Feria de San Fermín

Paco Ureña, grande en una tarde difícil

Paco Ureña, grande en una tarde difícil
Paco Ureña, grande en una tarde difícillarazon

El murciano abrió la Puerta Grande de Pamplona con el mejor lote de un duro encierro de Escolar.

Pamplona. Séptima de San Fermín. Se lidiaron toros de la ganadería de José Escolar, desiguales. El 1º, como sobrero, orientado y de poco recorrido; el 2º, orientado, peligroso e imposible ; el 3º, áspero e incierto, pero con mejor fondo; el 4º, malo y peligroso; el 5º, complicado, deslucido y a la espera; el 6º, de buen juego. Lleno en los tendidos.

Francisco Marco, de azul cielo y oro, estocada, cuatro descabellos (silencio); y estocada corta (silencio).

Antonio Gaspar «Paulita», de blanco y oro, pinchazo, estocada caída (silencio); y media tendida, pinchazo (pitos).

Paco Ureña, de verde manzana y oro, estocada caída (oreja); y estocada punto trasera y desprendida (oreja).

Pamplona tiene un despertar único. Pasadas las siete de la mañana esto es un jolgorio donde conviven con naturalidad los muchos que aprovechan cualquier metro de terreno para dormirla, el que todavía no se ha dado cuenta de que le ha llegado la hora y los recién levantados dispuestos a encarar el día. Todo vale en esta Pamplona sanferminera. No hay mucha gente en el patio de caballos a las siete y media de la mañana, pero se distingue a Antonio Gaspar «Paulita», el único de los miles que estamos allí que se las tendrá que ver con los toros en la hora de la verdad, la suya y la del animal. Al rato llega Francisco Marco, que no se irá hasta que acabe la última vaca de la mañana. El encierro comienza, como cada jornada, con puntualidad navarra. Los cánticos de la plaza se contraponen con las caras de miedo y ese silencio solidificado de los corredores. Ya no es hora para las risas. Suena el cohete y se abre el telón. La ganadería de José Escolar debuta en Pamplona. Pasados los dos minutos llegan los primeros toros a la plaza, verles de frente y en la distancia corta provocan un escalofrío inevitable. Tres, cuatro, un poco más tarde llega un quinto que por la sangre que lleva tatuada en el pitón algún corredor ha pagado el peaje. Se espera al sexto, y el sexto ni llega a la plaza ni se le encuentra por las cámaras de televisión. El bicho a los pocos metros de salir de los corrales de Santo Domingo se dio la vuelta y regresó. Insólito. Como increíble es que horas después se vistan estos hombres de torero y vayan a la guerra, la guerra de la vida y la muerte, lo que todavía no sabíamos es que se trataría de una batalla muy ardua y dura por momentos. A las seis y media se abre el paseíllo. Los tres toreros lo hacen sin montera, como toda la feria, símbolo de desacuerdo por el acoso político a la Fiesta de los toros. El primero, que además fue sobrero, fue malón, orientado y rápido por ambos pitones; Francisco Marco salió del paso como pudo y resolvió. A Paulita le tocó pasar un mal rato con un segundo, que no tenía un pase. No lo ocultó ya en la lidia con una colada de infarto. Ni por aquí ni por allí, y con el toro de Pamplona. A Paulita le pudo la situación pero salir vivo del entuerto ya tuvo su miga.

El tercero derribó al picador y lo tuvo a merced. Paco Ureña hizo un esfuerzo con este toro que igual pasaba por ahí que te rebanaba en la muleta. Se lo creyó y nos lo creímos. Tuvo mérito, el Escolar era de los que de cerca exigen una barbaridad. No tenía una mirada en balde y cuestionaba el valor en cada envite. Dio la cara y logró el toreo, a más suavidad mejor respondía el toro. Esos misterios que recién llegado no te entran en la cabeza. Creció la intensidad de la faena del murciano y logró meter a la gente en ella.

La segunda parte de la función no nos dio demasiado aliento. Más bien nos lo quitó un cuarto, el toro que por la mañana decidió emprender su destino en solitario, y después demostró saberse todos los resquicios, a pesar de no haber pasado por el encierro. No tenía uno y con dignidad y solvencia, que ya es mucho decir, se lo quitó del medio Francisco Marco.

El quinto tenía los pitones para arriba y la mala leche por dentro. A la espera, reservón y muy violento en ese medio viaje hacia ninguna parte. Abrevió Paulita y no se lo perdonaron.

Para acabar el rápido festejo se abrió de capa Paco Ureña con lucimiento y supo en la Misericordia como agua fresca. Abierto de pitones hasta el infinito fue ese sexto, que me quitó la respiración a las ocho de la mañana; y era de hiperventilar por la tarde. Pero sabían en el Congo que la corrida iba a ser para Ureña y fue capaz de desprenderse de prejuicios y torear al toro, el mejor del encierro sin lugar a dudas, el más claro y repetidor, con reposo y entrega y desde el principio la comunión con el tendido fue una realidad. Se lo había ganado Ureña primero con actitud y después con hechos. La salida a hombros, multitudinaria como es Pamplona es sanfermines, supo a gloria.