El chequeo de la cosa
La letra de la deuda
Su rentabilidad ha aumentado casi al 3% con los bancos cerrando el puño porque flotan en dinero
Hay multitud de letras diferentes, y numerosas clasificaciones tipográficas. Unas se fijan en el trazo, en el eje. Las hay serifadas, con adornos, como por ejemplo la Times New Roman y desnudas, como la Arial. Algunas, la Didot, nacieron en la Revolución Francesa mientras que la Clarendon buscó reflejar la Revolución Industrial.
En estos días, otro tipo de letras son las que brillan, las del Tesoro, objeto de deseo de los pequeños ahorradores (no hay más que ver las imágenes de las colas en la sede del Banco de España). Las Letras del Tesoro se crearon en 1987 y es la forma más sencilla de colocar deuda pública. Sin embargo, el concepto de letra en el mundo del dinero tiene más años que la tipografía gótica.
Las letras de cambio nacieron en la Italia del siglo XII y se extendieron pronto por las plazas mercantiles europeas. La idea es sencilla. Un cambista recibía dinero en una localidad, en la letra de cambio reconocía la recepción de los fondos y se comprometía a reintegrarlos en otra ciudad. Se cambiaba algo tangible, las monedas, por una obligación de pago en el futuro. Y eso es lo que hace el Estado, recolecta el dinero de los inversores con la promesa de devolución en un tiempo determinado con un tipo de interés.
Hay varias causas para el actual éxito de las Letras del Tesoro entre los minoristas. La inflación devora ahorros e impulsa la subida de tasas del Banco Central Europeo (BCE). Esto aumenta la rentabilidad de las Letras, casi al 3%, con los bancos cerrando el puño porque flotan en dinero.
Pero no hace falta ser Gutenberg para saber que el Estado imprimirá numerosas Letras, bonos y obligaciones para financiar una deuda que supera los 1,5 billones de euros, con b de Bodoni.
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