Ferias taurinas

Javier Cortés, en un festín de La Quinta

Javier Cortés durante la corrida. Foto: Efe
Javier Cortés durante la corrida. Foto: Efelarazon

Gran tarde y oreja del madrileño, que pinchó la Puerta Grande como Román, con una notable corrida “santacolomeña” en la tercera de Santander.

Santander. Tercera de la Feria de Santiago. Se lidiaron toros de La Quinta, muy bien presentados, serios y parejos de hechuras, muy en Santa Coloma. El 1º, gran toro, enclasado y de dulce embestida, embistió “gateando”, lo quiso todo por abajo; el 2º, midiendo siempre y reservón, muy peligroso; el 3º, noble y obediente, de embestida mexicana; el 4º, peleó de bravo en el caballo, noble y enclasado, aunque se orientó a mitad de faena; el 5º, sosote y sin transmisión, y el 6º, noble y colaborador, aunque le faltaron finales. Más de media entrada.

Javier Cortés, de azul eléctrico y oro, estocada desprendida (oreja); tres pinchazos, estocada (saludos).

Fortes, de azul rey y oro, buena media, aviso, bajonazo, segundo aviso, dos descabellos (silencio); estocada caída (silencio).

Román, de azul rey y oro; media en buen sitio (saludos tras leve petición); buena estocada, aviso, dos descabellos (vuelta al ruedo tras fuerte petición).

Tan sólo Ceret, en ese reducto francés suyo que le puso en órbita años atrás, y Teruel se antoja muy poco. Prácticamente la nada para alguien que, herido, rozó heroicamente la Puerta Grande en la Goyesca. Así está el sistema. Javier Cortés rozó también la Puerta Grande esta tarde en la tercera de la Feria De Santiago. Porque toreó -y muy bien- a un lote para soñar el toreo de La Quinta, que envió a Santander una corrida muy bien hecha, pareja, en tipo, bien presentada y de notable comportamiento. Cuatro de seis. Sólo el lote de Fortes, un marrajo el segundo y sosote el quinto, impidió el sobresaliente de un encierro muy noble que derrochó dulces embestidas.

Lo comprobó Javier Cortés con un ‘Velero’ para navegar a toda vela. Firmó una faena llena de convicción, muy asentado, en la que, tras una primera tanda en redondo maciza, pegó otras tres al natural superiores. Limpias, muy encajado y templando la dulce embestida del toro. De enorme clase. Importante, Cortés, que bordó los remates. Tanto los de pecho como varias trincherillas llenas de sabor. Con el toro ya abriéndose más de la cuenta y saliendo con la cara más a su aire, epilogó por manoletinas y un natural larguísimo aprovechando la querencia. Estocada desprendida y oreja de ley. Ovación para el de La Quinta. Otra debió cortar del hondo cuarto, con más cuajo que los tres primeros, cornidelantero y estrecho de sienes, que también estaba en el tipo de la casa. Cortés trató de ‘enseñarlo’ a embestir en un saludo de capa más práctico que lucido. Repitió y humilló el toro. Empujó y echó la cara arriba en varas hasta terminar derribando. Buena pelea. Se lo dejó quizás crudo el joven madrileño. Lo aprovechó en un comienzo de faena lleno de torería por bajo para sacarlo a los medios. Y, ahí, muy encajado de nuevo, comenzó a torear en redondo. El compás abierto, cargando la suerte para alargar cada uno de los derechazos con el toro embistiendo al ralentí. Otro toro de La Quinta de nota. Cumbre, esa serie. Le siguieron dos más de la misma intensidad. Series, además, largas de siete, ocho, muletazos. De pitón a rabo los de pecho. Ahí, tras una arrancada que sorprendió a Cortés, el toro se orientó y tuvo más que torear. Mucho más exigente, no fue tan franco. Faena medida, que finalizó al natural, en la que la mácula de la espada -tres pinchazos antes de la estocada-, dejó en una ovación la oreja que tenía en su mano.

También debió salir en volandas Román. Por su faena al -más “asaltillado”- sexto. Le metió un espadazo de premios, pero la tizona quedó suelta y no claudicó el toro, que necesitó de dos descabellos. Se le pidió la oreja con fuerza, pero el palco no la concedió y dio una vuelta al ruedo que supo a poco, porque había cuajado al otro toro de enorme bondad de La Quinta, al que, eso sí, le faltaron finales, pues salía del embroque sin rebosarse en la muleta. /Se había arrancado de bravo en sus dos varas, la segunda desde la boca de riego, si bien, bajo el peto, echó la cara arriba. Buen tercio de banderillas de Raul Martí y El Sirio, desmonterados ambos. Román corrió luego la mano con gusto por ambos pitones y ligó las tandas para llegar fácilmente al tendido, pero la mácula de la espada fue insalvable. También supo a poco la ovación que saludó tras el precioso cárdeno salpicado y lucero tercero, que abría más la cara que sus hermanos. Fue otro toro colaborador. Le pegó una larga cambiada de salida y prologó la faena por doblones. Luego, hubo dos tandas en redondo macizas en las que el obediente ‘Santa Coloma’, que tuvo mucha bondad, persiguió el engaño con clase. Embestida a la mexicana. Menos compacta la tanda al natural, con Eolo importunando más al diestro. Improvisó después tres pases de las flores muy templados, acompasados, que ligó con dos más de pecho rodilla en tierra. Muy torero. Pero entonces, se diluyó algo más su labor, quizás porque el toro estaba ya más entregado. La media, en buen sitio, fue suficiente, pero el público estuvo algo frío y apenas asomó un puñado de pañuelos.

La suerte no se alineó con Fortes. Los Dos únicos sin opciones cayeron en su “bolita” por la mañana. Para hacerse cruces. El segundo fue un marrajo que casi se va vivo al corral. Se le hubiera ido, de hecho, a más de medio escalafón. Hizo un esfuerzo el malagueño de salida para tragarle todo su ímpetu en el templado ramillete de verónicas inicial. Dos rodillas en tierra, el resto, muy vertical, erguido y con cadencia, ganando terreno en cada lance. La media, excelente. Y pare usted de contar. Porque el de La Quinta fue una prenda. Midiendo siempre, cruzado y a la defensiva en sus escasas arrancadas. Muy reservón, tuvo mucho peligro, porque no tenía embroque. Hubo ya que cambiarle el tercio con tres banderillas. Para matarlo, las de Caín. Silencio tras dos avisos y porque estuvo certero en el segundo golpe de verduguillo. El quinto, manejable sin maldad, pero muy sosote y sin transmisión, solo permitió verle una torerísima postrera tanda al natural echando los vuelos y enganchando la embestida, que no encontró eco en el tendido. Silencio al cuadrado.