Andalucía
Ada-lucista de conveniencia
“No se trata, como ella piensa y su amiga Teresa Rodríguez le hace creer, de la destrucción de España bajo la coartada confederal ni del federalismo asimétrico que los señoritos del PSC con palco en el Liceo, millonarios de cuna como Iceta, han impuesto a las mesnadas del cinturón rojo”
Ada Colau no se ha enterado de nada, lo cual no resulta novedoso vista la ignorancia enciclopédica que no sólo gasta, sino de la que hace gala con ostentosa satisfacción. La última performance de la alcaldesa soberanista tuvo lugar en el Centro Cultural García Lorca del parque de la Guineueta, donde glosó la figura de Blas Infante, un «eferente para Catalunya» (¡!¿?), dijo, y reivindicó a la inmigración meridional que «construyó el movimiento vecinal» en su ciudad durante los años del desarrollismo. Millares de trabajadores andaluces –también murcianos, manchegos, gallegos, extremeños… españoles, en una palabra– cuyos hijos están sometidos a un proceso de extrañamiento en su propia ciudad, donde los multan por rotular los comercios en su idioma materno: «La lengua de las bestias», según la descripción más difundida entre la intelectualidad adscrita al nacionalismo catalán. (Las restricciones y la persecución del español afectan especialmente, en la Barcelona de hoy, a esos inmigrantes hispanoamericanos de los que tan amigos se dice la progresía.) Ocupémonos, sin embargo, de Colau y de su oceánico atolondramiento, esa tara que la conduce a su abrazo al andalucismo, sin considerar que éste fue desde su nacimiento una némesis del separatismo centrífugo que ella encarna. No se trata, como ella piensa y su amiga Teresa Rodríguez le hace creer, de la destrucción de España bajo la coartada confederal ni del federalismo asimétrico que los señoritos del PSC con palco en el Liceo, millonarios de cuna como Iceta, han impuesto a las mesnadas del cinturón rojo. Desde 1977, Andalucía se manifiesta «por sí» y «para España», como reza su escudo. En contra, por consiguiente, de los particularismos excluyentes y discriminatorios que ahora pretenden amputarle su derecho a decidir sobre la unidad nacional. La Constitución nos hace libres e iguales (ante la Ley), y ese segundo adjetivo rechina en el magín supremacista de la señora Colau.
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