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Visionarios

José Elías no puede más y declara la guerra a una tecnología futurista: "La ponen hasta en el bocadillo de calamares"

José Elías Navarro alerta sobre los riesgos de una adopción indiscriminada de la Inteligencia Artificial y reivindica la sensatez de las empresas españolas frente a los socios europeos, lamentando que a menudo infravaloremos la fortaleza de nuestra industria

José Elías, además de sus negocios, tiene su propio canal de YouTube y suele participar en los podcasts de otros creadores de contenido YouTube Búscate la vida

Existe una tendencia casi patológica en nuestro país a mirar con recelo lo propio mientras se idealiza lo ajeno, una costumbre que a menudo nos impide ver la realidad con claridad. José Elías Navarro ha puesto el foco en esta peculiar idiosincrasia nacional, lamentando con cierta amargura que, a pesar de contar con una industria de excelencia y unos profesionales de primer nivel, los españoles pequemos frecuentemente de una falta de confianza crónica. Para el reconocido empresario, resulta paradójico que seamos incapaces de valorar la enorme calidad de lo que se produce dentro de casa, infravalorando un potencial que los observadores externos sí saben apreciar. Para aprovechar realmente este capital humano, debemos ser conscientes de las nuevas dinámicas del mercado, donde un estudio reciente revela la verdad sobre los cambios irreversibles que están transformando las trayectorias profesionales.

Sin embargo, la realidad de los datos choca frontalmente con ese pesimismo habitual que a veces nos paraliza. Lejos de ir a la cola del progreso, como dicta el tópico derrotista, el análisis de Elías defiende que las compañías españolas están demostrando una madurez tecnológica considerable en la integración de las nuevas herramientas digitales. A diferencia de otros socios europeos que se mueven con mayor lentitud, en España se están dando pasos mucho más pragmáticos y sensatos, rompiendo con la vieja idea preconcebida de que siempre llegamos tarde a las revoluciones industriales.

No obstante, este camino hacia la modernización no está exento de obstáculos importantes que fracturan el mercado. Elías pone el dedo en la llaga al señalar las enormes dificultades que enfrentan los autónomos y las pequeñas empresas, quienes a menudo se topan con barreras casi insalvables por la falta de recursos económicos. La desigualdad del tejido empresarial provoca que, mientras las grandes corporaciones avanzan a velocidad de crucero, los actores más modestos carezcan del músculo financiero y técnico necesario para implementar estas novedades con las garantías suficientes. En este escenario de desigualdad económica, surgen debates profundos sobre el futuro del trabajo, aunque voces expertas advierten que el supuesto fin del empleo es más una narrativa alarmista que una realidad inminente.

Potencia en gestión y debilidad comercial

Por otra parte, el diagnóstico profundiza en las luces y las sombras estructurales de nuestra economía real, más allá de la tecnología. Somos una potencia innegable en manufactura y gestión, ámbitos donde el nivel de ejecución es de primer orden y compite de tú a tú con los mejores del mundo. El verdadero problema radica en un lastre histórico: aunque sabemos fabricar como nadie, a menudo nos falta esa destreza necesaria para vender nuestros productos fuera de nuestras fronteras, con la misma agresividad y eficacia comercial que sí demuestran nuestros competidores internacionales. Es urgente corregir esta timidez comercial, especialmente cuando observamos cómo los grandes líderes tecnológicos mundiales no dudan en cerrar pactos agresivos para blindar su hegemonía en el mercado internacional.

Finalmente, el magnate hace un llamamiento a la cordura frente al ruido ensordecedor que rodea a la tecnología actual. Su postura invita a la prudencia para evitar que la innovación se convierta en un fin en sí mismo que genere más problemas que soluciones. Para Elías, la adopción de la Inteligencia Artificial debe tener siempre un propósito definido para el negocio, concibiéndose estrictamente como un apoyo para liberar cargas de trabajo y nunca como un reemplazo total del factor humano, que sigue siendo insustituible.