VIAJES

Una peregrinación al cementerio más divertido de España

Apúntate en la lista de peregrinaciones el cementerio de Sad Hill, donde ocurrió el duelo final entre el bueno, el feo y el malo

Vista aérea del cementerio de Sad Hill, en Burgos.
Vista aérea del cementerio de Sad Hill, en Burgos.Procyabdreamstime

Peregrinar. Dicho de una persona: andar a tierras extrañas. Andar de un lugar a otro resolviendo algo. Podría ser que esta simpático verbo, peregrinar, haya sido una de las palabrejas que más gente ha impulsado a salir de la tibieza reconfortante de sus hogares, cruzar una frontera y luego otra, fronteras físicas y espirituales, casi hasta convertirse en un fenómeno único en el ser humano. Porque nosotros no hacemos como las gigantescas manadas de ñus en el Masái Mara que pululan de norte a sur lo larga que es su vida en busca de nuevos pastos, ni volamos como las grullas que pintarrajean con sonidos el cielo de verano. Nuestros peregrinajes no buscan calor ni alimento. Rehúyen del calor, son escasos en alimento. Este impulso visceral que nos levanta del sofá y nos lleva a experimentar sensaciones piadosas al compás de leyendas viejas podría ser uno de los impulsos más hermosos del ser humano. Precisamente porque se escinden de nuestra necesidad animal por sobrevivir y buscar cobijo, solo para zambullirnos en la inseguridad de los caminos.

En torno a 300.000 personas hacen el Camino de Santiago cada año (tiempos de coronavirus excluidos), 2.500.000 peregrinan a la Meca anualmente, 4 millones visitan Jerusalén, 500.000 meditan bajo la higuera de Buda en Bodhgaya.... Así podemos considerar las peregrinaciones, romanticismos aparte, como uno de los negocios más sólidos y fructíferos de la historia del hombre. Tan antiguo como los dioses, tan necesario como un espíritu.

Las peregrinaciones del siglo XXI

Pero corren tiempos diferentes, ya sabemos. El zumbido que rodea a las peregrinaciones ha extendido sus brazos para salirse de su ámbito religioso, y ahora resulta casi imposible encontrar una esquina del globo que no se haya convertido en un centro de peregrinación para los seguidores de músicos, poetas, cineastas, pintores, líderes, héroes y leyendas variadas. Miles de personas visitan cada año las tumbas de Bob Marley, Elvis Presley o Jimi Hendrix, en un nuevo tipo de peregrinaje en busca de la carisma inmortal de estos personajes. Seis millones de personas visitan cada año el Gran Cañón del Colorado, en un tipo de peregrinaje de naturaleza, en busca de la pequeñez que otorga la inmensidad de sus paredes de piedra pulida. Dieciocho millones todavía acuden a las playas de Normandía, al oeste de Francia, para recordar y agradecer a los muchachitos que entregaron su vida en junio de 1944.

Varios entusiastas de la Segunda Guerra Mundial, con réplicas de uniformes estadounidenses de la época, caminan cerca de las ruinas del pontón de desembarco en la playa de Arromanches, en Normandía, Francia
Varios entusiastas de la Segunda Guerra Mundial, con réplicas de uniformes estadounidenses de la época, caminan cerca de las ruinas del pontón de desembarco en la playa de Arromanches, en Normandía, Francialarazon

Las peregrinaciones del siglo XXI. Caray. Son un negocio redondo. Podría decirse que hemos tomado con una mano las tradiciones milenarias que se encuentran incrustadas en nuestro imaginario colectivo y, casi sin esfuerzo, las hemos rebozado con la mentalidad soñadora y variopinta que nos lleva inyectando el cine desde hace cincuenta años. Me refiero a esa mentalidad nueva donde los adultos coleccionan figuritas de Batman mientras los niños disparan a muñecos en el ordenador. Tomando una de nuestras palabras más sagradas, haciendo uso de nuestra habilidad para moldear la realidad hemos querido expandirla a prácticamente cualquier ámbito de nuestra vida que prometa un mínimo de emoción, y peregrinar, caminar por tierras extrañas, andar de un lugar a otro resolviendo algo, se ha transformado en un estilo de vida al que podemos acceder cada fin de semana.

Lento pero constante, cada viaje ha terminado por transformarse en un peregrinaje. No necesariamente en busca de algún dios, ni la tumba de ningún héroe; no hace falta que el destino sea grandioso. Quizá sea por el amplio repertorio de peregrinaciones que ahora tenemos para elegir, será por lo fácil que supone llegar a nuestro destino con la colaboración de las agencias de viajes, pero excluyendo contadas peregrinaciones podemos decir que el peregrino de hoy no busca lo grandioso. Busca un detalle. Un detalle en esta peregrinación, otro detalle en aquella... conforman un bonito puñado de detalles que, en su conjunto, resultan en un perfil de Instagram digno de envidia y admiración.

El cementerio de Sad Hill

Cartel de la película “Desenterrando Sad Hill” / Foto: La Razón
Cartel de la película “Desenterrando Sad Hill” / Foto: La Razónlarazon

Tras esta breve reflexión que podría ayudarnos a conocernos mejor a nosotros mismos, como viajeros, peregrinos, ahora debería decir que este cambio no es necesariamente malo. Puede ser que se haya comercializado el romanticismo de las peregrinaciones clásicas, tal vez, y que la piedad que antes las envolvía, ahora se haya esfumado o tergiversado de la mano del relativismo - donde es igual de apoteósico visitar la tumba de Jesucristo que el set de Harry Potter - pero esto no quita que algunas sean divertidísimas. Y muy interesantes de realizar.

Aquí va un peregrinaje: motivo de interés para fanáticos del salvaje oeste y del spaghetti western, cinéfilos, nostálgicos, seguidores de Clint Eastwood, Eli Wallach, Lee Van Cleef, Sergio Leone y Ennio Morricone. Lo mejor de muchos de los nuevos peregrinajes es que abarcan un rango de fieles de lo más variopinto, como una religión politeísta. Personajes de todos los colores y creencias se reúnen en esta clase de lugares, es maravilloso, a mí me encanta aunque no sean tan ostentosos como la peregrinación de Julio César para visitar la tumba de Alejandro Magno. Aquí va un peregrinaje: el cementerio de Sad Hill en Burgos, muy próximo a la localidad de Santo Domingo de Silos. Más de cinco mil cruces colocadas en torno a la plaza legendaria donde el bueno, el feo y el malo jugaron su duelo final a punta de revólver y miradas envenenadas, allá en 1966 bajo la dirección de Sergio Leone.

Si el lector vio alguna vez la película de El bueno, el feo y el malo sabrá a qué escenario me refiero. Si no la vio, se lo suplico, véala e involúcrese en este escenario. Resulta que después de grabar la mítica película, el cementerio que construyeron quedó abandonado, se deshizo con las lluvias y los vientos, lo cubrió la tierra, y no fue hasta 2015 que empezaron los trabajos para recuperarlo. Una tarea deliciosa que fue inmortalizada en el documental de Guillermo de Oliveira, Desenterrando Sad Hill, y que puede verse en la plataforma de Netflix. Locales de la zona y caras conocidas de la pequeña y gran pantalla colaboraron en la titánica tarea de volver a plantar hasta 5.000 cruces de madera, desenterrando la plaza del duelo final y abriendo las puertas de un nuevo y gracioso lugar de peregrinaje. Como dato curioso conviene saber que el cementerio original fue construido con la ayuda de militares españoles acuartelados en la zona en 1966.

Es el cementerio más divertido de España porque no guarda ningún cuerpo, y podemos correr y reír y divertirnos entre las “tumbas” sin faltar el respeto a nadie. Aquí encontraríamos la “lápida” de Metallica, David Broncano, Ennio Morricone, un tal Malbicho y, como no, del archiconocido Arch Stanton, en cuya tumba creyeron los personajes del filme que se encontraba un suculento tesoro. Y merece la pena venir aquí en peregrinaje, fingiendo de alguna manera que las tumbas realmente pertenecen a los caídos durante la Guerra de la Secesión al otro lado del charco, como si Sad Hill nos trasladase a Nuevo Méjico, o Nuevo Méjico se trasladase a Sad Hill. Merece la pena haber nacido en un tiempo donde podemos hacer peregrinaciones de este estilo, viajando por el mundo sin necesidad de alejarnos de casa.