Economía

Tiene los días contados: este alimento básico de la gastronomía española no tardará en desaparecer

Un alimento clave de la dieta española pierde terreno como nunca: su consumo se ha reducido a la mitad en medio siglo y encadena caídas

Tiene los días contados: este alimento básico de la gastronomía española no tardará en desaparecer
Tiene los días contados: este alimento básico de la gastronomía española no tardará en desaparecerUnsplash

El pan, emblema de la mesa española, ya no ocupa el lugar de antes. Su consumo se ha reducido a la mitad en medio siglo y la tendencia sigue a la baja, empujada por el precio, los cambios de dieta y algunos mitos difíciles de erradicar.

Durante décadas fue compañero fijo de cada comida. Hoy, aparece menos y en porciones más pequeñas. Los datos históricos dibujan un descenso continuado, de rondar los 300 gramos diarios por persona en los años 60 y 70 a menos de 150 gramos en la actualidad. Los paneles de consumo confirman la curva: en 2015 se consumían 34,9 kilos por persona y año, y en 2025 la cifra cae por debajo de 28 kilos, con un retroceso acumulado cercano al 20% en una década. No es un fenómeno de una sola clase social ni de una sola generación, aunque los jóvenes encabezan el cambio hacia patrones menos tradicionales.

El pan, emblema de la mesa española.
El pan, emblema de la mesa española.Unsplash

Consumo en mínimos: cifras y tendencias que preocupan

Los registros más recientes del Ministerio de Agricultura apuntan a un goteo constante: 26,9 kilos per cápita en 2024 y 27,8 kilos en el acumulado a julio de 2025, lo que supone otra caída interanual. Es decir, se compra menos pan en el hogar y se prescinde de él como acompañamiento. El relevo lo toman desayunos rápidos, snacks y comidas resueltas con menos pan -o directamente sin él-, a menudo sustituidos por opciones más procesadas y de mayor palatabilidad.

Del bolsillo al plato: por qué se compra menos pan

El factor precio pesa. Según el INE, desde 2015 los alimentos y bebidas no alcohólicas subieron alrededor de un 46%, y el grupo pan y cereales en torno a un 34%, por encima del IPC general. Con la energía y las materias primas presionando la cadena, muchos hogares han recortado unidades o han migrado a formatos más baratos -con menor calidad media-. El resultado es doble: menos pan en la cesta y mayor polarización entre un producto “de batalla” y otro de alta gama.

Mitos, ultraprocesados y el giro “artesano”

A la presión económica se suma el factor cultural: la idea de que "el pan engorda" se ha instalado con fuerza. La evidencia nutricional matiza ese eslogan: 100 g de pan blanco rondan 277 kcal y el integral, 258 kcal. El problema suele ser el acompañamiento (salsas, embutidos, mantequillas) y el exceso calórico global. Mientras tanto, los ultraprocesados ganan terreno por precio, comodidad y marketing, desplazando al panpese a ofrecer peor perfil nutricional. En paralelo, crece una contra tendencia: panes de masa madre, harinas integrales o ecológicas, fermentaciones largas y obradores que apuestan por digestibilidad y sabor. El mercado se parte en dos: quien busca calidad y quien necesita precio.

Las grandes superficies han usado el pan como producto reclamo, abaratando a costa de fermentaciones rápidas y harinas muy refinadas, mientras resurge un nicho de panaderos que revalorizan el método tradicional. Frenar el declive no pasa solo por el precio: exige educación nutricional (diferenciar integral real de falso integral), transparencia en etiquetado, y recordar que el pan -especialmente el integral y bien elaborado- encaja en una dieta mediterránea equilibrada.