Aunque moleste

La coalición del gran carajal

El gobierno social-podemita agoniza embarrado en sus disputas, este 8-M con más lodo que nunca

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y las ministras Irene Montero (Unidas Podemos) e Ione Belarra durante la sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados.
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y las ministras Irene Montero (Unidas Podemos) e Ione BelarraAlberto R RoldánLa Razón

Se dan en España todas las circunstancias para pensar que necesariamente el país tiene que dar un cambio de rumbo. Frente a la propaganda oficial, según la cual somos la economía que más crece de Europa, la que menos inflación tiene y la que es hoy ejemplo para otras, la dura realidad se impone en la calle, donde la gente no percibe «el milagro español» sino una gestión caótica imposible de tapar con los maquillajes conocidos del paro, el PIB o el IPC.

Los gerifaltes que hablaron en Davos del milagro español deberían aclarar si se refieren al atolondrado manejo de los fondos europeos, sin rigor ni transparencia alguna, a la persecución fiscal a empresas y autónomos, o tal vez a las disparatadas políticas que benefician a violadores y malversadores.

El colmo de la locura lo vemos estos días con el caso Ferrovial. Se echaron los ministros encima de esta multinacional española que opera en todo el mundo y tiene fuera de nuestro país el 80 por ciento de sus ingresos. Moncloa la llama anti-patriota por no estar comprometida con el país. En realidad, cuando hablan de país se refieren al Gobierno que ha subido 17 veces las cotizaciones sociales a las empresas, 54 veces los impuestos, agobia con todo tipo de regulaciones e insulta a empresarios modélicos como Amancio Ortega por el he hecho de donar parte de su patrimonio personal a la lucha contra el cáncer infantil. Un día es Ortega, otro Roig, otro Botín y otro Galán. Todos citados por su nombre por el presidente o algunos de los miembros destacados del Gabinete. El último, Rafael del Pino, que llamó tres veces a Sánchez, días antes de anunciar la salida de Ferrovial. También le escribió para explicarle las circunstancias de la empresa, sobre todo en el ámbito de la seguridad jurídica, como consecuencia del tsunami regulatorio que obliga a que una legión de abogados deba escrutar cada día el BOE para no incurrir en ningún problema legal. Al señor Del Pino nadie le atendió, muy propio de quienes llevan meses identificando a los empresarios con poderes ocultos y cenáculos de puros. Se parte de la idea absurda de que el empresario es malo porque gana dinero, sin entender que eso es lo que permite que Inditex haya creado 43 mil empleos en España (165 mil en todo el mundo), Mercadona 95 mil o Ferrovial18 mil.

La salida de Ferrovial, como consecuencia de la inseguridad jurídica y el infierno fiscal, es sobre todo un golpe que afecta al prestigio del país. La inversión extranjera ha caído un 45% en 2022 respecto a 2018, y el esfuerzo fiscal (presión ajustada por renta) es un 53% mayor que la media de la UE.

Esa es la realidad a la que los amiguetes de Davos (Soros, Gates, Schwab y compañía) llaman el «milagro español». Claro, lo que interesa a éstos en realidad son las políticas globalistas climáticas y de género, ley-trans, cultura LGTBI y paridad, último invento de Calviño, en las que España es sobresaliente. En economía, una rémora. Asediada por los datos reales del paro, la cesta de la compra, el «sólo-sí-es-sí» y Tito Berni, la coalición social-podemita agoniza enfangada en su gran carajal. Estos días del 8-M más carajal que nunca.