La opinión de Paloma Pedrero

Sin techo

En España son alrededor de 22.000 personas. La cultura y el ocio en convivencia de estos seres abatidos es algo tan necesario como el comer.

Una persona sin hogar pide ayuda en una calle de Madrid
Una persona sin hogar pide ayuda en una calle de MadridJesús G. FeriaLa Razón

Un último estudio oficial al respecto, nos muestra datos reveladores de cuántas y quiénes son las personas atendidas en los centros de atención a personas sin hogar. Son en total alrededor de 22.000, número que ha subido significativamente con la llegada de refugiados por la guerra de Ucrania.

En realidad, en estos números solo se contabiliza a la gente sin techo, sin hogar a muchísimos más. Llevo años trabajando con ellos y creo que es importante diferenciarlos. La gente sin techo es la que se encuentra en situación de calle, esos que duermen a la intemperie o- si hay plazas y aceptación por su parte- en albergues o centros dormitorio.

En este caso la cifra, alta siempre, es la señalada. Y el problema es mayúsculo, porque no tener donde guarecerte de las inclemencias de la sociedad y la naturaleza es algo tremendo. Solo póngase en su lugar un instante. Imagínense durmiendo en cualquier esquina de la calle, en el recoveco de un garaje o un parque, en un espacio sin agua, ni retrete, ni protección alguna. Estas personas, por orden de más a menos, son: inmigrantes o refugiados, adictos a diferentes drogas, mujeres víctimas de violencia machista, personas con trastornos mentales, alcohólicos. En España contamos con 1.175 centros para ayudarlos. La mayoría da alojamiento, la mitad comidas, y solo unos pocos ofrecen servicios ocupacionales y educativos.

No consta en la estadística, cuántos de estos centros, en su mayoría públicos, se preocupan por la cultura y el ocio en convivencia de estos seres abatidos. Algo tan necesario como el comer. Porque estas personas necesitan además de techo y comida, sentirse incluidos, sentirse necesitados, sentirse capaces de hacer algo por los demás. En mi experiencia de muchos años ya, tener un proyecto ilusionante y dar algo a los otros es lo más sanador. Porque solo cuando comienzas a quitarte la losa victimista y te das cuenta de todo lo que tienes que aportar, empiezas también a ver la luz. Y eso se arranca de alimentar el espíritu.