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«Man Up»: feminismo con mucho amor

La compañía Teatro En Vilo certifica su buen estado de salud y su inagotable ingenio con este montaje que representan en el Valle-Inclán hasta el 12 de enero

Un momento de la representación de «Man Up», en el Valle-Inclán larazon

Autoría y dirección: Andrea Jiménez y Noemí Rodríguez. Intérpretes: F. Delgado-Hierro, P. Gallego Boutou, A. Jiménez, A. Jo Lee, J. Paños, N. Rodríguez y B. Teatro Valle- Inclán. Hasta el 12 de enero de 2020.

No es exactamente una sátira, ni una comedia absurda, ni un drama sentimental, ni una performance, ni una obra de denuncia social, ni una propuesta de autoficción, ni un ensayo abierto al público, ni un trabajo de improvisación... No obstante, de todo ello hay, y en grandes cantidades, en este gamberrísimo «Man Up» con el que la compañía Teatro En Vilo –formada por Andrea Jiménez y Noemí Rodríguez– certifica su buen estado de salud y su inagotable ingenio.

Puede que el espectador más curtido tarde poco en hacer conjeturas desde su butaca y se atreva a asegurar, transcurridos solamente algunos minutos, que la función que está viendo se reducirá al final a una burla –oportuna y tal vez también oportunista– sobre el rol del hombre en una sociedad cada vez más cuestionada por su inalterable masculinización.

Una burla feminista construida con gracia, sin duda, pero poco interesante y novedosa desde un punto de vista puramente artístico. Pero se equivocará, porque el espectáculo empezará luego a mutar, sin solución de continuidad, hasta que ese curtido espectador termine colocado, precisamente, frente a su propio prejuicio; frente a su precipitada opinión sobre lo que había empezado a ver.

De este modo, lo que aparentaba ser un manido discurso acerca de lo zafios, primarios, orgullosos, simples y violentos que son los hombres va mostrando poco a poco su verdadera naturaleza, y su fondo conceptual, para revelarse como otro discurso, en verdad muy diferente, sobre la necesidad de conciliación y comunión con el prójimo por encima del sexo y de la orientación sexual de cada uno; por encima de cualquier papel de género que nos empeñemos en defender de manera contumaz, como si estuviéramos librando una absurda batalla contra el otro.

«Yo no quiero odiar o temer a los hombres; yo lo que más quiero es querer mucho a los hombres», dice con desesperación en un momento de este montaje la codirectora y actriz Noemí Rodríguez interpretándose a sí misma, como el resto de los actores. Y es esa búsqueda de entendimiento con el otro, esa imperiosa necesidad expresada a modo de poética súplica, lo que alimenta realmente una función de esencia quijotesca en la que todo resulta quimérico y noble a la vez; una función, rebosante también de autocrítica y autoparodia, que encuentra en el humor el más eficaz bálsamo para aliviar los batacazos de la imperfecta sociedad que está analizando.

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