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Cuando Facebook fulminó a Trump: ¿estamos ante una cruzada política?

El bloqueo indefinido de la cuenta del ex presidente de Estado Unidos ha reabierto un debate sobre quién decide y quien permite usar las redes sociales

Cuando Facebook fulminó a Trump: ¿estamos ante una cruzada política?
Cuando Facebook fulminó a Trump: ¿estamos ante una cruzada política?ERIN SCOTTREUTERS

¿Deben Facebook e Instagram bloquear a Donald Trump de manera indefinida o no? Esta es la pregunta que muchos se hacen después de que Mark Zuckerberg haya tomado la decisión de liquidar al ex presidente de Estados Unidos de sus plataformas. El debate llega apenas unas jornadas después de la toma de un Capitolio que, el pasado 6 de enero, pretendía certificar a Joe Biden como el próximo representante del país. Y que no lo pudo hacer por la irrupción de un grupo de manifestantes azuzados por el líder republicano a actuar debido a lo que él sigue calificando como “fraude electoral”. Las consecuencias ya las conocemos de sobra: cuatro fallecidos, un ataque a la democracia y un país agitado. Entonces, ahora, planteemos de nuevo la interrogación: ¿deben las redes sociales boicotear a aquellos políticos que alteren la convivencia y la paz?

El argumento de Zuckerberg es claro en ese sentido: “Trump pretende utilizar el tiempo que le queda en el cargo para socavar la transición pacífica y legal del poder a su sucesor elegido”. Además, señala en un comunicado que “su decisión de usar Facebook para condonar en lugar de condenar las acciones de sus partidarios en el Capitolio ha perturbado, con razón, a la gente de Estados Unidos y de todo el mundo”. De hecho, éste es el principal motivo por el que programador ha decidido no sólo eliminar algunas de sus publicaciones, sino también bloquear sus perfiles hasta que el traspaso de poderes esté completado. Lo curioso es que ésta no es la única vez que el republicano ha lanzado algún que otro post polémico, pero sí la primera en la que se le ha fulminado tecnológicamente. ¿Por qué? Sencillamente porque, tal y como señala el fundador, el público tiene derecho a un “acceso lo más amplio posible al discurso político, incluso cuando sea controvertido”. Por eso, en ocasiones anteriores, han ido quitando contenidos o etiquetando anuncios que violaban sus políticas.

Sin embargo, lo que ha ocurrido en esta ocasión tiene lugar en un contexto “fundamentalmente distinto”: ha utilizado la red social para “incitar a una insurrección violenta contra un Gobierno elegido democráticamente”. Y he aquí una de las claves de la discusión que hoy se plantea. Para Zuckerberg, permitir que el ex presidente siga usando sus medios durante este periodo de cambio, que durará hasta mínimo el 20 de enero, supone riesgos “demasiados grandes”. Ahora bien, que su perfil esté bloqueado no quiere decir que no sea accesible. Es decir, el contenido ya publicado seguirá estando visible, pero ni él ni su equipo podrán difundir nada durante este tiempo.

“Lo que ha sucedido aquí nos podría pasar a cualquiera, lo que ocurre es que lo ha protagonizado un personaje público y se ha magnificado todo”, sostiene Carlos Valverde, experto en marketing político. “Cuando nos registramos en una determina red social, aceptamos una serie de términos de uso y privacidad que regulan todas estas cuestiones. De tal modo que, si infringimos alguna de ellas, la plataforma puede automáticamente sancionarnos a través de los medios que aparecen recogidos”. Esto es lo que, precisamente, le ha ocurrido a Trump en Facebook y el resto de aplicaciones. Pues no hay que pasar por alto que Instagram, Snapchat y YouTube también han movido ficha. Twitch, por ejemplo, explicó que, “dada la retórica incendiaria del ex presidente, creemos necesario tomar medidas para proteger a nuestra comunidad y prevenir que nos utilicen para incitar a la violencia”. Algo que también sostuvo Twitter, el principal canal de comunicación del republicano.

En este medio, ha lanzado constantemente escandalosos mensajes que buscaban movilizar a la masa e intoxicar a la sociedad a través de fake news. “Sin duda, internet ha sido uno de sus altavoces predilectos para llamar la atención de la gente, especialmente de aquellos grupos extremistas que le alzaron hasta la presidencia en 2017. Ahora, lo hemos vuelto a ver: él ha hecho un llamamiento desesperado y ellos han acudido casi de inmediato”, continúa Valverde. El problema es que, esta vez, ha habido represalias. ¿Justas o injustas? Para responder a duda, hay que tener en cuenta la política que rige en las distintas compañías de Silicon Valley que, aunque distintas entre sí, casi todas llegan a la misma conclusión: quien viola sus normas debe recibir un castigo, ya sea bloqueando el perfil, borrando publicaciones o inhabilitado determinadas funciones.

¿Censura?

En España, por ejemplo, también hemos vivido una situación similar con Santiago Abascal. El líder de Voxpregonó el 5 de enero un vídeo con el que denunciaba cómo los diputados del PSOE aplaudían en el Congreso a la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua. Las cámaras registraron este momento durante la previa a la primera votación del debate de investidura. Lo que aconteció es que la ovación de los parlamentarios de izquierda no era a la intervención de Aizpurua: aplaudían en realidad a la presidenta de la Cámara Baja, Meritxell Batet. El mismo venía acompañado del siguiente mensaje: “5 de enero de 2020. Los socialistas aplaudiendo a los herederos de ETA una vez que obtienen, desde la tribuna, el salvoconducto de la banda. Pedro Sánchez y su partido ya han cruzado todas las líneas rojas de la democracia y de la dignidad”. Rápidamente, Facebook tomó la decisión de calificar el post como falso, así como de bloquear el contenido.

Dicho esto, tanto en el supuesto de Abascal como en el de Trump, ¿hablamos de un poder que censura y permite lo que quiere a su gusto y antojo? La respuesta es cristalina: no. Y, aunque parezca lo contrario, tiene una explicación: los 44.942 trabajadores de la compañía resultan insuficientes para vigilar de manera personal la actividad social que protagonizan los 1.871 millones de usuarios activos que tiene la red social. Lo que justifica que, desde su creación, hayan echado mano de la tecnología para solventar ese asunto. A través de diferentes algoritmos, se detectan contenidos que deben ser borrados por incumplir la normativa interna. Como es el caso del vídeo falso del líder de Vox o el alegato revolucionario del ex presidente de Estados Unidos. “Básicamente, podemos diferenciar dos tipos de publicaciones conflictivas: en primer lugar, aquella que infringe las condiciones de uso; y, en segundo lugar, aquella que acumula denuncias de un numero grande de cibernautas. En cualquier situación, se tachará a Zuckerberg de censor, pero no es así”, mantiene Sara Rodríguez, experta en social media.

El poder de los acólitos

El primer caso es el que afecta, propiamente, a Trump: cuando alguien sube un contenido gráfico que incita al odio, que muestra pornografía o que representa actos violentos, casi automáticamente el mencionado algoritmo lo bloquea. Da igual el titular o el impacto, se elimina. “Hablamos de contenido que nadie puede divulgar y eso lo sabemos todos desde el momento en que descargamos la aplicación”, subraya Rodríguez. La segunda opción resulta un tanto más discutida. Aquí se encontraría el caso de Willy Toledo, al que Facebook cerró su perfil durante un mes por llamar “gusano” a Orlando Ortega, un atleta cubano nacionalizado español que ganó una medalla en los Juegos Olímpicos de Río y que, a la hora de celebrarlo, optó por ondear la bandera de nuestro país. “Las denuncias no se hicieron esperar, pero esto no quiere decir que de manera inmediata la inteligencia artificial bloquee la cuenta. En estas situaciones, entra en juego el equipo humano para valorar si efectivamente el rechazo público tiene sentido o no”. Por lo tanto, lo que se observa es que, cuando el sujeto es un personaje público, las acusaciones de control y vetos no tardan en llegar por parte de sus acólitos.

Esto es tal cual porque existe una regla no escrita entre las tecnológicas que dice que más vale pedir perdón que pedir permiso. O dicho de otra forma: prefieren eliminar a priori y rectificar a posteriori si, con eso, pueden evitar situaciones de discriminación, exaltación del terrorismo, vejación, instigación a la violencia, machismo… Y, si no es así, siempre pueden revertirla. “Esto es algo a lo que nos enfrentamos todos los usuarios, sin distinción. No hay una cruzada contra los políticos de un signo en detrimento de otros”, concluye Rodríguez. “La gran diferencia que encontramos es: mientras que lo que yo publico como ciudadano tiene una trascendencia ínfima, lo que lanza Trump, Abascal o Toledo posee un impacto enorme. Por eso, lo mío no trasciende y lo suyo sí. No hay ningún poder vigilándonos constantemente ni censurando a troche y moche. Lo que existe son unas normas de uso de estas redes sociales y, si no nos gustan, lo mejor entonces es no usarlas”.