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Estreno

"Chespirito": Fue sin querer, pero queriendo

Max estrena uno de los proyectos más esperados de la temporada, la serie biográfica «Chespirito» sobre la vida y obra de Roberto Gómez Bolaños, creador de «El chavo del 8»

«El chavo del 8» encima de su ya mítico e icónico tonel en donde vivía, interpretado por un enorme Pablo Cruz

Soy de aquellos que se atreve a decir sin tapujos que es fan de las creaciones de Roberto Gómez Bolaños. En 1993 aterrizaba en La 2 de Televisión Española la serie «El chavo del 8», a primera vista una serie infantil o adolescente, con personajes de los suburbios mexicanos, tipificados y exagerados, con humor gestual, bromas físicas y frases recurrentes. Tras engancharme a esta llegó una anterior, «El chapulín colorado», con un surrealismo y unas frases que sujetaban al espectador aún más fuerte. Contra todo pronóstico, «El chavo del 8» fue una revolución social y llegó a tener una audiencia mundial promedio de 91 millones de espectadores, y en 1975 se estimaba que más de 350 millones de personas lo veían cada semana. Ahora, a Max acaba de llegar la serie «Chespirito: sin querer queriendo»(«Not Really On Purpose»), el biopic oficial del actor, comediante, escritor, guionista, director y productor, uno de los más importantes de la televisión mundial. Los ocho episodios nos ofrecen un viaje sobre el «pequeño Shakespeare» (Chespirito), bajo la visión artística de Roberto Gómez Fernández y Rodrigo Santos, que ejerce de director general.

Para empezar el elenco no sólo cumple con el parecido físico con los actores y personajes que interpretaron en la pantalla, si no que aportan parte de la magia que hace de este proyecto algo tan especial. Pablo Cruz interpreta al entrañable Roberto Gómez Bolaños, dando vida también a sus icónicos personajes Chavo del 8, Chapulín Colorado, Dr. Chapatín. Lo acompaña un elenco de primera: Paulina Dávila como Graciela Fernández, Bárbara López como Margarita Ruíz (Doña Florinda), Arturo Barba como Rubén Aguirre (Profesor Jirafales), Andrea Noli como Angelines Fernández (La Bruja del 71), Miguel Islas como Ramón Valdés (Don Ramón), Juan Lecanda como Marcos Barragán (Quico), Eugenio Bartilotti como Edgar Vivar (Señor Barriga y Ñoño), Paola Montes de Oca como María Antonieta de las Nieves (La Chilindrina), entre muchos otros. La serie se va situando en los años 80 con el triunfo de Bolaños, pero recurre a varios «flashbacks» para ir volviendo a la infancia de Roberto, su juventud trabajando en una fábrica de tornillería, y su salto al mundo del espectáculo gracias a una oferta de trabajo que consiguió llevarle hasta la agencia publicitaria D’Arcy. Es muy dura la recreación de la juventud de Roberto, marcada por la muerte de su padre, pintor, dibujante y cantante, y que llevó a su madre a desconfiar del mundo del espectáculo. «Vives desobligado como tu papá. El arte te puede matar como a él», llega a decirle en una escena. Llega una buena época, cuando ficha en 1959 como guionista del famoso dúo cómico Viruta y Capulina, que acabó como el rosario de la aurora.

La serie pronto se centra en el momento de su mayor creatividad, cuando aupado por un par de amigos consigue crear «Los genios de la mesa cuadrada», que acaba siendo estropeada por la inclusión, a su pesar, de bromas contra la cadena rival: «Quiero hacer comedia que mi familia entienda». Toda la historia está salpicada de algún tipo de realismo mágico, que regala momentos ficcionados como el saltamontes que le sugiere la idea del Chapulín colorado, aunque es una maravillosa manera de contar todo lo que sucede alrededor de la mente creativa de Gómez Bolaños, pero que también nos muestra la fragilidad de su situación personal y familiar, que durante muchos años fueron la fortaleza del mexicano. Todo en la ficción está cuidado al detalle, destacando todo lo referente al vestuario, la producción y la ambientación, con más de medio siglo de recorrido. Además asistimos a decenas de guiños para los fanes, como la creación de frases míticas de los personajes de Chespirito, como «fue sin querer queriendo», «No contaron con mi astucia» o «que no panda el cúnico». Incluso, si se fijan bien los espectadores, podrán ver en pantalla a la auténtica María Antonieta de las Nieves y a Edgar Vivar a través de cameos, al igual que Roberto Gómez Fernández y Esteban Valdés (hijo de Ramón Valdés).

La serie no se deja nada en el tintero, y a aquellos actores a los que se les ha cambiado el nombre, tampoco se les trata bien, como al soberbio Quico. Además, recupera la memoria nostálgica con los guiños al tipo de producto de Chespirito, como la inocencia, la ternura y esa velada crítica social que tantos ojos abrió en su época. Y siempre el optimismo, incluso en los peores momentos, para indicar que todo era un hombre y su sueño, sólo eso. Pero que algo tan pequeño consiguió contagiar la risa a millones de espectadores.

La lucha por la herencia creativa de Gómez Bolaños

►Tras el fin de El chavo del 8, Gómez Bolaños registró a su nombre todos los personajes para impedir que los actores los explotaran comercialmente fuera del programa. Esto generó resentimientos y litigios, ya que los intérpretes no podían usar sus papeles en otros espectáculos o proyectos. Sin embargo, María Antonieta de las Nieves («La chilindrina») consiguió tras 12 años de tribunales quedarse con los derechos de su personaje. El fallecimiento de Gómez Bolaños en 2014 desencadenó nuevos conflictos legales entre su heredero Roberto Gómez Fernández, Televisa y Florinda Meza (viuda del comediante).