Teatro

“Adiós, Arturo” La muerte... para todos los públicos

«Adiós, Arturo»
«Adiós, Arturo»Joan Riedweg

Autoría y dirección: Jordi Milán. Intérpretes: Jaume Baucis, Xavi Tena, Toni Torres, Nuria Benet, Àlex González, Babeth Ripoll, Montse Amat...

Teatro Calderón. Hasta el 16 de febrero de 2020.

Sobre lo desvirtuados que puede llegar a estar el sentido de los velatorios y funerales, y sobre lo ridículo y falso que puede resultar nuestro comportamiento en ellos, trata el último espectáculo de La Cubana. Dicen en la compañía que querían «encontrar una fórmula que distanciara al espectador de cualquier recuerdo personal relacionado con el tema» de la muerte; y eso, al menos, lo consiguen. Jordi Milán conoce bien los resortes y secretos de ese humor blanco que lleva manejando durante tanto tiempo y que le permite dirigirse a cualquier lugar con la aquiescencia de un público que lo acompaña sonriente porque sabe que nunca lo va a importunar. Podría decirse que, en este espectáculo, igual que en tantos otros anteriores, el cachondeo y la cortesía van siempre de la mano.

«Adiós, Arturo», que puede definirse como una comedia sencilla y amable para todos los públicos, está argumentalmente planteada como el último adiós a un tal Arturo Cirera Mompou, que ha vivido 101 años y que, según se nos cuenta a lo largo de la función, ha sido un polifacético artista y un pensador muy influyente –bastante atípico y liberal, por cierto– en el panorama cultural. La primera parte, concebida casi a modo de «stand up comedy», viene a ser un acto de homenaje y recordatorio del difunto en el que los presentadores, interactuando con el público –de una manera simpática y muy poco invasiva–, dan a conocer algunos datos de su admirable biografía. En la segunda parte, que se desarrolla en clave de comedia convencional, se recrean los momentos previos a la muerte del protagonista en su domicilio, con la servidumbre enfrentándose a una caterva de familiares avariciosos para defender las últimas voluntades de quien ha sido un patrón ejemplar. Más floja, y un poco dilatada, es la parte final, una especie de tercer acto que sirve de nexo a los otros dos y que cierra –de manera innecesariamente reiterativa– la ceremonia de despedida del ilustre finado. Las canciones arregladas por Joan Vives y, cómo no, el vestuario, que ya es un elemento fundamental en los espectáculos de La Cubana, y que ha sido diseñado por Cristina López, realzan el carácter festivo de un montaje cuya inteligente y primordial aspiración es precisamente no tener demasiadas. El objetivo no es otro que entretener a un espectro amplio de espectadores; y eso llevan haciéndolo casi cuarenta años. Algo sabrán.