma», dice con buen humor Jorge Manuel.
Aunque haya a quien le parezca un dinero desorbitado, Katia Elez, responsable de Tattoo Cleaners asegura que no es así: «Mucha gente no elimina sus tatuajes porque cree que es demasiado caro hacerlo, y no es cierto. Se ha conseguido democratizar el acceso a la tecnología láser que permite borrar para siempre cualquier tatuaje: por ejemplo, desde 39 euros por sesión se puede eliminar un tatuaje con nuestro láser Picotech. Así, el precio medio de eliminar un tatuaje pequeño se sitúa alrededor de los 300 euros, en el caso de 5 a 8 sesiones, aunque es importante señalar que cada persona es única y hay muchos factores que pueden variar este número», apunta. Entre estos factores se encuentran si la persona fuma, si hace deporte, la calidad de la tinta que se usó al tatuar, su profundidad o si en el proceso de eliminación se experimenta dolor.
Sonia da fe de que duele. De hecho, ella es la siguiente que pasa por la camilla tras Jorge Manuel: «Hoy me puesto la crema anestésica para ver si no me molesta tanto. Aun así, me compensa porque me molesta más verme el tatuaje que unos minutos de pinchazos», dice.
[[H2:Del tribal a los «Playboys»]]
Esta experta en riesgos laborales de 30 años lleva impreso un enorme dibujo en su hombro izquierdo: «Me lo hice cuando tenía 18 años para tapar una pequeña mancha que tenía en el hombro, fue un error». De la otra decena de tatuajes todavía se siente orgullosa. «Tenía miedo de que al quitármelo me quedara peor, pero llevo solo una sesión y se ha borrado gran parte, así que de momento vamos bien», dice con los dientes apretados mientras el láser penetra en su piel.
La edad media de la clientela de esta pionera clínica, según cuenta Lucía, está entre los 25 y los 35 años «y, según las estadísticas, el 50% de las personas tatuadas se arrepienten de alguno de sus tatuajes con el paso de los años». Así que, por lo que cuentan, el negocio tiene para rato.
Y llegados a este punto, la pregunta resulta inevitable: ¿cuáles son los dibujos que la gente más quiere borrar de su cuerpo? «Está claro, los nombres de los exnovios o novias, que se ha convertido en un clásico total, así como aquellos tatuajes que han sido resultado de una noche loca de fiesta y alcohol. También nos viene mucha gente con los tribales que fueron una moda en los años 90 y que ahora están muy desfasados. Sobre todo vienen chicas que se lo pusieron en la parte baja de la espalda», reconoce la técnica láser.
En su haber cuenta también con varios conejitos de Playboy, «no hay una semana que no venga alguien con este dibujo», o las letras chinas y las carpas japonesas. Como anécdota, nos cuenta la de un hombre de mediana edad que tenía toda la espalda tatuada y decía que no se veía con sus hijos en la playa de esa guisa, o la de una chica «que tenía un pequeño tatuaje que se acababa de hacer y le dijimos que tenía que esperar tres meses para comenzar el tratamiento de borrado. En ese tiempo decidió hacerse otro más grande encima y volvió a los meses para quitarse todo de una vez». Eso sí, en ocasiones, Lucía afirma sentir pena cuando llegan clientes con «auténticas obras de arte» en su piel. «Algunas son dignas de exposición».
Antes de terminar su sesión, Sonia comenta a Lucía que ha pensado que va a comenzar a borrarse otro que tiene en la ingle. Aprieta los labios y aguanta el tipo. «Hay zonas que son más sensibles, pero son sólo unos minutos», le tranquiliza experta. Y tras la sesión, llegará el picor y el enrojecimiento de la zona tratada: «Es como someterte otra vez a hacerte un tatuaje, aunque es verdad que esto dura mucho menos. A los días se te hace una costra y se va cayendo como si fuera caspa. Eso sí, hay que tener cuidado de que no incida el sol en la zona y mantenerlo tapado», concluye la joven mientras observa orgullosa cómo su error cutáneo de juventud comienza a disiparse.
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