Badajoz

Zalduendo frena la tarde

Una corrida de escaso fondo condena el festejo de Gijón a silencios y ovaciones

Larga cambiada de Manzanares al quinto de la tarde
Larga cambiada de Manzanares al quinto de la tardelarazon

Gijón. Tercera de la Feria de la Begoña. Se lidiaron toros de Zalduendo, desiguales de presentación, justos en general. El 1º, lidiado como sobrero, noble, suave y de embestida muy lenta; el 2º, flojo y sin rematar la arrancada; el 3º embiste al paso, flojo y se raja; el 4º, tardo pero responde, manejable; el 5º, soso y sin emplearse; y el 6º, complicado. Más de media entrada.

Uceda Leal, de burdeos y oro, aviso, media estocada (saludos); estocada caída, aviso (saludos).

José María Manzanares, de azul noche y oro, estocada (aplausos); estocada desprendida (saludos).

Alejandro Talavante, de malva y oro, cuatro pinchazos, estocada (silencio); media caída (saludos).

omo si estuviera gafada comenzó la tarde. El primero de Zalduendo salió de toriles. Aceleró y al estrellarse contra un burladero salvó el encuentro con el pitón partido desde la cepa. Un toro menos. O uno más. Según de quién miremos el bolsillo. A Uceda Leal no le había dado tiempo ni a salir al ruedo. Saltó el sobrero, del mismo hierro, estrechito de sienes, y dejó el madrileño dos buenas medias verónicas, de manos bajas, de muñeca rota después de soltarse con buen toreo de capa. Tuvo el toro suavidad en las telas, acudía al paso, despacito, sin prisas... Uceda peleó primero con el viento y cuando controló la situación apañó una labor desigual, de más peso cuando toreó relajado. Algunos naturales fueron muy buenos. Se alargó y sonó un aviso antes de que entrara a matar.

Al cuarto le costaba arrancar, era tardo, pero luego tomaba bien la muleta y cuando le atacaba en el cite, cuando sólo veía engaño, respondía el zalduendo. Le buscó las vueltas Uceda, tan eléctrico como esforzado con el toro.

Manzanares recibió con una larga de rodillas en el tercio al quinto y el alboroto de unas verónicas. Era chispazo para prender fuego. Pero se paró el toro después. Ni transmisión ni tan siquiera la alternativa de que pudiéramos tenerla. Nada. Ni un poco. Juan José Trujillo y Luis Blázquez, de la cuadrilla del alicantino, se desmonteraron tras parear al segundo. Fue toro flojo al que le costó rematar el viaje. Manzanares lo toreó por fuera y el interés fue una barrera infranqueable.

En Talavante depositamos todas las esperanzas cuando se abrió el portón para que saliera el sexto. El torero de Badajoz sustituía a Morante de la Puebla, al que una cornada grave de 65 centímetros de extensión en tres trayectorias le ha parado en seco en la plaza de Huesca. A él y a la legión de aficionados que peregrinan plaza por plaza. Y esta vez Alejandro Talavante quiso más allá de lo inoportuno del toro. Ni una vuelta al ruedo llevábamos en toda la tarde. Falta nos hacía. Lo supo el torero. Prologó con cadencia al anovillado toro antes de ponerse con la zurda.

Soltaba después la cara el toro, costaba verle metido en la muleta. Aguantó algún feo y cambió a la diestra, aunque tardó poco en pararse el «Zalduendo», cada vez más rácano en el viaje. Complicado el toro, respondió Talavante con arrimón y desplante incluido. Una media estocada caída y con derrame afeó el asunto. Era el último y caía la tarde.

Al paso fue el tercer toro, que estaba al límite de fuerza y que acabó por agriarse y rajarse camino a tablas. Hizo Talavante una faena medida, solvente, que remató con manoletinas y un soberbio cambio de mano como colofón. Otra historia vino con la espada.

El infortunio nos había quitado la tarde de Morante. La corrida de Zalduendo vino después. Hay tardes que parecen predestinadas.