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El horno no perdona: Mario gana “Bake Off” y Pol se quema en la recta final
La segunda edición del reality de RTVE cerró con una final inesperada, plagada de emociones, visitas sorpresa, mousse arruinadas y tartas autobiográficas

Nadie sale ileso de una final como la que se vivió este lunes en “Bake Off: famosos al horno”. Ni los concursantes, ni el jurado, ni siquiera el espectador que esperaba una noche amable de azúcar y merengue. Porque lo que ocurrió en esa carpa fue algo más que una competición culinaria: fue una mezcla de ternura, nervios, sorpresas y despedidas inesperadas. Al final, Mario Marzo se llevó el título, pero no sin antes atravesar una montaña rusa que lo enfrentó a sí mismo, al horno y a sus propios recuerdos.
Los finalistas —Lidia Torrent, Nagore Robles, Pol Espargaró y el propio Mario— llegaron con el delantal temblando y la mirada puesta en un título que ya no se decidía por técnica, sino por alma. Desde el inicio, Paula Vázquez dejó claro que la estructura del programa se rompía: adiós pruebas clásicas, hola a tres desafíos de fantasía pensados para medir algo más que la receta.
Pol, el piloto que llegó al programa como outsider absoluto, fue el primero en despedirse. Su eliminación en la prueba de la tarta con macarons dejó a sus compañeros visiblemente desconcertados. “No me lo puedo creer”, dijo Lidia, llevándose las manos a la cabeza. “Ellos son tan buenos que merecía eso”, replicó Pol con humildad, antes de abrazar a todos. Y aunque su “bomba tropical” con mousse de chocolate, fruta de la pasión y crujiente de avellana recibió elogios, un fallo en las cantidades terminó pasándole factura.
Con él fuera, la final tomó otro tono. El desafío final —la prueba Hiperfantasía Máxima— pedía más que técnica: pedía historia. Tres tartas, tres momentos personales. Lo que se sirvió al jurado no fue solo repostería: fueron fragmentos de vida moldeados en ganache, cremoso y bizcocho. Emoción a flor de piel, lágrimas contenidas y una tensión que ningún glaseado podía disimular.
Acompañados por la presencia inesperada de Lalachus y los mensajes de sus familiares, los concursantes contaron quiénes eran mientras cocinaban. No hubo cinismo. Tampoco sobreactuación. Solo personas reales intentando cerrar un viaje inesperado de la mejor forma posible. El jurado —Paco Roncero, Eva Arguiñano y Damián Betular— lo supo ver: no se trataba solo de sabor, sino de evolución. Y Mario fue quien mejor equilibró ambas cosas.
Ganó sin hacer ruido. Con constancia, con enfoque y con ese aire de quien no ha venido a demostrar nada, sino a aprenderlo todo. “Bake Off” encontró en él no solo un pastelero amateur capaz, sino un narrador emocional que, prueba tras prueba, supo construir su lugar sin pisar a nadie. Y eso, en un reality competitivo, es mucho más difícil de lo que parece.
Así cerró una edición que empezó como un programa amable y acabó como un espacio de verdad televisiva. Con humor, sí. Con crema pastelera, también. Pero, sobre todo, con personas que, al ponerse un delantal, se atrevieron a mostrar mucho más de lo que sabían cocinar. Y Mario Marzo, al final, cocinó justo lo que se necesitaba: el final perfecto.
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