Huawei
Diversidad tecnológica y ecosistemas digitales
En el equilibrio ecológico el éxito está basado en la diversidad y en la interacción entre ecosistemas. En tecnología ocurre lo mismo
El desierto del Sahara es una extensión, casi cuatro veces mayor que el Mediterráneo, de arena y matorrales. Allí la vida es dura, animales, plantas y seres humanos, se han adaptado a lo largo de miles de años y muy pocos logran prosperar. Cruzando un océano, el Atlántico, se encuentra el Amazonas. Ocupa la mitad de territorio que el Sahara y allí la vida se basa en una palabra: promiscuidad, pero entendida en su significado original, como la combinación del prefijo pro (hacia adelante, en favor) y miscere (mezclar) . Allí prosperan más de 3 millones de especies. En el desierto del Sahara apenas hay mil. Es obvio que son ecosistemas opuestos, que nada tienen que ver y que los separa mucho más que un océano. Y aún así...
En 2015 un satélite de la NASA midió la cantidad de polvo que viaja en el viento entre el Sahara y la selva amazónica. En ese polvo, granos de arena formados por microorganismos muertos, hay un mineral fundamental para la selva, el fósforo. Sin él, la selva amazónica tendría muchos problemas para prosperar. La Amazonía depende mucho del Sahara. Lo mismo ocurre con los desiertos y el mar, con el polo norte y las selvas europeas y, en menor escala, con especies que conviven en simbiosis por mutuo interés. Es esta promiscuidad lo que potencia la biodiversidad.
¿Qué tiene esto que ver con la tecnología? Muchísimo. De acuerdo con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) la civilización khmer (Camboya), los vikingos de Groenlandia, los Rapa Nui de la Isla de Pascua y el pueblo Anasazi de América del Norte, entre otros, desaparecieron por motivos ecológicos: sequías, olas de frío extremas o la tala de los árboles... Todo ello vinculado a la falta de biodiversidad. Y en tecnología ocurre lo mismo. Cuando un sector tecnológico crea un monopolio, a largo plazo el resultado es la endogamia del sistema. Un ejemplo es lo que ocurrió con Windows. La falta de competencia en los sistemas operativos impidió una evolución natural (o digital en este caso) y todo el ecosistema (Windows) evidenció fallos cada vez mayores. Cuando surgió la competencia (Linux, Ubuntu, iOS, etc.) el ecosistema logró sobrevivir porque se adaptó. Algo que no supo hacer, por ejemplo, Nokia. En 1998 era el fabricante más importante de móviles del mundo. Siete años después la empresa había perdido el 90% de su valor.
Actualmente algo similar está ocurriendo con Google. Este gigante tiene casi el 80% del mercado vinculado a los sistemas operativos móviles. En cuanto a motores de búsqueda la proporción aumenta al 90%. Correos electrónicos, música, vídeos (YouTube), mapas, tienda de aplicaciones... Todo ello es parte de Google y facilita que accedan a una enorme cantidad de datos personales. Si este modelo sigue, las consecuencias serán obvias: no habrá diversidad, no habrá evolución.
Por eso, la llegada de Petal Search es tan interesante. En menos de un año alcanzó más de 60 millones de usuarios en todo el mundo y ya roza los 20 millones en Europa. Tanto Google como Huawei han creado sus propios ecosistemas que abarcan motores motores de búsqueda, reproducción de contenido audiovisual, recursos de noticias, compras, localización, juegos y tienda de aplicaciones, por nombrar solo algunos. Obviamente comparten muchos aspectos y si bien Huawei tiene muy claro que (al menos por ahora) no puede competir de tú a tú con Google, sí podría convertirse en un ecosistema fundamental para el equilibrio global promoviendo la diversidad y la evolución. Del mismo modo que el desierto nutre al sistema amazónico. Como ejemplo, Petal Search ya es la tercera tienda mundial de aplicaciones con más de 400M de usuarios activos al mes, algo que jamás obtuvo Microsoft en su tienda de aplicaciones para Windows Mobile.
Un algoritmo diferente
¿Qué puede aportar Petal Search que no tenga Google? Primero, al tener un algoritmo de búsqueda diferente, los resultados van a ser distintos. Ni mejores ni peores, pero sí diversos (otra vez la biodiversidad). Segundo cualidades como la búsqueda visual, una evolución de la búsqueda inversa de Google, no solo detecta imágenes en la red, también identifica objetos que enfoquemos con la cámara y nos brinda información de ellos: su historia si es un monumento o dónde podemos comprarlo si se trata de un jarrón, una prenda de vestir o una silla. Podría parecer banal, pero las generaciones móviles ven, reconocen y se expresan desde la cámara de su móvil que se ha convertido en su lenguaje visual.
También permite configurarse con una personalización mayor que Google (desde iconos del menú, modos de privacidad e intereses y recursos o fuentes en los cuales buscar información) y está vinculado a la inteligencia artificial de los dispositivos Huawei y compatibles (en el futuro también coches) para poder controlar todo un hogar inteligente. El control que otorga al usuario sobre su privacidad es mucho más accesible que el de Google quien, considerando su negocio basado en la publicidad, trata de que los usuarios no descubran fácilmente como rebajar el nivel de datos compartidos con el buscador.
Pero, como en todo ecosistema complejo, lo más interesante es su capacidad de evolución. Petal Search permite, al igual que Google, realizar búsquedas por voz... ¿qué pasaría si, en lugar de hablarle, le pidiéramos que, e identifique una canción, como hace Shazam? O si fuéramos al cine y al identificar la película (por la entrada digital), nos preguntara si queremos escucharla en versión original o doblada y con solo conectar los cascos, automáticamente la veamos en el idioma que queremos…
¿Qué ocurriría si fuera capaz de predecir, por nuestra forma de andar y nuestras pulsaciones, un problema cardiovascular y emitiera una alerta? Eso sí sería una evolución verdadera.
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