Zaragoza

Un galope ficticio, como la tarde

Juan Del Álamo firma lo más vibrante de la corrida ante un sexto que no duró y se complicó

Derechazo del diestro charro Juan del Álamo, esta tarde en Albacete
Derechazo del diestro charro Juan del Álamo, esta tarde en Albacetelarazon

Albacete. Tercera de feria. Se lidiaron toros de Alcurrucén, serios, parejos, muy bien presentados, mansurrones en general. El 1º, de buena condición, noble, entregado y de larga arrancada; el 2º, de mucha calidad, pero sin fuerza y escasa transmisión; el 3º, rajado, manejable y sosote; el 4º, descastado; el 5º, exigente y con carbón; y el 6º, bruto, violento y sin entrega. Casi tres cuartos de entrada.

Miguel Abellán, de blanco y plata, estocada que hace guardia, estocada caída (saludos); estocada, descabello (silencio). Daniel Luque, de blanco y oro, estocada tendida, aviso, seis descabellos (saludos); bajonazo (silencio). Juan del Álamo, de rosa palo y oro, estocada tendida (silencio); aviso, estocada tendida, descabello (silencio).

Con «Artista» quisimos ver la luz al final del túnel. Cada uno el suyo. Juan del Álamo el de su tarde, el ganadero el de su corrida y el aficionado el de su ilusión. Algo que contar una vez que pusiéramos pie en tierra extraña. Ese toro, el sexto de la tarde, no fue al engaño, galopó a la muleta de Juan del Álamo a la velocidad del rayo. Y por eso nos despertamos de golpe todos, porque aguantar ahí ese huracán feroz que iba en tu busca era territorio vetado. El salmantino supo salirse del pelotón en esos instantes. Devolvernos la ilusión mortecina a estas alturas de la tarde noche. Muerta a golpes, carajo, relataremos después. Lo puñetero de esto es que esa emoción que Juan del Álamo canalizó con coraje y corazón, le respetaba éste para aguantarse ahí, fue flor de un día. Un par de tandas diestras casi casi tirando por lo alto y el toro se embruteció sin entrega, por arriba, defendiéndose. Una pena. Intuíamos, por primera vez en toda la tarde que de verdad era el momento, la hora. Pero no fue. Lo que sí resultó y eso es innegable es una corrida de impecable presentación, muy seria, cuajada, honda, preciosa de remate, que da seriedad a la plaza y que pone el listón alto de ahora en adelante. O debe. Sería de justicia. Luego el toro sale y a veces descompone y otras abre caminos que dejan las puertas abiertas a la incertidumbre. Según obra y gracia del espada. No fue una buena corrida de Alcurrucén. No fue la de Bilbao. Manso declarado fue el tercero, que se rajó y por allí ya en tablas, donde le abrió la puerta a la escapada Del Álamo también, se dejó hacer sin poner en aprietos ni dar excesivas opciones.

En cambio, el primero de la tarde, abanto de salida, como da el encaste, tuvo en la muleta un buen puñado de virtudes. La nobleza, la entrega y la largura en el viaje, se abría en la arrancada y Miguel Abellán, léase su matador, se quedaba así muy fuera de la suerte, por lo que recurrió a darse la vuelta y cambiarle el pitón en más de una ocasión. Estaba bien el recurso, que recordaba al tentadero, al campo, pero la faena a ese toro que sí tuvo cosas buenas fue sinfonía menor. Descastado el cuarto... Y así duelen menos las cosas. Seis le esperan, y nos esperan en Madrid. Y otros seis a Daniel Luque en Zaragoza. Complejo entuerto antes de decir adiós a la temporada española. Luque tuvo ayer un lote dispar. Un primero con una calidad tremenda, pero la fuerza contenida, al límite y escasa transmisión. Un toro para ponerlo todo él. Faena correcta y plana. El quinto era toro exigente, manso en varas y difícil con los palos, con carbón, depredador ante los fallos, pero tenía su fondo. Era de moneda al aire, no de pasar el rato. Y la faena de Luque marcó la diferencia entre hacer el esfuerzo y parecerlo. Por eso la gente no tragó. Ficticio, como la entrega del sexto de la tarde. Nada quedó después del galope.