
Jackson Pollock
Durante 77 años nadie supo cómo Pollock creó el azul de este mítico cuadro, ahora la ciencia ha destapado la tóxica verdad
El azul turquesa de Number 1A, 1948 lo convirtió en un rompecabezas para historiadores y químicos. Tras décadas de incertidumbre, un análisis láser ha revelado el tóxico método de Jackson Pollock

Jackson Pollock no solo revolucionó el arte a base de salpicaduras y obras que se vendieron hasta por 115 millones de dólares. Uno de sus cuadros más famosos, Number 1A, 1948, llevaba escondiendo un secreto desde hacía casi un siglo. No se trataba de una firma perdida o un trazo oculto, sino de un azul turquesa que desconcertaba a expertos. ¿De dónde había salido?
Durante décadas, historiadores del arte y químicos se han tratado de descubrir qué pigmento había usado Pollock para lograr ese tono. 77 años después de que el artista finalizase la composición, finalmente sabemos exactamente como "creó" dicho color.
El azul que volvía locos a los científicos

Lo curioso de este caso es que todos los pigmentos habituales habían sido descartados. El azul ultramar, demasiado profundo; el cobalto, demasiado opaco; el azul de Prusia, demasiado oscuro. La intensidad luminosa, la transparencia y la vibración óptica de ese azul no tenían comparación. Pollock, un artista conocido por experimentar con materiales poco convencionales, había conseguido un resultado que ni los catálogos de pigmentos lograban explicar.
La investigación fue compleja porque no bastaba con observar el color a simple vista. Los pigmentos antiguos están mezclados con aceites, resinas y otros componentes que distorsionan las señales químicas. Con técnicas como la espectroscopia Raman, que ilumina la muestra con un láser para identificar su “huella molecular”, los intentos iniciales se toparon con un muro: las interferencias del aglutinante ocultaban la información clave.
Durante años, los resultados eran tan confusos que algunos especialistas llegaron a pensar que se trataba de un pigmento desconocido o incluso de una mezcla irrepetible creada por accidente.
El giro llegó con un cambio de estrategia. En lugar de aplicar un láser de alta energía, como se hacía tradicionalmente, el equipo científico optó por usar una longitud de onda más larga (785 nm). Ese ajuste, aparentemente técnico y menor, fue decisivo: permitió filtrar el ruido generado por el medio aceitoso y dejó al descubierto una señal limpia y nítida.
Al compararla con bases de datos de pigmentos históricos, el misterio quedó resuelto. Según se recoge en el estudio, publicado en PNAS, lo que había desconcertado a generaciones enteras resultó ser el manganese blue (PB33), un pigmento industrial desarrollado en el siglo XX, famoso por su intensidad cromática y, al mismo tiempo, por su toxicidad.
Este pigmento, creado en el siglo XX y comercializado en los años treinta, tenía fama de ser espectacular pero también problemático. Su toxicidad acabó con su uso en el arte, lo que explica por qué hoy resulta tan raro encontrarlo.
De todos modos, Number 1A, 1948 no solo resulta interesante por el pigmento azul, también representa uno de los primeros grandes “drip paintings” de Pollock, una técnica revolucionaria en la que pintaba con el lienzo en el suelo, dejando que el gesto, el azar y el control se mezclaran en una coreografía única. Además, es un símbolo del momento en que Estados Unidos tomó el relevo como epicentro del arte moderno tras la Segunda Guerra Mundial.
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