
Inteligencia Artficial
El tipo de empleado que, según uno de los grandes gurús tecnológicos, la IA nunca podrá reemplazar
En plena fiebre por la inteligencia artificial, uno de los empresarios más influyentes del mundo tiene claro qué perfil seguirá siendo imprescindible en cualquier compañía

La conversación sobre el futuro del trabajo suele girar en torno a lo mismo: qué puestos destruirá la IA, qué tareas automatizará y qué habilidades "salvarán" a los profesionales. En medio de ese ruido, Jeff Bezos lanzó un matiz importante en la Italian Tech Week 2025, celebrada en Turín: hay un tipo de trabajador que, por mucha tecnología que llegue, seguirá siendo insustituible.
No hablaba de programadores, ni de expertos en datos, ni de gurús de productividad. Hablaba de inventores: personas capaces de imaginar soluciones donde no las hay, de combinar ideas que no existían juntas, de crear procesos nuevos en lugar de limitarse a optimizar los ya conocidos. En su opinión, ni el mejor modelo de IA puede replicar todavía esa chispa de invención genuina, porque no sale de un manual ni de una base de datos, nace de la vida real y de enfrentarse a problemas concretos.
Inventar antes que delegar
En esa charla, el empresario recordó una escena de su infancia en el rancho de su abuelo, en Texas. Allí, si algo se rompía, no se llamaba a un técnico: se inventaba una solución. Contó cómo su abuelo compró un bulldozer destrozado, lo trajo por muy poco dinero y pasaron un verano entero reparándolo. Cuando descubrieron que no podían sacar la transmisión con las herramientas que tenían, en lugar de rendirse, construyeron su propia grúa improvisada para poder desmontarlo.
En otro momento, relató cómo ese mismo abuelo, sin ser veterinario, se las ingeniaba para atender al ganado fabricando sus propias agujas. El mensaje es claro: esa capacidad de adaptarse, improvisar y crear herramientas desde cero marcó su manera de entender el trabajo y los negocios. No se trata solo de saber arreglar cosas, sino de creer que puedes inventar algo cuando no existe una solución evidente.
Cómo identificar a los “inventores”
Años después, ya al frente de una de las mayores empresas del mundo, ese enfoque se tradujo en una pregunta muy concreta en las entrevistas de trabajo. El fundador contaba que, cuando evalúa a un candidato, le gusta pedirle que le hable de algo que haya inventado. No tiene por qué ser una gran patente: vale un proceso distinto que ideó en su empresa, una forma nueva de organizar un equipo, un sistema casero para resolver un problema recurrente. Lo importante no es la escala, sino la actitud: si la persona tiende a crear caminos nuevos en lugar de limitarse a caminar por los ya marcados.
Él mismo se define, ante todo, como inventor y asegura que, si lo pones delante de una pizarra, puede generar decenas de ideas en muy poco tiempo. Esa voracidad creativa, asegura, es la que ha permitido que sus compañías se muevan más allá de lo esperado: de vender libros a redefinir el comercio electrónico, de una empresa de internet a un gigante de la nube o a una firma espacial. No porque lo supieran todo de antemano, sino porque estaban dispuestos a probar cosas que nadie había hecho antes.
Por qué la IA no puede ocupar ese lugar (al menos, todavía)
En Turín, el empresario fue muy claro: la IA le parece una tecnología real, con beneficios "gigantescos" para la sociedad, pero también un tipo de burbuja industrial en el que ahora mismo se financia casi cualquier cosa relacionada con el término, buena o mala. Aun así, distinguió entre lo que la IA hace muy bien -optimizar, reconocer patrones, acelerar procesos repetitivos- y aquello donde, de momento, sigue siendo claramente humana, la invención radical.
Desde su punto de vista, las máquinas pueden ayudarnos a mejorar lo que ya existe, pero la decisión de imaginar algo que no se parece a nada anterior, de combinar experiencias vitales con intuición y contexto, sigue estando del lado de las personas. Por eso, sostiene que los trabajadores que se limitan a ejecutar tareas estándar serán cada vez más sustituibles, mientras que aquellos que traen nuevos enfoques, productos o procesos seguirán siendo el corazón de cualquier empresa, incluso en plena explosión de la IA generativa.
La otra pieza del puzzle: actitud y capacidad de aprender
La visión no es aislada dentro de su entorno. El actual consejero delegado de la misma compañía tecnológica ha insistido en que, en esta nueva etapa, lo que marca la diferencia ya no son tanto los conocimientos "de salida" como la capacidad de aprender rápido y mantener una buena actitud, incluso en entornos cambiantes. En varias entrevistas recientes, ha resumido así la clave: la distancia entre la gente con la que empezó su carrera y lo que hacen hoy tiene mucho que ver con “lo buenos que fueron aprendiendo” y con no sentir amenazado su ego cada vez que algo les obligaba a actualizarse.
Esa combinación es, según ambos directivos, la verdadera vacuna profesional frente a la automatización masiva. La IA podrá escribir correos, resumir informes o ayudarnos a programar, pero la decisión de qué problemas merece la pena resolver y cómo imaginar algo que no existe aún seguirá recayendo, al menos por ahora, en personas capaces de inventar. Y esos, para este gigante tecnológico, son los empleados que la máquina nunca podrá reemplazar.
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