Andalucía
El poder fáctico del 28-F: de Manolo Escobar a los Obispos del Sur
La Iglesia, la prensa, intelectuales y artistas y los sindicatos fueron claves para movilizar a la sociedad andaluza en el reférendum
Que Lole y Manuel, Kiko Veneno, Carlos Cano, Miguel Ríos, Silvio o María Jiménez hicieran campaña por el referéndum del 28-F en el que Andalucía aspiraba a alcanzar la autonomía por la vía de las comunidades históricas entraba dentro de la lógica. Su posicionamiento político era conocido y con su música contribuyeron a despertar el sentimiento andalucista preautonómico. Con lo que no contaba la derecha contraria y la izquierda poco convencida era con que todo un símbolo de la españolidad como Manolo Escobar, voz del pasodoble «Que viva España», se pronunciara abiertamente a favor del «sí» –pese a su origen almeriense, la provincia por la que legalmente el 28F se perdió el referéndum– dos días antes de la cita con las urnas en una cadena nacional como la SER, dirigida por Eugenio Fontán, hermano del ministro de Administración Territorial de la UCD del no, Antonio Fontán. «Esa fue la gran exclusiva de la SER del 28F», relata la periodista Mercedes de Pablos, que cubrió toda la campaña del referéndum y el recuento de la noche electoral en el Casino de la Exposición de Sevilla, en la que dejaron de darle paso nacional «cuando se dieron cuenta de que se podía ganar».
De Pablos informó de todo el proceso para un medio que no apoyaba el referéndum andaluz y aunque admite que en Madrid, siendo jefe de informativos Iñaki Gabilondo lograron «colar» cosas, donde más podían era en «programas más que en informativos». «Los periodistas estábamos comprometidos, los medios no todos», cuenta. Precisamente, la periodista Marta Carrasco cubrió todo el proceso para un medio que sí era afín, El Correo de Andalucía, entonces en manos de la Iglesia. «Recibimos órdenes directas del Arzobispado de apoyar el referéndum», cuenta. De hecho, la oficina de los Obispos del Sur, Odisur, emitió un comunicado en el que, sin pedir abiertamente el voto del sí, llamaba a la «construcción histórica de Andalucía» desde la «unidad de convivencia» y destacaba que estaban en «juego importantes opciones de futuro». Antes que ellos, organizaciones religiosas como HOAC, JOC o Cáritas hicieron campaña y, el propio Rafael Escuredo recuerda que se le acercaban «hasta monjas» para decirle que iban a votar sí.
Los jóvenes periodistas que trabajaban por entonces en Andalucía, admiten De Pablos y Carrasco, «no éramos conscientes de la responsabilidad histórica que teníamos» pero existía «mucha complicidad» entre ellos y también con los políticos autonomistas que «no eran políticos profesionales, eran vocacionales». «Políticos y periodistas nos graduamos a la vez, no existían las ruedas de prensa pero se hacía, no había jefes de prensa pero los había», recuerdan. Creen que ese compromiso no fue casual ya que «somos la última generación que corrió delante de los grises» y su lucha era «por la democracia y la libertad».
En ese proceso había «mucho loco, teníamos hasta independentistas o gente que cantaba el himno de Andalucía con el brazo en alto como el Cara al Sol», recuerda Carrasco. En el otro lado estaban «Blas Piñar y Fuerza Nueva, donde Carmina Ordóñez iba a sus mítines vestida de falangista». Fueron testigos de cómo a Escuredo, pese a ser presidente ya de la Andalucía aún preautonómica, en los pueblos y ciudades «no le recibía nadie institucionalmente y la Guardia Civil no le saludaba» pero sus actos «estaban llenos de gente» y De Pablos garantiza que durante los tres días de huelga de hambre «sí bebió pero no comió» –las malas lenguas trataron de desprestigiarlo diciendo que comía bocadillos a escondidas–. Vivieron los nervios del recuento de madrugada, y la decepción por el «no» en Jaén (luego se recurrió) y Almería. Y cómo el PSOE se puso la «A» de Andalucía a rebufo del PSA hasta el punto de que en sus primeros folletos electorales «en vez de poner la bandera de Andalucía pusieron la del Betis, fue un escándalo».
La Iglesia y la prensa fueron poderes fácticos a favor de un movimiento por la autonomía andaluza en el que Escuredo, al que el primer Gobierno andaluz no socialista ha concedido la Medalla Manuel Clavero Árevalo, afirma que «el verdadero protagonista fue el pueblo andaluz». Un pueblo sumido en el «subdesarrollo» y la «miseria» que se negó a quedarse de nuevo atrás en la construcción de la España democrática frente a las comunidades ricas del norte. Y en la movilización de los trabajadores tuvieron mucho que ver los sindicatos. El ex líder de
CC OO Eduardo Saborido, uno de los diez condenados en el Proceso 1001, reconoce que «fue el PSA quien rompió la lanza», recuperando la figura de Blas Infante y sus reflexiones sobre el campo andaluz y la situación de los jornaleros, y «nosotros fuimos detrás» pero «los trabajadores nos siguieron». «Pensábamos que la autonomía significaba acercar el poder al pueblo y podía ser beneficioso, siempre que no se rompiera la unidad del movimiento obrero», un «equilibrio» que Saborido reconoce complejo porque «toda reivindicación de corte autonómico y nacionalista, en cuanto de descuidas, entra en contradicción con la igualdad». No obstante, los líderes de CC OO de Cataluña, Euskadi y Galicia participaron en sus actos de campaña por el referéndum. Aunque como sindicalistas no esperaban que la autonomía resolviera los problemas sociales que arrastraba Andalucía por sí misma, «sí podía ayudar a abrir otros caminos». Cuarenta años después, lamenta que pese a la evolución «no hemos logrado acompañar la igualdad territorial con la igualdad social», aunque la autonomía «no ha sido el obstáculo, de hecho no ha venido mal, a lo mejor sin ella las diferencias serían mayores». La asignatura pendiente es «una reestructuración de la economía de una vez». «No tenemos que luchar por que nos den más sino porque se reparta, que no vaya toda la industria al norte o la mano de obra, porque lo que no hay derecho es que haya un 20% de paro en Andalucía y un 3% en Cataluña». El propio Escuredo se pregunta «¿qué va a decir Andalucía?» si en el diálogo entre el Gobierno central con las fuerzas catalanas o vascas para lograr su apoyo se hacen «transacciones» que supongan «un desajuste importante». El artífice del 28-F considera que este es «un legado que no se puede malgastar le toque a quien le toque y la política del silencio será penalizada». Todo un aviso a navegantes.
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