Toros

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Paco Ureña: «Toreando es el único momento de la vida en el que consigo ser realmente feliz»

Paco Ureña hará el paseíllo mañana en Las Ventas para lidiar un encierro de Montalvo y el próximo 6 de junio ante toros de Victorino Martín

Cristina Bejarano
Cristina Bejaranolarazon

A base de raza y pulcritud en su toreo ha conseguido escalar posiciones. «No todo vale en el toreo, porque si valiese, entraríamos en una burbuja de engaño», matiza Paco Ureña. Y por ello, hoy, es uno de los toreros más esperados por la afición de Madrid. La cita es en la Plaza de Oriente, a los pies del Palacio Real. Llega pensativo, quizá aún con las reflexiones propias tras una tarde de toros épica. A base de raza cortó una oreja. Y a punto estuvo de coronarse como el primer rey de Las Ventas. Maldita espada, esa que tantas y tantas tardes le ha privado de la gloria. Regresó a su plaza y a naturales firmó la Goyesca. La de Madrid en el día de Madrid. «Fue una tarde muy positiva para mí, a pesar de que la corrida no cumplió con las expectativas. Esperábamos que rompiesen más toros y que la tarde hubiese sido redonda, pero me fui muy contento de la plaza. Fue un paso más en mí carrera». Paco Ureña volverá en el día del patrón, por San Isidro. Y repetirá con la de Victorino Martín.

–¿Qué significa Madrid para usted?

–Sin Madrid Paco Ureña no sería Paco Ureña, tanto como torero como persona. Es una plaza que me ha enseñado a vivir y que me ha dado muchas lecciones en la vida y en mi carrera.

–¿Es su plaza?

–Sí, indudablemente sí.

–El año pasado pospuso la intervención quirúrgica de una cornada y toreó herido. Imposible volverle la cara.

–Mi filosofía es intentar que cada día que me visto de torero afrontarlo como si fuese lo máximo y lo último de mi vida, pero es cierto que cuando se trata de Madrid todo cambia, desde el antes de torear al después. Madrid siempre supone un punto donde cambia mi personalidad, mi forma de ver y sentir las cosas.

–¿Le ha dado Madrid los mejores momentos de su carrera?

–Por supuesto. Sí. Los mejores pero también los peores, porque también he sufrido mucho cuando no he encontrado mi rumbo en la plaza.

–¿En qué momento se encuentra como torero?

–Decir que uno llega bien y en el mejor momento de su carrera resulta un tópico. Llego en el momento que estoy viviendo ahora mismo, ni bueno ni malo, pero sí con las ideas muy claras.

–¿Cómo está llevando la preparación de la temporada?

–Físicamente intento estar fresco y torear de salón. Y psicológicamente suelo procurar estar tranquilo, sin dudas, porque para mí es algo importante la estabilidad emocional. Necesito que mi alrededor esté tranquilo para estarlo yo.

–Y después de tantas temporadas buscando el triunfo rotundo, ¿cuesta más mentalizarse de ese triunfo soñado?

–No me preparo para triunfar, de hecho aprendí a no hacerlo. Me preparo para torear y llevar mi cuerpo y mi mente a comprender a un animal para torearlo, porque ese es el único momento de la vida en el que yo consigo ser feliz.

–¿Lo es todo ahora mismo para usted?

–Ahora y siempre lo ha sido.

–¿La exigencia por parte del aficionado hacia usted ha ido in crescendo en los últimos años?

–Sí, pero la principal exigencia procede de mí. Yo soy el que más me exijo cada día y tarde a tarde.

–¿Y esa exigencia le hace pisar terrenos donde cada milímetro cuenta?

–Esa exigencia es a la que yo me quiero someter continuamente porque es la única manera de sentirme libre.

–En la Goyesca, recibió al toro en los medios con el pase del cartucho del pescao. ¿Cómo se viven esas décimas de segundo donde todo está en juego?

–La verdad es que son momentos en los que no puedes pensar. Intentas que salga bien, que puedas fundirte en la embestida y cogerle el ritmo al primer muletazo.

–¿Le preocupa defraudar al público?

–Indudablemente, pero antes me preocupa no defraudar al toro, que es por el cual estamos aquí. Luego no defraudarme a mí, y finalmente no defraudar al público.

–¿Cómo es la afición de Madrid?

–Muy exigente, con las ideas claras de cuál es su visión del toreo. Por algo es la primera plaza del mundo y es tan difícil triunfar. Pero... cuando se consigue, te hace sentir feliz.

–Montalvo y Victorino Martín; Domecq y Albaserrada...

–Afortunadamente soy un torero al que los dos encastes le han dando la oportunidad de expresarse como torero. Aun siendo muy diferentes las embestidas he conseguido acoplar mi tauromaquia a cada una de ellas. Pero, indudablemente, el encaste Albaserrada ha significado mucho y es algo a lo que no voy a rehuir nunca.

–La embestida del Victorino...

–Ha sacado lo mejor de mí. Me ha hecho llegar a reflexiones profundas de mi tauromaquia y de mi propia vida.

–¿Le gusta ver los toros en la ganadería para saber a lo que se enfrenta después en la plaza?

–No. Si lo hiciese creo que quizá me condicionaría mucho a la hora de ponerme delante después en la plaza, así que prefiero no hacerlo

–¿Cómo son sus mañanas en Madrid antes de torear en Las Ventas?

–Prácticamente hago lo mismo que todos los días. Tengo la suerte de vivir cerca de aquí y suelo irme a entrenar a la finca de un amigo. Luego estoy en casa tranquilito hasta la hora de vestirme de torero para ir a la plaza.

–¿Le gusta estar solo o acompañado?

–Depende. Hay veces que no me importa estar acompañado si me siento bien, pero hay otras mañanas en las que me apetece estar solo, sin nadie a mi alrededor.

–¿Qué tal se lleva con el miedo?

–Con el miedo no es fácil llevarse. Tienes que aprender a convivir con él y es algo que yo me siento afortunado por ello. Ojalá siga muchos años conviviendo con él, pero sí que es cierto que en muchas ocasiones se hace duro.

–¿Madrid sube las pulsaciones?

–Indudablemente. Y mucho. Todos somos conscientes de lo que significa y la responsabilidad que conlleva torear en Las Ventas como primera plaza del mundo.

–¿Impone ese túnel de cuadrillas de Las Ventas?

–Yo intento llegar y automáticamente meterme en la sala de toreros. Desde que descubrí su existencia tan maravillosa, me gusta meterme en ella, sentarme, y estar tranquilo en los momentos previos.

–¿No pasa por la capilla?

–Sí suelo pasar. Es lo primero que tenemos al entrar en el patio de caballos y paso un momentito, no para pedir nada sino por estar un momento y automáticamente me voy a la sala de toreros.

–¿Cree en la suerte?

–No. Indudablemente en la vida el destino, o la suerte, como quiera llamarlo, juega un papel importante, pero no es algo que me preocupe. Yo ya me considero afortunado por todo lo que he conseguido.

–¿Sigue en pie la idea de la encerrona?

–Ahora mismo no me paro a pensarlo. Paso. Pero sí que espero que un día pueda cumplir ese sueño. Sé que es muy duro y difícil. Se ha intentado por todos los medios. Es una deuda que tengo conmigo y sinceramente con la afición de Madrid.

–¿Una deuda?

–Sí. Le debo mucho. Todavía no le he podido devolver todo el apoyo que me ha brindado.

–Le esperan con ganas.

–Y ojalá me vean cuajar ese toro pronto. O cuando llegue el momento. Si tiene que llegar, llegará.

–Cuando llegue el momento... ¿Hay Paco Ureña para largo en los ruedos?

–Pues no lo sé. Iré hasta donde mi corazón aguante y hasta donde tenga la capacidad de llegar con mi espada y mi muleta. Me siento tan inconformista y con esa sensación de que no he llegado a dar lo máximo de mí, que aún tengo muchas ganas de luchar.

–¿Inconformista?

–Sí, es algo que nació conmigo o yo con él y que lo llevo muy a flor de piel. Me obsesiona, me mata y a la vez me hace morir por el toreo.

–El sitio lo marcará el toro.

–Por supuesto. Él es el que manda. Pero también la verdad con la que te entregues a él. Si te entregas con verdad, el toro te lo devuelve.