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Las vacaciones pre-covid de... Lucrecia: «Mi verano en La Romana, residencia de la familia real»

En la foto, en 2003 en Altos de Chavón, dentro de la villa dominicana que en La Romana posee la familia Fanjul, una residencia de estilo mediterráneo.
En la foto, en 2003 en Altos de Chavón, dentro de la villa dominicana que en La Romana posee la familia Fanjul, una residencia de estilo mediterráneo.LUCRECIALA RAZON

«Verano de 2003. Me alojé en La Romana, Casa de Campo de la familia Fanjul en República Dominicana. Con motivo de un desfile de moda de la diseñadora Silvia Tcherassi, hice un concierto, para mí, inolvidable», cuenta la cantante refiriéndose al primer destino que se adjudicó al Rey Emérito, por su amistad con la familia, antes de conocer que realmente se encontraba en Abu Dabi. «La foto está tomada en Altos de Chavón, dentro de la villa, que es la recreación de un pueblo con estilo mediterráneo concebido por Roberto Copa, diseñador de escenarios de la Paramount Pictures. Allí se hacen grandes conciertos y han cantado los mejores», aclara la cubana. «Al final nos quedamos unos días en La Romana, con amigos como Omer Pardillo, ex-manager y albacea universal de Celia Cruz. Fueron unas vacaciones en toda regla porque aquello era de lo más lujoso y bello que he visto. Recuerdo largas hora de charla, complicidad, risas... Nos bañábamos en playas cristalinas e incluso conduje un cochecito eléctrico de golf, ¡yo que no tengo carné! Nos levantábamos temprano para recorrer la villa, almorzábamos comida cubana e incluso me atreví a cocinar, para todos, picadillo a la habanera. Después nos íbamos en un yate que nos ponía la familia Fanjul. Un lujazo que intuí desde el primer momento en que llegué al aeropuerto. En lugar de guardar la cola para entregar el pasaporte, nos fue a buscar alguien del personal de la familia y se solucionó en dos minutos. Al salir, nos subimos a un helicóptero... Ver Santo Domingo desde arriba fue increíble. Era el principio de unos días presididos por luz y amistad», evoca la cantante que ha elegido esta instantánea porque le ha recordado a su último single: «De mil maneras», un merengue que nos alegra este atípico verano de dolorosa pandemia, «quería una música universal y contagiosa, que bailara cualquier persona independientemente de su procedencia, edad o raza, porque ¿te das cuenta de que nadie se resiste al merengue? Le repetía mi productor: quiero fuegos artificiales, mover las almas ya que es un momento complicado. El resultado es que, cuando lo escucho, me vuelvo loca». Lucrecia es alegría en estado puro. Su discurso hace tantos «flashback» como «farforward»; se aventura con el futuro y recuerda momentos de su pasado radiante: «Conocí a la gran Celia en una gira. Nos miramos y comenzamos a conversar como amigas de toda la vida. Luego me quedé embarazada y me llamó durante los nueve meses. El parto estaba previsto cerca de su aniversario, y me llamó un día muerta de risa diciéndome: dile a ese negro que nazca en mi cumpleaños; ¡que haga el favor! Terminó siendo su madrina y cuando vino a Barcelona, le dijo al niño tras verle: ven acá con la abuela Celia... y fue hacia ella con los bracitos extendidos, ¡cómo no me iba a meter en su piel, rindiéndole homenaje en un musical!». Durante la charla, recordamos otros veranos memorables y Lucrecia recuerda los ritos veraniegos familiares en Cuba: «Íbamos a la playa de Santa María del Mar, y mami plantaba una cazuela en medio de la arena, con lo que había guisado la noche anterior: arroz moro, con frijoles negros. Mientras nos bañábamos, mantenía la olla caliente con una especie de resistencia de alcohol y al salir todos del agua, nos esperaba lo más rico del mundo», evoca la cantante.