Feria de Bilbao

Adrián reluce a las puertas del abismo

El torero madrileño desoreja al noble primero en el día de su alternativa

Fernando Adrián sale a hombros del coso de Ávila, en el día de su alternativa
Fernando Adrián sale a hombros del coso de Ávila, en el día de su alternativalarazon

Ávila. Se lidiaron toros de Carmen Lorenzo, San Mateo (1º) y San Pelayo (3º), mal presentados, terciados y anovillados. Destacó el 1º, noble y enclasado; con opciones, el 5º, movilidad sin entrega; el resto, sin fuerzas ni raza. Más de media entrada.

El Juli, de grana y oro, pinchazo, estocada, descabello (palmas); estocada trasera (saludos).

Miguel Ángel Perera, de grana y oro, pinchazo, estocada casi entera perpendicular, aviso, dos descabellos (saludos); metisaca que hace guardia, estocada (saludos).

Fernando Adrián, que tomó la alternativa, de blanco y oro, estocada caída (dos orejas); aviso, pinchazo, dos pinchazos hondos, cuatro descabellos, segundo aviso (silencio).

No podía ser de otra manera. El día soñado para Fernando Adrián llegaba de manos de su maestro. En la Escuela Taurina que lleva su nombre, se formó el desde ayer matador de toros de Arganda. El Juli cerró el círculo y le cedió los trastos para lidiar a «Pelotillo», con el hierro de San Mateo. Toro noble y de buen son, aunque algo pegajoso en las embestida, que permitió a Adrián lucir todo su repertorio ya desde los faroles de rodillas del recibo. Hasta cinco le pegó antes de torear con gusto a la verónica. Luego, llegó un buen quite combinando saltilleras y gaoneras. Muleta en mano, comenzó hierático a pies juntos. Sin enmendarse. Faena templada en la que pulseó siempre la embestida del burel, cortito pero con calidad. Primero en redondo, dos buenas tandas. Una más al natural, limpia y con despaciosidad. A partir de ahí, redujo las distancias y buscó el toreo accesorio. Buenos los circulares. Se volcó sobre el morrillo y enterró la espada, algo caída, que no fue óbice para pasear las dos orejas. Otra dimensión, más enfibrado, mostró del manejable sexto. Se metió entre los pitones y el arrimón caló en los tendidos, pero el mal manejo del acero difuminó su tercer trofeo.

Gacho y anovillado, el tercero manseó una barbaridad en los primeros compases de su lidia, sin orden y algo alocada. Después, en la franela, Perera logró atajar los persistentes intentos de huida del animal, que amagó varias veces con rajarse. Cambió de terrenos y mejoró la película. Más por el esmero del torero que por la condición del toro. Pañosa adelantada para enganchar las embestidas y llevarlo hasta el final. Tres tandas muy buenas, cuajando al animal y arrastrando la muleta con mimo. Suma delicadeza para templar a un animal de mortecina embestida. Al ralentí. Mente despejada y facilidad para ver un toro nada sencillo. Pinchó en el primer viaje y dejó una estocada casi entera muy perpendicular de la que salió trompicado. Sin consecuencias. Saludos desde el tercio. Al quinto, que pegó una espectacular vuelta de campana cuando quitaba por chicuelinas, se lo dejó crudito. Sin apenas picar, como al resto de un encierro al que faltó fuerzas y raza. Perera planteó una faena entonada, más para el estímulo personal que para el aficionado, que no acabó de entrar en una labor seria y firme. Termómetro del dulce momento del extremeño. Cómodo en la cara del toro, dibujó buenos derechazos ante una res de Capea con movilidad, que transmitió más, pero sin entrega ni excesiva clase. Pura inercia. La oreja, en el aire, se esfumó de nuevo con la tizona. Quiso matar recibiendo y, al primer embroque, atravesó con un metisaca que hizo guardia. Repitió tentativa y acertó esta vez, pero el presidente, con buen criterio, decidió no atender la petición. De nuevo, saludos.

Mal lote se llevó el padrino. No fue el día de El Juli. Sin fuerza el segundo, que blandeó reiteradamente y debió ser devuelto. No fue el caso y Julián lo muleteó con solvencia a media altura, pues claudicaba en cuanto bajaba los engaños. Más de lo mismo en el cuarto, que acusó un mal gesto en un notable quite por chicuelinas y cordobinas del madrileño. Desde ahí, a menos y cada vez con menos clase. El Juli, visiblemente disgustado, tiró por la calle de en medio.

La tarde era de Adrián. Su día. Fogonazos de resplandor a las puertas del túnel. Ese abismo por entrar en los carteles. Dura encrucijada por resolver. Ahora toca disfrutar de lo de ayer.