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Posada de Maravillas: «Iré a Valencia igual, a darlo todo, no soy nadie en el toreo»

El novillero analiza su corta carrera tras el triunfal debut con picadores en Olivenza

Posada de Maravillas consiguió cortar las orejas a su primer toro e indultar a su segundo el pasado domingo en Olivenza
Posada de Maravillas consiguió cortar las orejas a su primer toro e indultar a su segundo el pasado domingo en Olivenzalarazon

Con 19 años recién cumplidos apenas hace una semana, Juan Luis Ambel «Posada de Maravillas» acaba de revolucionar el toreo. Nieto del crítico y matador de toros Juan Posada, le bastó una novillada, la primera con los del castoreño de su imberbe carrera -no pasó de la docena sin picadores-, para estar en todos los corrillos taurinos y ser fijo en las redes sociales. A golpe de indulto ha puesto su nombre en la mesa de los empresarios y los contratos, inexistentes hasta la mañana del domingo, le empiezan a llegar. Valencia, este sábado, es la segunda parada.

-Enhorabuena por su triunfo. Ha tenido una repercusión enorme.

-Muchas gracias. Sí, Olivenza es una feria ya afianzada en el calendario y estoy muy contento, por eso, porque es un toque de atención con toda la temporada aún por estrenar. Me han encantado las críticas de la prensa como los comentarios de la gente y los profesionales. Aun siendo muy consciente de que debo tener los pies en el suelo, brotar así, con esta fuerza, en mi debut con caballos, me hace estar muy satisfecho.

-¿Cómo recuerda esas dos faenas a sus novillos?

-Como algo imborrable. Siempre me guardo el animal de mejores hechuras para el final, porque me cuesta entrar en calor. Suelo aprovecharlo más. Y en Olivenza pasó también algo así, sólo que muy rápido. La faena al primero fue a más, luego cuando cogí la mano izquierda y le pude pegar esos «muñecazos» al utrero, me rompí y me vine arriba. Con las dos orejas ya cortadas, me quité mucha presión, estaba más despejado y pensé: ''Yo no he venido a abrir la puerta grande, vengo a reventar todo con un lío gordo''. Encima salió ya embistiendo de toriles ese colorado tan bravo... Estaba tan entregado que me abandoné por momentos, nunca había tenido una sensación tan rotunda: cuajar un toro así y en una plaza llena... ¡Qué felicidad!

-Luis (Álvarez), su apoderado, afirma que ha servido mucho. Los contratos van llegando, empezando por Fallas.

-Me siento un privilegiado. Ya ha salido lo de Valencia este sábado, también se ha cerrado mi debut en Nimes por Pentecostés y se están fraguando muchas cosas más. Digo afortunado, porque no todo el mundo consigue que se le reconozca el esfuerzo, sobre todo, el más ingrato, el que no se ve durante el invierno. Es el mejor espaldarazo para seguir el camino correcto.

-¿Es cierto que llegaba a Olivenza sin nada atado?

-Nada, no tenía nada. Era la única carta que había por jugar y me centré en llegar de la mejor manera posible. Y a Valencia iré igual, a darlo todo, porque no soy nadie en el mundo del toreo ni puedo inventarlo a estas alturas, sólo puedo ser humilde y mirar lo que han hecho las figuras a lo largo de la Historia para tomar lo mejor de cada una de ellas y seguir creciendo.

-Una de esas fuentes de inspiración, sin duda, ha tenido que ser su abuelo.

-Fue una figura máxima, incuestionable. Tengo guardados los libros y las crónicas que escribía para ustedes cada feria, las sigo leyendo y aprendiendo nuevos detalles. Aunque cuando me decidí a ser torero él ya estaba enfermo, sí me enseñó mucho cuando ayudaba a mi hermano Ambel Posada en casa y en los tentaderos. Estuvo muy encima de él y, sobre todo, yo oía lo malo, me quedaba con lo que no debía hacer. Nos lo repetía una y otra vez.

-A su hermano le brindó uno de los novillos.

-Sí, él y mi tío Antonio eran las personas adecuadas para una ocasión así. Era de ley y no oculto que le debo mucho a mi hermano Santiago, ha sido un apoyo fundamental para mí en el campo.

-Impactó su concepto, especialmente el buen uso de la mano izquierda. ¿Es su mejor arma?

-Cada uno tiene su forma de sentir el toreo, pero sí es donde más cómodo me encuentro. Ahí los toros tragan más y me rompo con mayor facilidad. Como yo lo concibo, intento enganchar a los toros muy adelante para embarcarlo en la muleta y acompañarlo con todo el cuerpo hasta el final. Muñecas, hombros, riñones... Todos tienen que torear. Es un modelo clásico, por algo le sirvió a todas las figuras.

-¿Dónde se pondría el «necesita mejorar»?

-En demasiadas cosas. Todas por la misma cuestión: la experiencia. Soy consciente de que aún estoy muy verde, que tengo que pulir muchísimos defectos, pero creo que es lo propio para un chaval que no ha toreado más que doce novilladas sin caballos antes de dar el salto al utrero. La gente me tiene que esperar, sólo pido paciencia antes de emitir cualquier juicio, porque estoy aún por hacer.

-Y lo del nombre, ¿de dónde surgió Posada de Maravillas?

-Por mi madre. Se llama María de las Maravillas y que mejor homenaje a lo más bonito que hay en este mundo, el amor de una madre. Posada, lógicamente, es el apellido de mi familia.

-¿Hasta dónde le gustaría llegar en el mundo del toreo?

-Quiero que el aficionado y el periodista me reconozca como un «pedazo» de torero, pero también como un «pedazo» de persona. Es imprescindible encontrar ese equilibrio. La meta final es ser figura y vivir de ello como tal. Tiene que serlo, pero no me preocupa el futuro, sólo Valencia, el presente. Salir antes tan mentalizado como el domingo para disfrutar después.

-¿Su sueño vestido de luces?

-La regularidad. Torear como este domingo tanto al toro bueno como al toro malo. Será la señal inequívoca de dos cosas: de que estoy disfrutando y de que abriré las puertas grandes.