Coronavirus
Sonríe, te están grabando
Toda la inmensa maquinaria represiva del Gobierno comunista chino se ha puesto en marcha por una buena causa: identificar hasta el último habitante de Wuhan huido de la cuarentena por el coronavirus
China tiene el dudoso honor de contar con la mayor red de vigilancia urbana del mundo. De hecho, nueve de las diez ciudades con más cámaras del mundo son chinas y no las dedican, precisamente, a ordenar el tráfico rodado, puesto que, poco a poco, esos artilugios están siendo dotados de programas de identificación facial. El sistema se complementa con el control de la telefonía móvil e internet, además de la obligación que tiene cada ciudadano de facilitar su DNI cada vez que adquiere un billete de ferrocarril o de metro. Luego, están los métodos tradicionales: los chivatos de barrio, similares a los CDR cubanos, que vigilan la vida diaria de sus convecinos.
Demasiadas veces se nos olvida la realidad de que China es un régimen comunista. Ahora, toda esa capacidad de control se ha puesto manos a la obra para luchar contra la expansión del coronavirus. Se trata de identificar, localizar y, en su caso, detener a los 60 millones de habitantes de la región de Hubei, con capital en Wuhan, epicentro de la infección, para comprobar su estado de salud y, sobre todo, que no han roto la estricta prohibición de abandonar sus domicilios. Las familias de los infectados son el objetivo preferente. La paranoia se extiende por pueblos y ciudades, donde los comités de barrio acosan y denuncian a los sospechosos, animados por las recompensas que ofrecen las autoridades locales.
Que esas mismas autoridades hubieran tratado de ocultar el origen de la infección, no parece inquietar lo más mínimo. Asusta la capacidad de intrusión en la vida íntima que ofrecen las nuevas tecnologías. Zonas de alta vigilancia que se extienden bajo la excusa de la seguridad ciudadana, pero que nadie, absolutamente nadie, puede garantizar que no se van a utilizar para otros fines. Cámaras, teléfonos móviles y tarjetas de crédito informatizadas conforman una triada con la que no hubiera soñado el mismo Orwell. En España, de momento, vamos con cierto retraso. Sólo Madrid, con muchos centros oficiales, está en el «top» de las cincuenta ciudades más vigiladas.
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