Ferias taurinas

Trofeo XXL

Importante José Garrido que triunfa con Perera y Marín, que salen por la Puerta Grande en Olivenza

José Garrido pasea un importante trofeo en Olivenza
José Garrido pasea un importante trofeo en Olivenzalarazon

Importante José Garrido que triunfa con Perera y Marín, que salen por la Puerta Grande en Olivenza.

Ficha del festejo.

Olivenza. Cuarta de feria. Se lidiaron toros de Zalduendo. 1º, noblón y rajado; 2º, rajado y desrazado; 3º, deslucido; 4º, de buen juego; 5º, muy complicado; 6º, movilidad sin demasiada entrega y a menos. Tres cuartos de entrada.

Miguel Ángel Perera, de azul y oro, estocada trasera y tendida, cuatro descabellos (saludos); estocada (dos orejas).

José Garrido, de negro y oro, pinchazo hondo, estocada, cinco descabellos (saludos); estocada punto atravesada, aviso, descabello (oreja).

Ginés Marín, de blanco y oro, estocada (oreja); estocada (oreja)

Quiso embestir y repetir. Y eso lo cambia todo. Igual que durante la mañana el tiempo quiso darnos sol, lluvia y frío. Y ahí estuvimos entre palmas, paraguas y protector solar. Entre arrucinas de infartos, faenas de aliño y frustración. Fue el cuarto, bajo la lluvia, tibia, hay que decirlo, aunque la torrencial sea más literaria, la que acompañó la faena de Perera. Fue el mejor toro de Zalduendo, hasta entonces, no era difícil por otra parte. Noble, repetidor y de buen son. Templada, ligada y suave la faena del torero extremeño. Fue a más, mantuvo el interés y puso el broche con una buena estocada y se hizo con el doble premio. Ya anduvo suavito con un primero, que tuvo una faena corta hasta que se rajó pero con una nobleza infinita, descolgaba y embestía por abajo con entrega. El extremeño se acopló perfecto en las primeras tandas. Pulso de oro. Y lo que duró, duró. Se rajó después y la expresión del trasteo fue otra. Antesala de lo que venía después.

Un esfuerzo mayúsculo fue el que hizo Garrido en el quinto. El toro fue malo antes, durante y después y José no volvió la cara jamás más que para dar el paso al frente. Comió el terreno sin dejar salida con el capote y desbordaba después el animalito, listo, pendiente de las espinillas del torero, quedándose por debajo y a la mitad, de mala manera, de mala gana. Le hizo pasar por el aro Garrido tragando lo indecible y sin un alarde en una tanda diestra gloriosa y al natural. Faena de torero solvente y de mucho fondo. Ni qué decir verdad. La oreja se nos quedó corta. O se me quedó. Lo que hizo en el ruedo tuvo mucho mérito.

Lo bordó en una chicuelina y una media al segundo, en la que perdió el toro las manos y siguió volando el toreo. Trepando pues. Lo gozó Garrido. Pero era premonitorio de lo que estaba por venir. No se cayó después el Zalduendo simplemente renunció, que es peor. No quiso y el toreo así es un espejo roto; imposible mirarse. Descastado y sin fondo, lo intentó Garrido, quiso Garrido, solo bajo la lluvia.

Ginés Marín nos desbocó las emociones en la arrucina del comienzo en el centro del ruedo y de rodillas. ¡Qué manera de inmolarse en lo inverosímil! Salió de trance y montó la faena después con los mimbres justos de un toro descastado. Oficio y voluntad y una estocada al primer envite de rápido efecto le fueron los argumentos suficientes para pasear un trofeo. El primero de la mañana. Para cerrar festejo se las vio con un sexto que se movió sin entrega y a menos. Se justificó Marín con buenas maneras ante poco material y se abrió la Puerta Grande.