Toros

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El «regalo» envenenado de Bohórquez

Fortes, Lorenzo y Galdós, prácticamente inéditos con una corrida blanda e inservible

Saúl Jiménez Fortes dando un derechazo, ayer durante la faena de muleta al primer toro de la tarde de ayer en Las Ventas / Plaza 1
Saúl Jiménez Fortes dando un derechazo, ayer durante la faena de muleta al primer toro de la tarde de ayer en Las Ventas / Plaza 1larazon

Fortes, Lorenzo y Galdós, prácticamente inéditos con una corrida blanda e inservible.

► Las Ventas (Madrid). Toros de Fermín Bohórquez, desiguales de presentación. Todos blandearon y estuvieron en el límite de fuerza y raza. Tan solo el 5º, que no se empleó, y el 6º, que midió y desarrolló genio, no claudicaron. Muy deslucidos, inservibles, los seis.

Más de un cuarto de entrada.

► Fortes, de marino y plata, pinchazo, estocada casi entera (silencio); estocada, descabello (silencio).

► Álvaro Lorenzo, de grana y oro, estocada casi entera desprendida (silencio); pinchazo, estocada (silencio).

► Joaquín Galdós, de marino y oro, estocada caída (saludos); tres pinchazos, seis descabellos (silencio).

Fue una manzana envenenada. Ponzoña pura la corrida de Fermín Bohórquez. Esa tan esperada, tras el gran «atracón» de la isidrada, que anunciaba a dos de los toreros más revalorizados en la primavera de Madrid. Había ganas de Fortes y de Álvaro Lorenzo. También del prometedor Joaquín Galdós. El gozo en un pozo. El oscuro y profundo de la falta de casta. Porque apetecía ver a los «Murube» fuera de los festejos de rejones, pero ayer no fue el día. Alarmante falta de fuerzas, de raza y todo un surtido de embestidas a la defensiva, sin recorrido y carentes de entrega. Así, el premio de regresar a la primera plaza del mundo se convirtió en un veneno que no ayuda a recordar el tremendo crédito ganado con anterioridad. Tampoco ayudó el enésimo sainete presidencial que, incomprensiblemente, mantuvo a los seis en el ruedo sin asomar el pañuelo verde. Otro «favor» del palco, especialmente sangrante en el caso de Fortes. Sin oreja en San Isidro y toros después. Inédito quedó. Su primero fue un toro bastote de hechuras, algo acarnerado, que blandeó mucho en los primeros tercios de su lidia. A pesar del viento y de salir suelto de las telas, Fortes pudo robarle alguna verónica estimable de rodilla genuflexa una vez que lo recogió en los medios. Nada más tuvo el «Murube» -muy en el límite de todo- dentro, pues el costasoleño quedó inédito. Ni un pase tuvo el toro, muy afligido y sin recorrido. Silencio. El acapachado cuarto, suelto de carnes, no gustó de salida y, menos aún, su extrema flojedad. Tres buenas verónicas le pudo pegar Fortes, que luego brindó al cielo, a la perenne memoria del titán del Norte, Iván Fandiño. Comenzó en la misma boca de riego con el pase cambiado de Antonio Bienvenida en un inicio con el sello personal de este Fortes 2.0. El embroque, perfecto. Buen trazo en el muletazo y aún mejor temple. Así le pegó varios muletazos de tremendo gusto. La tanda posterior, exquisita. Por la forma de echarle los vuelos y tratar de engancharlo para recoger en la cadera. Como si fuera bueno, pero delante, para desgracia del malagueño, había un marmolillo que perdía las manos en cuanto bajaba la muleta un centímetro. Así, como llevaba el acero desde el inicio de la faena, a la salida de una tanda, no alargó más la utopía y montó la tizona con torería. Sin calificar. Nos quedamos con las ganas. Y la rabia.

Como con Álvaro Lorenzo. Largo, cornidelantero y de buenas hechuras, el segundo colocó bien la cara tanto en el brioso saludo a la verónica de Lorenzo, con cadencia y meciendo las manos en cada lance, como en el ajustado quite por chicuelinas posterior de Joaquín Galdós para hacerse presente en la tarde. Impecable Sergio Aguilar en la lidia, todo a favor del toro. Brindó al público Lorenzo, al que luego no se vio nunca nada cómodo por el racheado y «cabroncete» jugueteo de Eolo. Hubo temple y ligazón en la tanda inicial en redondo, limpia y profunda, pero luego, la insípida sosería del toro, a pesar de que siguió humillando, hicieron imposible que aquello tomara vuelo. Otra quimera fue el voluminoso quinto, atacado de kilos, por encima de la media tonelada con holgura, parecía llegado del casting de esa taquillera película de dinosaurios. Pareció llegar con un halo más de vida al último tercio, porque nunca se empleó, y el toledano se lo llevó a los terrenos del «6» buscando el abrigo de las tablas frente al viento. Sin embargo, todas sus embestidas fueron a la defensiva y protestando cada vez que le ofreció Álvaro Lorenzo la pañosa. Labor hueca con una materia prima estéril. Silencio en ambos.

Ensillado y muy astifino desde la misma mazorca, se protestó muchísimo al tercero. Otro toro que claudicó reiteradas veces y al que apenas se aplicó castigo en el caballo. Galdós le otorgó sitio para tratar de aprovechar su movilidad y así logró conectar con el tendido en una tanda de derechazos compacta y templada. Largos los dos de pecho. Sin embargo, nunca pudo atacarlo de verdad más allá de esa serie por su endeblez y el trasteo se quedó a mitad de camino, pese a las ganas del peruano con un burel que quiso -tomarla con clase- más que pudo. Certero con la espada, saludó una ovación. El sexto, engatillado y cuesta arriba, fue el único del envío que no blandeó, pero para echarle guasa al asunto desarrolló en malo en la muleta. Se lo había marcado a Gómez Escorial en banderillas, desentendido, a punto estuvo de llevárselo por delante. Luego, en la muleta de Galdós midió y se le vino directo al pecho dos veces al torero. Lo enseñó Galdós por ambos pitones y no dilató más una tarde ya varada desde hace tiempo en esa deriva del tedio. Fue cosa del ganado, no de los de luces. La fiesta del inválido en Madrid.