Cataluña

Ginés Marín: «Hay chavales de mi edad que no saben que el toreo existe»

A sus 20 años es un triunfador, comenzó la temporada triunfando ayer en Olivenza y se ha alzado como el gran icono de la juventud taurina

La Razón
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A sus 20 años es un triunfador, comenzó la temporada triunfando ayer en Olivenza y se ha alzado como el gran icono de la juventud taurina.

Camina tranquilo, a pesar de que el centro de Madrid apremia un día cualquiera de este todavía invierno. Bulle la ciudad. Amanece con nubes pero el sol acaba por ser generoso. Ginés detiene el tiempo. Avanza por el Retiro sin vértigo, la vida debe parecer banal acostumbrado a jugártela delante de un toro. Conoce el éxito y disputa la batalla al fracaso por querer ser el mejor. Eligió este camino cuando apenas tenía once años. Hoy torea en Olivenza, su tierra, y prepara también un encuentro para la semana que viene de jóvenes que ha multiplicado las expectativas.

–¿Cómo surge esta iniciativa?

–Pienso mucho en el toreo, que es lo que me ha dado todo, y sobre todo en el futuro y así surgió promocionar la Fiesta entre los más jóvenes y darles facilidades para acudir a una plaza. Hay chavales de mi edad que no saben que el toreo existe y me gustaría abrirles la ventana a la tauromaquia y que decidan.

–¿En qué consiste el proyecto?

–Comienza con un día de convivencia (10 de marzo). Ponemos autobuses de toda España para que puedan ir al campo. Torearé un novillo y soltaremos un par de becerras para quien quiera sentir la sensación. El fin del proyecto es entregar a todos los asistentes una tarjeta del club joven Ginés Marín en el que tendrán promociones y descuentos durante la temporada.

– ¿Cómo vive la tauromaquia la gente que le rodea de su edad?

–Yo creo que la mayoría vive apartado y tampoco saben de su existencia. Los precios de las entradas en general son muy caros para un chaval de mi edad. Ocurre cuando toreo en Olivenza o Badajoz y hablo con amigos míos que quieren ir a verme y no se lo pueden permitir. Tenemos que facilitárselo y que lo vean como una diversión; ponemos demasiado serio el espectáculo y lo cerramos mucho.

–¿Cómo se aficionó usted?

–Por mi padre. Él quiso ser torero y después es picador y viene conmigo en la cuadrilla. Mis recuerdos de niño son todos en el campo y con los animales, incluso más que en la plaza. Ahí se germinó mi afición, que fue más bonita porque fue creada en la naturaleza, donde yo creo que todos los chavales deben conocer antes el toreo.

–¿Cómo es eso de llevar a su padre en la cuadrilla?

–Es peculiar. Un caso extraño pero hasta ahora lo llevamos con profesionalidad. Hemos toreado mucho juntos y estamos acostumbrados a saber que cuando acaba uno sigue el otro.

–¿Quién es la persona más estricta, más exigente con usted?

–Toda la gente que tengo alrededor me exige mucho y piden de mí, porque saben que puedo dar. Pero el más exigente soy yo, aunque exteriormente no lo pueda parecer, interiormente tengo una pelea conmigo mismo de querer ser mejor y superarme y eso es lo que no me deja vivir tranquilo.

–¿Qué torero es y qué torero le gustaría ser?

–Más que el torero que soy, me siento en el camino de buscar el torero que quiero ser. Y no lo sabría explicar con palabras, pero sí lo siento cuando entreno para que pueda salir a la plaza ese torero que llevo dentro y que creo que es diferente a los demás.

–¿Se madura antes cuando uno se juega la vida?

–Indudablemente. Cuando me comparo con amigos de mi edad que no se dedican al toreo, la diferencia de madurez es bastante grande. Aquí desde que uno decide ser torero, en mi caso con 11 o 12 años, te relacionas con gente que te dobla o triplica la edad y te hace ver las cosas desde otro punto de vista y el propio toro te hace madurar por la exigencia que tiene todo.

–¿De verdad es consciente de que se juega la vida?

–Uno es consciente de que un toro te puede coger, y te das más cuenta con lo que ha pasado a Iván Fandiño y Víctor Barrio. Pero cuando vas a la plaza no piensas en no volver; si lo pensara creo que no sería capaz de vestirme de torero.

–¿Las cornadas sí que están integradas?

–Las cornadas, las volteretas son algo habitual y hay días que vas a la plaza y sabes que te puede coger un toro porque son días que tienes que cruzar la línea y hay más opción de que el toro te hiera. Ahí está la dificultad: superar esos miedos indudables y tirar para adelante.

–En tiempos de igualdad, de femenino y masculino, ¿qué opina de una mujer en el ruedo?

–El toro no sabe si delante de él está una mujer o un hombre, por tanto yo creo que la igualdad está patente.

–¿Cree que estamos cerca de la igualdad entre hombres y mujeres?

–Pienso que sí. La vida evoluciona y la sociedad se va mentalizando de esa igualdad. Está claro que todavía sigue habiendo excepciones pero va cambiando con el tiempo.

–Como español, ¿cómo vive la situación de Cataluña?

–Es un insulto a todos los españoles. Al que le gusta España estupendo y a quien no le gusta sus costumbres y cultura que no viva en este país.

–¿Qué es para usted la marca España?

–Es todo lo que nos representa a España alejado de ideologías políticas y arraigado a la cultura de nuestro país, en la que se incluye indudablemente la Fiesta de los toros.

–Si no fuera español, ¿en qué lugar le hubiera gustado nacer?

–Cada día que me levanto pienso en la suerte que tengo de haber nacido en España, aun conociendo tantos lugares del mundo como estoy teniendo la suerte de conocer.

–De no haber sido torero, ¿qué le hubiera gustado hacer?

–Si no hubiese sido torero, no sé por qué camino me hubiese llevado la vida, pero de lo que sí estoy seguro es que nada me hubiera hecho tan feliz.

–Ahora que vivimos la polémica sobre las pensiones, ¿cree que se respetan en este país a los mayores?

–No hay derecho a que a una persona que lleva cuarenta años cotizando no le quede su pensión. En ese sentido, no creo que se estén respetando a los mayores.

–¿Le pondría letra al himno?

–Sin duda, no. Es una de nuestras señas de identidad. Por el hecho de no tener letra es distinto y singular. No creo que debamos dejarnos llevar por ese tipo de corrientes.

–Volviendo a su carrera, ¿cómo se vive una Puerta Grande en Las Ventas?

–Salir por la Puerta Grande de Madrid es lo más bonito que me ha pasado: ahí da gusto hasta que te rompan el vestido al salir. Es el culmen, porque un torero sueña con esa plaza siempre. Es la única que tienen autoridad para cambiarte la vida. Llegar el día de la confirmación de alternativa, como fue mi caso, y cortar dos orejas a un toro... Es algo que casi ni se sueña.

–¿Cómo suenan los olés?

–Desgarradores. Te llenan por dentro.

–¿Cómo se mantiene los pies en la tierra después?

–Esa es la dificultad. Llegar al éxito y mantenerte en el mismo nivel de humildad y sacrificio es lo importante. No creerte que estás por encima del bien y del mal.

–Como profesional del toreo, ¿cómo vive la situación política?

–Creo que los políticos se están equivocando. Un político lo que quiere son votos y creo que en general les da igual sus gustos, van hacia donde hayan más votos... Y con la moda que hay de antitaurinos lleva un poco a que crean que ahí hay más votos y que los taurinos somos menos. Pero luego ocurre que un día de festejo hay veinte antitaurinos en la puerta de la plaza protestando y veinte mil aficionados dentro.

–¿Qué está pasando con los animales?

–Los animales son animales y no debemos humanizarlos ni darle más importancia a la vida de un animal que a la de un humano... Hay muchas maneras de ver las cosas... Un perro seguramente prefiera estar en libertad y nosotros le encerramos en una casa y para adiestrarle le reprimimos sus instintos... Hay muchas cosas cuestionables.

–¿Es el toro para el torero un animal sagrado?

–Indudablemente. Para el torero y para todo el mundo. El toro te trasmite su seriedad y su importancia. Tú le ves en el campo y no te vas hacia él. Impone.

–¿Qué es lo que más asusta en esa distancia corta?

–Cuando se torea en el campo se transmite más ese miedo porque, todos esos sonidos que en la plaza no se perciben por el ruido de la gente, se escuchan. Los pasos del toro, los porrazos de las pezuñas, cuando el pitón remata en el burladero y huele a quemado, la respiración del toro... Son sensaciones y olores que te trasmiten seriedad y miedo.

–¿Nunca le paraliza ese miedo?

–Me preparo para ello, para que el miedo no me retenga.

–Y el día que torea. ¿cuál es el peor momento?

–En el hotel cuando me quedo solo, habitualmente después de comer y todo el mundo se va a su habitación a descansar. Y tú no puedes descansar porque la incertidumbre y los nervios te tienen atemorizado y estás en la habitación nervioso. Si hubiese una cámara en la habitación en ese momento sería llamativo verlo.

–¿No le gusta estar solo?

–Estoy incómodo. No puedo expresarme. A veces algún amigo o al mozo de espadas le pido que se quede y me dice, «pero si estamos en silencio»... Y es verdad pero a mí me da confianza.

–¿Le cambia el carácter?

–Los que más me lo notan son la gente que tengo cerca los días antes, porque casi ni hablo. A veces no nos portamos bien con la gente que tenemos alrededor; son los nervios que no nos dejan actuar con normalidad.

–¿Para quién es la primera llamada?

–A mi madre. Cuando puede viene a verme, y si no la llamo.

–Conoce el éxito, pero ¿y el fracaso?

–El fracaso es duro de asimilar y de mantenerte fuerte ante él. Está siempre al acecho a nada que no estés preparado.

–¿Qué sirve más el fracaso o el éxito?

–El éxito sirve para crecer en la profesión y el fracaso para crecer y darte cuenta de los errores. Una persona sin fracasos, se estanca, no evoluciona.

–Comenzó ayer la temporada en casa, en Olivenza, sustituyendo a El Juli. ¿Impone más torear en casa?

–Se lleva peor, es bonito porque es especial, pero esa actuación te va a marcar todo el año.

–Esa tarde le persigue.

–Si estás bien en tu casa te paseas por tu ciudad y te ven como te habían visto esa tarde... Pero si estás mal (sonríe) hay que esconderse un poquito.